Salvaje

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El par de canidos miraba fijamente el cielo estrellado, con la silente compañía de los pinos rodeandolos en aquel claro del bosque, con la bóveda celeste abierta y dispuesta a mostrarse en su totalidad para ellos, los hijos abnegados de la naturaleza salvaje.  

Cansado de siempre quedarse encerrado en casa cuando la vulpina naranja debía irse de viaje para atender sus responsabilidades el lobezno de gris decidió aprovechar ese tiempo para llevar al pequeño cachorro de zorro de campamento, ya fuera para enseñarle un nuevo entorno o solo para poner a prueba sus lazos como padre e hijo, a fin de cuentas si había algo que siempre había deseado hacer ir de campamento y pasarla bien con alguien, un deseo que descansaba en el fondo de su corazón desde que era un niño huérfano que soñaba en volver a ver a sus padres y así tener momentos como éste.

El joven de pelaje naranja vestía una camisa con estampado militar en conjunto de pantalones grises y más allá de admirar el panorama nocturno encima de su cabeza estaba más entretenido jugando con sus deditos, con sus orejas moviéndose ante el más mínimo ruido, como el crepitar del fuego de la fogata sus espaldas, las ramas moviéndose entre los árboles que los rodeaban y los grillos y ranas que saltaban en los alrededores, todos cooperando para dar a rienda suelta una sinfonía nocturna capaz de relajar o tensar a sus oyentes.

Lobo no pretendía hacer mucho esa noche. Con su cabeza reposada sobre un tronco que podrían o no usar para avivar el fuego, con una camisa azabache ajustada entre pantalones deportivos verdes a juego con zapatos de montaña marrones se sentía más que cómodo.
El silencio, la ausencia de luces blancas o amarillas cerca y el notable despojo de las tecnologías y comodidades habituales le daba cierto sentimiento de libertad, como si estuviera en su verdadero entorno, su hogar real pese a que fuera la primera vez que experimentaba estar en un lugar así...
Quizás su naturaleza salvaje seguía ahí en más de un aspecto.

— Estoy aburrido... —queja el más pequeño tras dar golpes en el césped debajo de él— ¡Quiero a mí mamá!

— Pronto volveremos a ver a mami, campeón —consuela, viéndolo con una amigable sonrisa—. ¿Por qué no hablamos, eh? Hablar es divertido —sugiere, sentándose frente a él, acomodándose en lo que tomaba una rama, perforando con esta una de las piezas de malvaviscos que habían en la bolsa que trajeron de camino al bosque—. A ver... Que se ocurre, dime qué quieres hablar.

— Hmmm... —gruñó el de grandes orbes esmeraldas, encogiéndose de hombros en lo que intentaba pensar, no era bueno en eso aún así que era difícil— ¿Dónde estamos?

— En un bosque —acerca el malvavisco perforado a la fogata, moviéndolo de vez en cuando para que pudiera dorarse de lado a lado y quedar perfecto.

— ¿Qué es un bosque? —ladea su cabeza, inclinando sus orejas hacia un lado, sorprendido por la nueva palabra que le acababan de enseñar.

— Un bosque es... Un lugar donde hay árboles, animalitos y... flores, muchas, muchas flores —explica, entregándole el malvavisco tras presionarlo entre dos piezas de galletas—. Es un lugar eh... muchas veces alejado de la ciudad donde puedes hacer lo que quieras.

— Ah... —murmura, tomando la comida, olfateándola para acto seguido darle la primera probada, convenciendolo para comérsela por completo— Ehh... Ah... ¿Qué de se hacer? —titubea, dando lo mejor de sí para hacer su pregunta de una forma en la que su padre lo entienda.

— ¿Qué se hace en el bosque? —el zorrito asiente rápidamente. Sonríe— La gente viene a pescar, a reunirse con amigos, hacen fogatas como nosoy, montan campamentos, practican senderismo que es, caminar... Y hay quienes vienen para visitar a alguien.

— ¿Cómo quienes?

El de orbes amarillas se mordió la lengua.
No podía contarle de la vez en la que se devoró a una niña y a su abuela cuando era más joven solo porque éstas molestaban a los animales que vivían cerca, mucho menos podía contarle el porqué por un negocio mal hecho tuvo que comerse a tres cerditos que le jugaron sucio y ya ni hablar de la banda de los cabritillos que le robaban el dinero de sus robos por órdenes de su madre, no, no eran historias de las que se sintiera orgulloso, mucho menos eran historias que podrían contarse a un niño, a menos que...

The Path With You ft. Diane&NickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora