☪┃ᴛʜᴇ ʙᴀᴋᴇʀ's ᴅᴀᴜɢʜᴛᴇʀ «𝗞𝗧𝗛»

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Mis costumbres cambiaron tras descubrir que, durante la tarde, la panadería donde solía ir a comprar estaba atendida por una dependienta de lo más singular

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Mis costumbres cambiaron tras descubrir que, durante la tarde, la panadería donde solía ir a comprar estaba atendida por una dependienta de lo más singular.

—Hola. —dijo la muchacha incorporándose detrás del mostrador— ¿Qué le doy?

Me quedé mudo al entrar aquella tarde en la panadería donde solía ir a comprar. Yo esperaba encontrar allí a Soyeon, la misma señora campechana que durante los últimos doce años me había atendido cada mañana.
Por la edad que aparentaba la chica que se dirigía a mí en ese momento, supuse que debía ser la hija de la panadera. Se trataba, empero, de una joven de lo más peculiar. Aunque sus facciones guardaban un ligero parecido con las de Soyeon, aquella era una muchacha transgresora que poco o nada tenía que ver con su madre.

—Buenos días. Una barra de pan, por favor. —contesté de forma algo apresurada quizá, una vez superado el desconcierto inicial― ¿No está Soyeon?

―No, por las tardes estoy yo. Soyeon es mi tía.

Era joven, pero no especialmente guapa. Poseía una abundante melena recogida en una cola de caballo alta, un sencillo peinado que le iba bien a su cara estrecha de rasgos angulosos. Aunque llevaba unas gafas de pasta que la dotaban de cierto aire intelectual, el carácter relucía en sus ojos oscuros, igual que una señal de peligro. Me extrañó llevar tantos años comprando allí el pan y no haberme enterado que por las tardes había otra dependienta. Probablemente no debía hacer mucho tiempo que la chica se encarga del despacho, pero no quise preguntar para no parecer un fisgón.

—Me pones también media docena de magdalenas, por favor. —solicité, como si me acabara de acordarse de que no tenía nada para desayunar al día siguiente.

En realidad, yo prefiero las tostadas con aceite y sal, y mi intención era otra. Quería ver qué tal culo tenía la muchacha, y las magdalenas estaban precisamente en la parte más alta del expositor que había a su espalda. «No está nada mal, la verdad», pensé. «Si lo llego a saber habría pedido una docena y media». 

—Me llamo Taehyung. —dije a la vez que dejaba el dinero en la bandeja.

—Soojin… —respondió ella con una sonrisa que derrochaba carisma. 

Salí de allí con el pasmo aún en el rostro. La chica era una de esas jóvenes que te hacen sentir desfasado. Al contrario que yo, la joven panadera lucía un sin fin de tatuajes, extraños símbolos y palabras que no atiné a leer. El brazo derecho lo llevaba cubierto por entero de manchas moteadas cual un leopardo. En el izquierdo, en cambio, la Mano de Fátima compartía sitio con una orquídea. Más arriba, una calavera femenina con carmín en los labios y sombra de ojos tenía a su espalda una golondrina. Una serpiente de coral se enroscaba en torno a ese mismo antebrazo, dando la sensación de moverse según se movía la muchacha. Incluso en el envés de las manos podían verse unos dados y una brújula. 

Si bien, el lugar más insólito que Soojin llevaba tatuado era la mejilla, donde tres diminutos puñales parecían derramarse de su ojo izquierdo cual tres intimidantes lágrimas. Imaginé que Seyeon se había visto coaccionada de algún modo a contratar a aquella joven para hacerle un favor a su hermano o hermana. Algo me decía que Soojin había sido una de esas jóvenes con trastornos del desarrollo que abandonan de forma prematura los estudios. Cuántas de esas muchachas se ponen a trabajar de camareras en cualquier tugurio, demasiado inmaduras para discernir la precariedad que se esconde tras esa frágil independencia económica.

«𝗕𝗧𝗦» 𝐃𝐈𝐑𝐓𝐘 & 𝐇𝐎𝐓 𝐒𝐇𝐎𝐓'𝐒 (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora