Capítulo 12

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¡Tía, despierta!- ese fue el grito que me despertó esa mañana. Lo procesé un momento. ¿Tía? ¿Aaron había tenido un niño y este había aprendido a hablar en una noche? Pues eso si que eran ganas.- ¡Llegaremos tarde! ¡Vamos!- volvió a decir aquel niño. Abrí un ojo y revisé la habitación. Allí no había nadie.

-Ya va, ya va. Salid de aquí, que me cambio.- dijo la voz calmada de Violeta. Me senté en la camilla en un segundo. El móvil, que aún se encontraba en mi estómago, cayó a mis piernas.

-Oh mierda.- dije, cuando entendí lo que pasaba. Escuché un grito ahogado del otro lado del teléfono.

-¡¿Chiara?!- dijo entonces Violeta, y se escuchó un ruido como si hubieran agarrado el móvil bruscamente.- Oh, mierda.- yo me reí.

-Buenos días a ti también, hermosa.- dije, ya riendo fuerte. Ella me acompañó.

-Me vas a salir cara.- comenzó, haciéndome reír más fuerte.- Buenos días, cariño.- nos quedamos en silencio, y yo la escuchaba cambiarse.- Vale, vuelve a dormir. Ya te pediré la mitad de todo el dineral que me he gastado esta noche.- dijo, en broma, pero a mi me parecía bastante justo. Y así se lo hice saber.- Qué va, ni en broma. Cállate, y duerme. Que son las seis de la mañana.- me hizo saber, y yo miré la ventana asombrada al darme cuenta que aún había oscuridad fuera.- Descansa bien, Kiki.

-Gracias, Vio.

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Me volví a despertar a las 8, más por los nervios que otra cosa. Dibujé hasta que las ganas de ir al baño me vencieron, y entonces llamé a la enfermera que me cuidaba por las noches. Ella me ayudó a ir al baño, y luego me dejó en la silla de ruedas, libre. Yo decidí bajar por mi cuenta a la cafetería, no sin algo de miedo.

Choqué la pierna izquierda varias veces. En mi defensa, era muy difícil controlar todo. Una vez llegué a la cafetería, intenté tomar mi móvil para avisarle a Violeta que estaba aquí, y de paso ver qué hora era, pero me di cuenta que no lo había bajado. Me sentí una tonta.

Pensé un instante, y luego decidí que lo mejor era sentarme cerca de la entrada, así me vería al llegar. Le pregunté a una señora que estaba esperando la comida qué hora era. Nueve y siete minutos. La espera sería larga. Me pedí un café y me acerqué, no sin un poco de dificultad, a la última mesa de la cafetería, que a su vez era la más cercana a la puerta. Quité de una sutil patada una de las sillas, y me puse yo en su lugar.

Saqué del bolsillo de la silla mi cuaderno, y comencé a dibujar, para que el tiempo me pase más rápido. Como era costumbre, dibujé dos ojos que podía identificar con facilidad, y me pegué una bofetada mental. Aún así, pinté con las bolis un ojo marrón, casi negro, y el otro celeste.

-Dibujas muy bien.- dijo una voz, reconocible, encima de mi. Cerré el cuaderno espantada, y con una cara de horror levanté la mirada. Violeta me miraba desde arriba sonriente.-Y también pintas. ¿Hay algo que no sepas hacer?- agregó. Luego, volvió su mirada a mi cara, y se partió de risa. Yo no podía formular una palabra. -Bueno, chica, que ya sé que soy fea, pero tampoco para que me mires así.- dijo, y se partió aún más de su propia broma. Mi cara de horror se acentuó aún más si cabía.

-Eres una tonta.- dije, ya cansada que se riera de mí en mi cara.- ¿No te han dicho nunca que no se debe espiar?- pregunté, pero ella volvió a soltar una pequeña risita.

-Ya, me lo han dicho. Aunque últimamente no hago nada de lo que debo.- dijo, haciendo comillas en la última palabra, y guiñándome el ojo.- Buenos días, cariño.- me dijo, y se inclinó para dejarme un pequeño beso en la mejilla. Yo cerré los ojos y aspiré su aroma cuando se alejó. Los volví a abrir segundos más tarde. Ella me observaba intensamente.

Tras tus ojos (kivi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora