☪┃ʟɪᴋᴇ ᴀ sᴏᴜʟ ɪɴ ᴘᴀɪɴ «𝗝𝗛𝗦»³

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Cuando salí de allí, eran casi las seis de la tarde

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Cuando salí de allí, eran casi las seis de la tarde. Mi encuentro con la madura bibliotecaria me hacía sentir pletórico. Por primera vez en mi vida, una mujer me había permitido que la sodomizara. Acababa de agotar toda mi energía sexual, pero seguía sintiendo la obligación de acudir al cementerio. Yo sabía que el espíritu de Jiwoon volvería a vagar frente a la tumba de su marido y, ahora que sabía quién era ella, sentía el deber de hacerle saber todo lo que estaba haciendo para ayudarla.

Antes de acudir al cementerio debía pasar por casa de mi abuela para recoger la linterna y algo de ropa de abrigo. Aún no había olvidado el gélido frío de mi anterior visita al camposanto. Además, al contrario que la vez anterior, esa noche el cielo estaría completamente despejado y la previsión meteorológica anunciaba heladas. Mi abuela se alegró de que hubiera vuelto tan pronto por allí. Como no era algo habitual, enseguida me preguntó si me había echado novia en el pueblo.

Tras unos segundos de duda, negué tal cosa. No podía considerar al fantasma de Jiwoon como mi novia, aunque si volvía a ocurrir lo mismo que la vez anterior, tendría que reconocer que había algo especial entre nosotros. Pensar en esa posibilidad me hizo caer en la cuenta de que tenía que lavarme un poco. Aunque la idea de desnudarme en casa de mi abuela me daba escalofríos, sabía que debía ducharme o, al menos, lavarme mis partes íntimas. 

No me apetecía averiguar cómo reaccionaría Jiwoon en caso de darse cuenta de que mi miembro tenía el olor de otra mujer. En invierno, la casa del pueblo parecía un frigorífico. Puede que eso explicase que mi abuela se conservara tan bien. Aunque una estufa de butano caldeaba la sala de estar, en el resto de la casa reinaba un helor invernal.

Después de una ducha ultra rápida, me fui a la sala de estar para volver a entrar en calor. Me situé cerca de la estufa, un par de centímetros más y mis pantalones habrían echado a arder.

Mientras merendaba una pequeña parte de lo que sacó mi abuela, me pregunté si podía enseñarle la foto que había hallado en la biblioteca. Debido a un glaucoma mi abuela había perdido la visión del ojo bueno, como ella decía. Afortunadamente, mi abuela conservaba una mente lúcida y una memoria asombrosa. A mí me llamaba la atención que se supiera de memoria todos los números de teléfono. Al ver la foto se quedó de piedra.

—¿De dónde la has sacado? —preguntó con incredulidad.

Mi abuela tuvo que mirar la foto a cierta distancia para poder verla. Por la cara que puso, estuve seguro de que había reconocido a aquel hombre. Aunque yo intuía de quién se trataba, deseaba que ella confirmara mis sospechas.

—Recuerdas que te pregunté por Jin el alguacil.

—¿Jin la tenía? —repitió extrañada de que el alguacil hubiese tenido escondida esa foto durante tantos años.

—Sí. —confirmé.

Por suerte mi abuela no quiso saber más.

—¿Sabes quién es? —le pregunté al cabo de un rato.

«𝗕𝗧𝗦» 𝐃𝐈𝐑𝐓𝐘 & 𝐇𝐎𝐓 𝐒𝐇𝐎𝐓'𝐒 (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora