El Secreto De Mami

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Solo quería un vaso de agua...  

La semana había sido lenta y aburrida.
Diane había tenido que volver a irse de viaje para atender sus responsabilidades, asistiendo a reuniones en diferentes estados en lo que negociaba con otros políticos sobre lo que tenía o no derecho de hacer, además de ir consiguiendo más alianzas y apoyo para sus propuestas, lo que dejaba a Lobo con la misión de velar por Nick las veinticuatro horas del día una vez más.

Ya lo había hecho hace tiempo, pero no había sido tan complicado como ahora.
Quizás era el hecho de que el vulpino podía caminar, o quizás era el detalle de que tenía más energía que antes, el caso era que cada día era más difícil que el anterior, siempre había tanto por hacer como despertar, preparar el desayuno, jugar, ver televisión, jugar, preparar el almuerzo, convencerlo para comer el almuerzo, jugar, convencerlo de tomar una siesta, fallar en el intento, darle una merienda, jugar, ver televisión, luchar para darle un baño, cenar, jugar, ver televisión, jugar y con suerte estar en la cama para las once y media... con suerte.

¿En que momento Nick se había vuelto tan apasionado con andar de un lado a otro y jugar a cada hora? Cuando era una pequeña bolita de risas y lágrimas no era tan difícil hacerlo felíz, sólo debía darle de comer, cambiarle el pañal, mecerlo y dejarlo descansar en algún lugar seguro y eso era todo.

No estaba cansado de jugar, alimentarlo, bañarlo o entretenerlo en general, estaba cansado porque cada noche, a altas horas de la madrugada, el angelito volvía a sus brazos, pidiéndole entre un juego y una historia nueva para alimentar su imaginación y matar su aburrición y no era sencillo, su mente no estaba programada para activarse a altas horas de la noche, mucho menos si le hacían exigencias tan extravagantes después de pocas horas de sueño.

Era su pequeño huracán, y así lo amaba.

Tal vez sería por todo ese cansancio que, mientras veían televisión en uno de esos canales infantiles; quedó completamente dormido, durmiendose en los laureles como decían por ahí, descuidando su atención de Nick quien, tras intentar rogarle por un vaso de agua con su pequeño e inexperto vocabulario e intentar despertarlo una y otra vez decidió encaminarse solo hacia la cocina para buscar su agua, activando algún mecanismo extraño que movería la nevera a un lado y le mostraría un compartimiento de metal y luces brillantes.

Cegado por la curiosidad decidió embarcarse en esa nueva aventura ¿Acaso aquella extraña caja de luz lo llevaría a un nuevo mundo? ¿Quizás a una tierra de magia, juegos y adultos con energía y sonrisas infinitas? Solo había una forma de averiguarlo.

Se adentró de forma cautelosa y la puerta se cerró automáticamente tras sentir el peso de aquella pequeña personita, descendiendo rápidamente hacia el sótano de la edificación, sin lograr alterar a Nick quien a duras penas entendía lo que pasaba en aquella caja que se movía hacia abajo. Una vez que las puertas se abrieron el pequeño Nick gateó fuera hasta ponerse lentamente de pie, observando su alrededor, notando aquellos anaqueles llenos de armas como rifles, escopetas, látigos, cuchillos, espadas, lanzamisiles, bombas, artilugios de espionaje, etc.

¿Qué serían esas cosas? ¿Serían juguetes? ¿Serían dulces de regaliz negro gigantes? ¿Serían reales? No entendía lo que eran, mucho menos sabía para que servían, pero algo era seguro, la energía y calefacción de aquel lugar no era apropiada para él.

Instintivamente empezó a abrazarse a sí mismo, agachando sus orejas en lo que sus ojos se llenaban de lágrimas, hacía demasiado frío, quería volver con su papi y recibir la calidez que solo él era capaz de darle, a lo menos reunirse con su mami y quedarse dormido entre sus cómodos y seguros brazos, pero no era posible, aún no tenía idea de cómo volver o de dónde estaba ahora.

Siguió avanzando, notando como entre uno de los estantes reposaba un marco de fotos en donde podía ver a una mujer vestida de negro de pies a cabeza, con una tela especial escondiendo su nariz y boca, con un traje tan ajustado que era imposible no reconocer su anatomía.
Ladeó su cabeza confundido, esa mujer se parecía a su madre pero se veía como una villana ¿Por qué iba completamente de negro? ¿Por qué posaba con una explosión a sus espaldas? ¿Por qué lo miraba tan enojada? ¿Dónde estaba su cálida sonrisa? ¿Por qué se sentía tan nervioso al ver esa foto?

Trató de desviar su atención a otro lado, topandose con una vitrina iluminada desde adentro que mostraba el mismo traje que había visto en la foto recientemente, llamando su atención por el detalle de desprender un aroma peculiar, único, un aroma que solo su madre podía poseer...

Sus orejas se alzaron en señal de alarma, confundido en lo que intentaba conectar los puntos que sus sentidos ya habían asimilado.

— ¡¡¡Nick!!! —llamó Lobo tras salir corriendo del ascensor— ¡¡Nick, aquí estoy!!

— ¡¡Papá!! —llamó, girándose hacia él para así empezar a correr y alcanzarlo, tropezando en el proceso, siendo detenido en su caída por las fuertes y seguras manos del lobezno— Papi...

— ¿Qué hacías aquí? ¿Cómo llegaste-? —titubeaba, distraído en lo que seguía intentando despejar los restos de sueño que aún acechaban sus sentidos— No debiste bajar aquí, está prohibido Nick.

— Perdón papi —disculpa entre balbuceos, acurrucandose contra su pecho, temblando, con su pequeña cola retraída entre sus piernas.

— Ya no importa, hay que subir ¿Sí? Ya casi es hora del baño y debes quedar bien limpio antes de cenar —comenta, acunandolo entre sus brazos en lo que iba de regreso al ascensor.

El joven clava sus pequeñas garras contra la ropa del lobo, sintiéndose incómodo, casi frustrado.
Tenía demasiadas cosas que decirle, una o dos preguntas por aclarar pero ni siquiera era capaz de conectar las palabras adecuadas para hacerse entender, a duras penas podía decir cinco en una sola oración y ésto ya de por sí rebasaba todos sus límites por el momento.

Instintivamente empezó a patalear, probando con mostrar su descontento con una mímica floja y confusa, con el más grande reteniendolo entre sus brazos, procurando no dejarlo caer en lo que el ascensor los llevaba de regreso al interior de la casa.

Tarde o temprano se olvidaría de eso, pero quizás ese raro sentimiento en su corazón no se desvaneceria con la misma sencillez.
Quizás solo estaba exagerando por su sensibilidad juvenil, quizás realmente tenía motivos para sentirse preocupado, quien sabe...
Solo el tiempo podría aclarar toda ésta situación.

The Path With You ft. Diane&NickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora