Lo Sabe

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Lobo había tenido que emprender un viaje a otro estado. Se ausentaría por un tiempo para así resolver un asunto en privado, un asunto que, dependiendo de si saliera bien o mal podría salvar o arriesgar su vida.

Lógicamente Diane había asumido la responsabilidad de cuidar a Nick por esa temporada, aprovechando la coincidencia de que justo se había ido en su semana de vacaciones para así dedicarle más tiempo a Nick y de esa forma ir fortaleciendo los lazos de madre e hijo.

Los días pasaban y por más bien que pudieran pasársela juntos Nick parecía ir desarrollando una incomodidad que crecía día con día. Algo extraño, puesto que antes no mostraba un comportamiento tan lejano y distante de ella. ¿Acaso Lobo tenía algo que ver con eso? ¿Le había dicho o mostrado algo que Nick no debía ver? ¿Por qué Nick era tan distante ahora? ¿Por qué parecía que por momentos le tenía miedo?

Se encontraban en la sala, con el más pequeño de los dos jugando con el nuevo camión de policía que su papá le había comprado antes de irse, abstraído en sus pensamientos mientras Diane terminaba de construir una casa azul con bloques para armar, sintiendo la tensión en el aire, incómoda, sin saber qué hacer o decir.

— Sé lo que eres —sentencia brevemente el de pelaje naranja y camisa verde con shorts azules—, mamá.

La vulpina se tensa en su lugar, viéndolo de soslayo con sus orejas alzadas, tensa ¿Había escuchado bien?

— ¿Por qué...? —balbuceó el menor— El sótano... ¿No me dijiste?

Foxington suspira de forma pesada, tensando el cuello de su suéter rosa en lo que lo ve de soslayo, nerviosa.

— ¿De qué hablas, cariño? —pregunta, sonriéndole de forma incómoda.

— Sótano... —gruñe, intentando dar todo de sí que sus sentimientos no ahogaran sus palabras, haciendo todo a su alcance para hablar de forma fluida como el niño grande que era— Papá me cuidó un día... Y fui al sótano... —habla de forma pausada— Habían fotos tuyas, habían cosas... ¡Muchas cosas! ¡Grandes!... ¡Y tesoros!

Diane se muerde la lengua.
Entiende que en uno de los días en los que Lobo lo cuidó, antes de la mudanza, antes de su cumpleaños, antes de todo, él fue al sótano y vió todo su arsenal de armas, armas y tesoros que no debía conocer nunca, que jamás debió ver...
Quizás eran esos recuerdos los que habían calado en la conciencia de Nick, generándole esta incomodidad que se había dado a notar en estos días.

Gruñó en voz baja, quizás Lobo si tenía culpa de esto. Lo que sea que haya hecho, cual fuera su distracción para que Nick llegara al sótano era imperdonable.

Debía reparar ésto.
No importa cuánto tiempo hubiera pasado desde lo ocurrido, simplemente debía darle una explicación. No quería que su hijo creyera que era una villana o peor, debía decirle algo y aclarar la situación.

— Todas las mamis tienen un pasado, Nicky... Pero escucha —confiesa, tomándolo delicadamente de las manos, procurando verlo a los ojos en todo momento—. Lo que sea que hayas visto no es lo que mami es ahora, eso... ya no es mío ¿Sí? Yo jamás te haría daño, nunca.

— ¿Lo prometes mami? —pregunta Nick, ladeando su cabeza con cierta desconfianza.

—  Lo prometo, Nicky —sentencia de forma segura.

El más joven no quiere hacerse del rogar, no aún. Confía en la mirada de su madre y se lanza a sus brazos en un cálido abrazo, restregando su mejilla contra ella, inhalando el dulce y encantador aroma que desprendía, convenciendolo de que ella es sin duda su lugar más seguro en todo ese mundo.

— Oh, Nick —susurra la mayor, correspondiendo al abrazo, sintiéndose más aliviada tras saber que su hijito no la odiaba y podía volver a confiar en ella— Lamento que te hayas sentido asustado por eso.

— ¡No estuve asustado! —mintió, separándose abruptamente del abrazo— Solo...

La vulpina de orbes esmeraldas lo vió, alzando una ceja ante su incredulidad, cruzándose de brazos en lo que esperaba una respuesta final.

—  Solo tenía frío.

— Sí, solo tenías frío —ríe tenuemente, acariciando la cabeza del más pequeño, sonriéndole de forma suave en el proceso— Eres muy bueno investigando ¿Sabes? Eres muy inteligente —añadió, dando un pequeño y juguetón toque sobre su nariz.

El más pequeño sonríe de oreja a oreja, ilusionado por sus palabras y lo que ella parece creer de él.

— ¿Lo soy, mami? —pregunta, moviendo su esponjosa colita de lado a lado, sumamente emocionado.

— Sin duda que sí —afirma, levantándose de su lugar— Y ya que eres muy inteligente, me vas a ayudar a preparar las galletas de hoy.

— ¡¡¡Siiiiiii!!! —festeja Nick, dando grandes y energéticos saltos en su lugar, siguiéndola en su camino hacia la cocina— ¿Y puedo lamer la masa? ¡Por favor! —pide, tomándola de la mano, sin dejar de saltar alegremente con cada paso dado.

— Claro que si —asegura con una sonrisa confiada—, pero no comas mucho o te dolerá el estómago —aconseja, soltando su mano para así acariciar su cabeza y orejas.

— Sí, mami —acepta entre pequeñas risas risueñas.

La vida no podría ser mejor ¿Verdad?

The Path With You ft. Diane&NickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora