Capítulo 36 (+18)

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-En persona.- dijo con una sonrisa y me extendió la mano. Se la estreché.- ¿Te ha hablado de mi?

Los ojos le brillaron al preguntarlo. Yo entrecerré los míos observándola con cautela. Era morena y sus ojos eran marrones. Bastante comunes, había que decirlo.

-No, en realidad me ha dicho que te entregue las llaves.- dije y las busqué en mi bolsillo. Se las pasé con desconfianza, por su mirada de desilusión.

Volví a mirar hacia dentro. Violeta aún mantenía la reanimación, pero el personal a su lado parecía cada vez más desmotivado.

-¿La conoces hace mucho?- indagó la mujer detrás de mí.

-Algo así.- respondí con evasión. No quería meter la pata.

-Me ha dicho que eres amiga de la familia.- sonreí de medio lado.

-Lo soy.- dije dejando de mirar a mi doctora y observando a la pelirroja.

-¿Y cómo estás de la espalda?- preguntó y yo hice una mirada de confusión al no entender.- Me ha comentado que necesitaba el consultorio porque tenías fuertes dolores de espalda, y como eres amiga de la familia te hacía el favor.- abrí mi boca en forma de O.

-Claro, claro. Mejor, duele de a ratos.- mentí lo mejor que pude. Ella asintió satisfecha.

-¿Tana, los niños?- siguió conversando. Me pareció casi molesta su necesidad de charla, pero luego me pregunté como es que conocía tanto si solo era una colega y nunca había sido nombrada por nadie. Volví a mirarla con los ojos entrecerrados.

-Muy bien, por lo que sé. Hace un tiempo no los veo.- mentí ya que sería raro que no conociera a los niños de Ariana siendo "amiga de la familia". Me sonrió con los dientes.

La puerta frente a nosotras se abrió, y de allí comenzó a salir todo el personal médico. Violeta permaneció dentro unos minutos, y luego se encontró de lleno con nosotras.

-¿Infarto?- le preguntó Cristina con una voz demasiado fina a comparación de la que había usado conmigo. La pelirroja asintió en respuesta viéndonos contrariada.- Lo lamento.- la morena puso una mano en su cintura y la acarició. Levanté una ceja por las confianzas. Violeta se aclaró la garganta y dio un paso en mi dirección, separándose del contacto.

-¿Tienes en qué irte?- me preguntó y sentí como si me estuviera invitando sutilmente a retirarme.

-Oh, sí. Le he pedido a mi cuñada que me busque, ya que me duele demasiado la espalda como para moverme en exceso.- hablé con notable ironía en la voz.

-Genial, te acompaño al coche.- dijo y puso una mano en mi espalda invitándome a caminar.

-Luego quiero comentarte una cosa, Vio.- dijo Cristina. La elevación de mi ceja se hizo aún más pronunciada al oír el apodo, y la mano de la nombrada apretó sutilmente mi espalda. Accedió y luego se despidió con cordialidad. Yo lo hice con más frialdad.

Caminamos con lentitud por mi "dolor de espalda", hasta doblar en un pasillo y perder su insistente mirada, que aún nos observaba. De cualquier manera mantuvo su mano en mi espalda.

-Muy efectivo el tratamiento para mi dolor de espalda, doctora.- hablé con sarcasmo en un susurro. Me regaló una sonrisa avergonzada.

-¿Qué querías que dijera? No es como si pudiéramos ir a algún otro lugar y estar a solas.- se mordió el labio inferior y lo mismo hice yo. Atravesamos otro pasillo en silencio.

-¿Tienes algo con la tal Cristina?- pregunté con miedo. Se rió despacio.

-La única persona con la que "tengo algo" eres tú, mi amor.- dijo y me acarició suavemente la espalda.- Aunque dado que has llamado cuñada a mi hermana, creo que el término "tener algo" se nos ha quedado algo corto.- agregó al ver a Tana en la entrada de la cafetería. Me sonrojé arrepentida viendo con nerviosismo a dos niños rubios de la mano de su hermana.

Tras tus ojos (kivi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora