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Me encuentro en la Malagueta.
Estoy de pie observando el mar.
Mar que llevo 7 años sin ver.
He cambiado mucho. He madurado.
Ya no soy la pequeña Coraline de 17 años. Ahora tengo 24.
Respiro profundamente sintiendo el aroma de la playa golpeándome el rostro.
Entonces alguien toma mi mano y me doy vuelta para mirarla.
𝑍𝑜𝑒.
𝑀𝑖 𝑍𝑜𝑒.
Grecia es realmente hermoso. Y a Grecia le siguió Italia. Y Londres.
No nos hemos detenido ni un segundo. Menos aquí.
Zoe dice que es para visitar a su hermano y su padre que, por cierto, se han mudado a una casa mucho más cómoda y lujosa gracias a Zoe.
Yo siempre le creo todo. Pero esta vez me he pasado de inocente. Me doy cuenta cuando Zoe me mira profundamente.
-Cora... Hay algo que quiero decirte.- Murmura suavemente y yo asiento con mi cabeza para que continúe.
-Aún recuerdo la primera vez que te vi. Con esa faldita de cuadros y esas botas. Te amé desde el primer segundo en el que te sentí a mi lado y desde ese 6 de enero mi vida comenzó a girar en torno a ti. Todo mi ser te perteneció desde que llegaste, y te he perseguido por mar y por tierra miles de veces para alcanzarte. Para que no te convirtieses en ese recuerdo borroso y lejano al que tanto temo. Pero la agonía de amarte me matará si no te lo digo.
Se me detiene la respiración cuando comienza a arrodillarse ante mí y saca una pequeña cajita negra. La abre y dentro hay un anillo plateado con un diamante azul en el centro. Y el anillo está enganchado a una cadena de plata.
