Vamos Por Esa Casa

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Repasemos lo que había pasado hasta ahora... 

Nació en algún día de octubre, no tuvo padres, creció en un orfanato que grabó en su sentidos el hedor y sabor de la muerte, Serpiente fue quien lo “liberó” de esa prisión, prometiéndole grandeza si seguía sus pasos, creció como un fugitivo, aprendió cómo mejorar y con el tiempo obtuvo más aliados, amigos que todo criminal desearía tener, por años creyó que esa vida era lo que realmente quería hasta que creció más y maduró, entendiendo que realmente nunca fue así, que solo se había dejado encerrar en una jaula con cadenas de oro, abnegado de buscar una vida mejor, hasta que conoció a Nick durante esa noche en el hospital...
Quizás solo fue una excusa, quizás fue la gota que colmó su vaso, quizás solo fue el empujón que necesitaba para cambiarlo todo y romper la correa que lo ataba a esa falsa realidad y deshacerse del bosal que lo contenía en el silencio de solo ser una cara bonita con algo de cerebro.

Éste último año había sido perfecto, su pequeño de apoco había aprendido a comer pequeños alimentos sólidos, incluso estaba en vías de dar sus primeros pasos, además de ir mejorando la forma en la que intentaba imitar las palabras que lograba escuchar de sus conversaciones, era listo, fuerte y adorable, igual a lo que Lobo fue en algún momento.
Sabía de sobra que si dejaba a ese niño solo, en un orfanato, muy probablemente acabaría igual o peor que él y no deseaba eso. Tuvo la oportunidad de rescatar a alguien y lo hizo, lo reclamó cuando ya no tenía a nadie y trabajó para ser el héroe y salvador que ese bebé creía que era...

¿Y a dónde lo había llevado eso?

El plan de ésta noche era simple: participaría en una carrera ilegal a las afueras de la ciudad, le anunciaría a Diane que se iría de “fiesta”, ganaría contra esos adolescentes privilegiados, reclamaría el premio, completaría todo el dinero necesario para comprar la casa que quería, volvería con Diane, se llevaría a Nick y tendría su felices para siempre de una vez por todas...
¿Verdad?

Lobo conocía bien las reglas de éste tipo de carreras, ahí fue donde aprendió a conducir, ahí fue donde ganó sus primeros cientos de dólares cuando era un adolescente, pero mierda, había desmejorado notablemente desde la última vez.

Al menos su orgullo quedaba intacto, los otros competidores perdieron el control de sus autos antes de tener algo de esperanza de ganar el premio contra él, pero... ¿Por qué fallo?
¿Por qué ahora su auto se encontraba abollado, con los vidrios rotos y de cabeza tras la línea de meta? ¿En qué momento perdió la fuerza para controlar el volante? ¿Cómo olvidó que debía frenar? ¿Por qué se había sentido tan aterrado pese estar tan cerca de alcanzar su meta?

¿Jugó en en su contra? ¿Se autosaboteó? ¿Por qué las inseguridades de ser o no alguien perfecto para cuidar de Nick lo atacaban ahora? ¿Por qué esa paranoia de realmente no ser bueno lo atacaban en este momento y no antes de iniciar la carrera?

Su frente se encontraba con un corte profundo que poco a poco iba tiñendo su pelaje de carmesí, respiraba con dificultad, lidiando de forma silenciosa con el dolor que sentía por haberse roto al menos tres costillas y una un brazo fracturado.
Definitivamente debía mejorar o retirarse de hacer este tipo de cosas, ya no era tan joven para seguirse arriesgando así.

Los jóvenes que habían asistido para ver el espectáculo habían empezado a huir en sus propios grupos tras escuchar las sirenas de la policía llegando al lugar, con otros simplemente escondiéndose en los barriles de metal o debajo de los autos que quedaban para no ser vistos, aterrados de lidiar con las consecuencias de sus actos.

Quizás ya nada importaba.
Estaba demasiado cansado, la policía lo iba a reconocer en cualquier momento, sin duda lo llevarían a la cárcel por todo lo que había hecho y seguramente tendría que lidiar con su antigua banda una vez más. Le fallaría a Nick, le fallaría a todos, volvería a fracasar en su intento de ser bueno, otra vez... después de todo el esfuerzo volvería a caer.

Se resignó, cerrando sus ojos, cediendo al dolor, esperando tarde o temprano caer sin consciencia para no ser testigo de su última gran caída.
Hasta aquí llegaba todo...

— ¡¡Lobo!!... ¡¡Lobo!! —exclamaba Diane, corriendo hacia el accidente, ocultando su identidad tras una capucha negra entre un par de jeans un zapatos deportivos.

El mayor a duras pena logró reconocer la voz de su compañera, sorprendido ¿Cómo supo que estaría ahí? ¿Acaso tenía contactos en ese tipo de eventos?

De igual forma no era suficiente. Aún si le prometía el cielo y el cariño que nunca pudo recibir antes de hoy no la escucharía, no, no a ella...

— ¡¡Papá!!... ¡¡Papá!!

Sus ojos se abrieron de golpe.
¿Ese era?... ¿Podría ser...? ¿Nick?

Se giró a ver a un lado y su corazón empezó a latir fuertemente, como nunca antes. Su hijo, su pequeño cachorro caminaba por primera vez después de liberarse de los brazos de la mayor e iba hacia él, repitiendo esa maravillosa palabra una y otra vez, solo para él.

— Nick... —titubeó, con su voz quebrandose, conmovido aún entre su dolor y tristezas.

— ¿¡Qué mierda fue lo que hiciste!? —gritó Diane, arrodillándose frente a él, en lo que intentaba quitarle el cinturón de seguridad para liberarlo.

— ¿Cómo me encontraste? —preguntó en lo que por el subidón de adrenalina intentaba mover sus piernas y usar su mano libre para ver qué podía hacer para salir de ahí.

— ¡Literalmente escribiste “Ve Preparando A Nick, Les Ganaré A Esas Perras, Aquí Está La Dirección Si Quieres Ir A Ver”! —respondió, en lo que lo jalaba por la ventana rota, dando todo de sí misma para actuar antes de que los policías se dieran cuenta de lo que estaba pasando, estresada por el ruido de las sirenas y los gritos de los oficiales hacia los adolescentes que iban arrestando a metros de ellos.

— Mierda... —quejó, siseando entre el dolor que sentía con sus costillas rotas perforando sus pulmones en lo que él intentaba moverse para salir de una vez por todas— ¿Y desde cuándo Nick habla?

— Empezó hoy —responde, jalandolo de los brazos para así irlo arrastrando fuera del auto, sin llegarle a importar en lo más mínimo los alaridos del lobezno por tratar tan injustamente su brazo roto—, le ofrecí ver una película y fue lo primero que dijo.

— Lamento no haber estado ahí... —murmuró en un profundo jadeo, con las lágrimas llenando su rostro por el dolor físico que lo recorría de pies a cabeza, apoyando su brazo sano sobre el asfalto, respirando de forma pesada.

— ¡Papá! Pa...pá —balbuceaba el pequeño infante entre lágrimas, extendiendo sus brazos hacia él, cansado de haber hecho tanto esfuerzo solo para verlo, sin entender porqué parte de su ropa estaba teñida de rojo, deseando solo recibir un abrazo de él.

“...Moriré felíz el día en el que pueda escucharlo decirme papá...”


Falso.
Ahora que sabía cómo se sentía, como se escuchaba y cómo se veía no se dejaría atrapar por las garras de la muerte tan fácil, no ahora que tenía una nueva y poderosa razón para seguir esforzándose en su camino para ser mejor.

— ¡¡Ya, vámonos!! —exclamó la vulpina, tras cargar a Nick en sus brazos, jalando a Lobo de su brazo sano para así empezar a correr lejos del terreno, viendo hacia atrás en cada momento solo para verificar que nadie los siguiera.

— ¿¡Y mí auto!? ¡¡Mí auto Diane!! —queja, sin tener fuerza para resistirse, preocupado de perder uno de los pocos trofeos que obtuvo por su propia cuenta, viendo repetidas veces hacia atrás.

— ¡¡Te compraré uno nuevo, ahora solo debemos ir al hospital!! —regaña, jalandolo con fuerza para así seguir corriendo hasta dar con el auto que había dejado escondido detrás de una de las vallas publicitarias, estando a menos de un kilómetro de de donde había encontrado a Lobo.

¿Dar su auto a cambio de las primeras palabras y los primeros pasos de su hijo? Sí, se veía justo.

Rápidamente la familia se metió al auto de Diane, escurriendose por entre la oscuridad, con Nick acomodado en el asiento de pasajeros mientras Diane conducía a toda velocidad hacia el centro de la ciudad, con Lobo intentando hacer ejercicios de respiración para así controlar su dolor y así no gritar ni enloquecer de miseria en el asiento del copiloto.

Sin duda estaría bien... Los mejores doctores siempre atienden a ésta hora de la madrugada ¿No?

The Path With You ft. Diane&NickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora