Recuerdala

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El campo santo yacía en completo silencio mientras las primeras ventiscas del otoño empezaban a arrastrar las hojas de los árboles en un frenesí caótico y mágico a la vez.

Los colores de naranja en un degradé hacia un café ligeramente claro, con las nubes acumuladas en el firmamento para así dar la impresión de unos cielos grises y sombríos, con el pasto secándose y cediendo ante el cambio que se avecinaba, pasando de ser verde y suave a ser de una tonalidad oscura y áspera, punzante y frágil a la vez daba un aura serena pero a la vez inquieta, como si entre todo el preciado silencio que dominaba el lugar no estuviera en la tan deseada paz.

Los árboles desnudos se mecían de lado a lado ante las silbantes corrientes de viento, alertando a los pajarillos que no habían visto algo similar antes, dándose prisa en recolectar los alimentos necesarios para sobrevivir el tiempo que fuera necesario.

No era normal percibir climas tan fríos en esa ciudad, pero así les había tocado ese año. No podían oponerse a la naturaleza, al menos no más de como lo habían hecho hasta ahora.

El lobezno de pelaje plateado miraba fijamente la tumba de alguien que con todo el placer del mundo hubiera deseado conocer, el remanente de a quien le debía tanto, a aquella que había hecho su sueño posible, sosteniendo entre sus manos un ramo de flores anaranjadas que, esperaba, fueran de su agrado.

— ¿Así que ésta era tu emergencia? —habla la vulpina de pelaje naranja, parca beige y bufanda blanca y licras azabaches, cruzada de brazos, viéndolo con una ceja alzada, incrédula— ¿De verdad, un cementerio?

— Diane... —murmuró, viéndola por encima del hombro, con una mirada un tanto vacía y seria— ¿Qué haces aquí?

Foxington ladea su cabeza a un lado, jamás había visto a Lobo mirarla a sí. Quizás había hecho mal en seguirlo a escondidas después de notar cierto patrón de desapareciones por su parte.
Quizás no debió hacer notar su presencia de una forma tan negativa.

— ¿Qué haces aquí? —repite, sonriendo de forma sarcástica— ¿Qué haces tú aquí?

— ¿Quién está cuidando a Nick? —pregunta, demostrando cierta preocupación en su voz.

— ¿Te puedes calmar? Literalmente se quedó durmiendo en mí casa y no te preocupes. Las ventanas y puertas están cerradas, no le va a pasar nada y conociéndolo quizás no despierte hasta que sea media noche —responde, avanzando por entre las tumbas que emergían de aquel prado marchito—. Ahora, respecto a ti...

— Solo vine a visitar a alguien, alguien especial... —suspira, arrodillándose para depositar las flores frente a la lápida, metiendo después sus manos dentro de los pantalones negros que hacían juego con su suéter marrón oscuro con bufanda gris.

La de ojos verdes duda de sus palabras y rápidamente se hace un lugar a su lado, quedando en shock con el nombre que rezaba la lápida que coronaba el pequeño montículo del cementerio, sintiéndose repentinamente débil, impactada, inclinando súbitamente sus orejas hacia un lado.

— ¿...Wilde? —repite su apellido en voz alta, repasando con suspicacia el relieve de su nombre, sin poder creer lo que sus ojos veían— ¿Ella era...?

— ¿La madre de Nick? Sí —concluye, apartándose con un par de pasos, tomando distancia de la zorra.

— ¿Cómo la encontraste?

— Fue por accidente —confiesa, subiendo y bajando los hombros en lo que se daba un momento para admirar el resto del lugar—. Vine para... deshacerme de un problema y de regreso la encontré.

— ¿Hace cuánto que pasó eso? —pregunta, viéndolo con sumo interés.

— Un año... O dos. Desde entonces suelo venir de vez en cuando para dejarle algo, aveces traigo velas, otras veces traigo flores —sonríe de forma lastimera, como si no estuviera hablando de cualquiera desconocido, como si fuera algo en extremo íntimo para él—. No es mucho, pero es de las pocas cosas buenas que sé hacer.

Diane desvía la mirada hacia la fecha de nacimiento y muerte de aquella mujer, siendo ésta última la misma fecha en la que Nick había nacido, al menos según los papeles que Lobo le había traído hace mucho tiempo.
Un pequeño escalofrío la recorrió de pies a cabeza.

La vida era tan corta, tan fugaz y tan frágil que el simple hecho de recordar que tarde o temprano ella acabaría así también era devastador.
Algún día ella moriría, quien sabe si Nick o Lobo se irían antes que ella, incluso después, el caso es que todos terminarían igual, el mismo final, con el mismo miedo, en diferentes fechas.

Quizás Lobo tenía razón al no estar de acuerdo con verla tan obsesionada con el trabajo. Quizás tenía razón al pedirle que pasara más tiempo con Nick, a fin de cuentas el bien sabía lo que podría pasar, quizás no quería que su cachorro enfrentara otra pérdida, no siendo consciente de que ahora le faltaría algo.

— ¿Y Nick sabe de ésto? —pregunta, encaminándose a su par.

— No tiene idea de nada y más vale que siga así —sentencia fríamente—. Aún no está preparado para saber que no eres su verdadera madre, es mejor que siga creyendo que la familia que tiene es su familia original.

La de pelaje anaranjado asiente lentamente con la cabeza, entendiendo su preocupación, de todas formas ella tampoco se sentiría cómoda si de la nada Nick se entera que ella no es su verdadera madre, no le gustaría lidiar con el llanto y la confusión de un ser tan sensible e impredecible como él, no... no quería que dejase de verla como su madre, no podría tolerarlo, no después de tantos años donde ella misma se había convencido de ello también.

Lentamente el mayor de los dos se fue, avanzando por entre las tumbas cuesta abajo, con la cabeza agachada, silente.
La mayor no pudo seguirle el paso, aún tenía demasiado que reflexionar.

Miró hacia la tumba de la mujer que había dado su vida por el nacimiento de su más preciada posesión, de su más invaluable tesoro y se sentó a su lado. Jamás había estado en un cementerio antes, nunca sintió la necesidad de ir así fuera para averiguar si sus padres pudieran o no estar ahí, simplemente no tenía ese tipo de experiencia.

Suspiró, abrazando sus piernas en lo que agachaba su cabeza entre sus dos hombros, siendo consciente del silencio a su alrededor, de la forma en la que todo yacía en una quietud que la alarmaba y al mismo tiempo la intrigaba.

Para cuando se dió cuenta Lobo ya se había ido por completo y eso estaba bien.
Necesitaba este tiempo a solas para reflexionar qué estaba haciendo mal, intentando no pensar mucho en el destino de la mujer que habia dado origen a todo ésto.

Es probable que no volviera a casa ese día.

The Path With You ft. Diane&NickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora