La Cena

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Tecleaba furiosamente en su computadora, a un ritmo desenfrenado, con su mirada arisca notablemente acentuada por su par de lentes, observando fijamente la pantalla, como si estuviera peleando con alguien al otro lado...  

Mientras tanto, en la cocina se encontraba el lobezno de pelaje grisáceo dándole un espectáculo sin igual al zorrezno sentado sobre la trona en frente de la barra de la cocina, con el mayor batiendo la fórmula de su leche en los biberones, ejecutando proezas como si fuera un bartender profesional y capacitado frente a un público cautivo ansioso de ver sus trucos.  

El tiempo volaba muy rápido.
Para antes de que la mayor pudiera darse cuenta ya había pasado un mes, treinta días, setecientas veinte horas —más o menos— completas, tiempo ¿Invertido en qué? En cuidar de Nick, en lidiar con sus responsabilidades al todavía ser la alcaldesa de la ciudad, de asistir a reuniones con altos mandos, figuras políticas, mafiosos, gente con dinero suficiente para que alcanzara su meta a cambio de pequeños favores...

Si descuidaba a Nick se sentía mal por centrarse solo en su trabajo, pero cuando se concentraba solo en Nick se sentía miserable por alejarse de su trabajo. No había un punto medio todavía y sin duda ya habría tirado la toalla en algún extremo de no ser por su ayuda...

Lobo.

No mintió cuando dijo que él cargaría con el cuidado de Nick, lo había cumplido, sin duda. Cada vez que debía irse en la madrugada para viajar a otro estado o distrito muy alejado solo para atender largas y tediosas jornadas laborales de papeleo, reuniones, acuerdos y testimonios para los noticieros o el periódico él estaba ahí para respaldarla, llegando a primera hora, cuidando a Nick como si se tratase de su propio hijo, alimentandolo, bañandolo y jugando con él, hablándole, estando presente de forma física y sentimental, siendo su guardián en aquellos días donde nadie más podría hacerse cargo de él.

Es muy probable que el crimen en la ciudad hubiera disminuido al menos un ochenta por ciento por eso.

Aún así, no se sentía segura...
¿Lobo le habría contado a sus amigos que cuidaba de un niño ahora? ¿Les habría dicho que técnicamente lo robó de un hospital? ¿Ellos lo entenderían? ¿Que pasaría si, no lo sé, alguno de ellos se sintiera celoso de Nick? Él solo era un bebé, un niño pequeño e indefenso con necesidades que quisieran o no se habían apoderado del corazón de su líder, de aquel maleante que con anterioridad habría sido capaz de devorar física y socialmente a cualquiera que considerase un impedimento o un estorbo a largo plazo...
¿Sus amigos, aquella banda criminal, odiarían a Nick? ¿De saber su existencia irían tras él, para herirlo y eliminarlo? Lobo no era igual a ellos, aún pese a tener instintos salvajes latentes era el más civilizado de todos, y ese era el problema, que sus amigos, su equipo, su banda, no pensaran dos veces antes de herir a alguien como lo hacía él.

Suspiró, con sus manos temblando sobre las sensibles teclas de su computadora, angustiada ¿Acaso ahora pensaba en lo imposible del futuro? ¿Ahora era ese tipo de mujer?
Alzó su mirada, volteando hacia al cocina, viendo a Nick bebiendo la leche de su biberón mientras observaba en el iPad posado sobre la encimera algun musical colorido y simple que, por alguna razón, también atraía la atención de Lobo.

Frunció el entrecejo, devolviendo su mirada a la computadora. Si lo peor llegase a pasar, si aquella banda de locos se le ocurriera ir a por Nick por la envidia de ver a Lobo dándole amor, atención y apoyo a alguien más que no fueran ellos tendrían que pasar por encima de ella antes de siquiera tocarle un pelo.

Él era su mayor tesoro y si en algo era excelente era en mantener lejos a aquellos que quisieran quitarle sus tesoros.
No en vano jamás le confiscaron aquellos que obtuvo antes de ser Diane Foxington, antes de ser la más buscada, antes de ser la madre que era ahora.

— ¿Ya lo llevaste con el pediatra? —preguntó Lobo, sin quitar sus ojos de la pantalla con colores estrafalarios y melodías alegremente aleatorias.

— He estado ocupada —respondió la de pelaje anaranjado a secas, retomando la redacción que había dejado a medias por sus preocupaciones y planes a futuro.

— Puedo llevarlo mañana mismo si quieres —añade, girándose para verla por encima del hombro.

— No, no. Ya lo llevaré yo el miércoles, en serio —se apresura a responder, girándose en su asiento para verlo a la cara—, es solo que... —suspira frustrada, quitándose los lentes de pasta negra, haciéndolos a un lado en lo que frota sus ojos con cierto cansancio— Debo organizarme mejor, es todo.

— Confío en ti, Diane —dice Lobo con un tono seco y hasta lejano para posteriormente volver a dirigir su mirada hacia el iPad y el vídeo, con Nick balbuceando mientras juega con el biberón vacío, distrayendose más por ese envase de plástico que por la serie.

La mayor de orbes esmeraldas bufa, negando con la cabeza, siguiendo con su trabajo, dándose prisa para acabar de una vez y así centrar su atención en Nick y, por ende, tener una excusa para echar a Lobo de su casa de una buena vez.

The Path With You ft. Diane&NickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora