𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐𝟔

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                                                                                                            /𝘡𝘰𝘦/

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                                                                                                            /𝘡𝘰𝘦/

Me despierto con el recuerdo de anche a flor de piel. Como la toqué. La desnudé. La besé. Y probé cada parte de su cuerpo. Fue como estar en el cielo. Parece hasta irreal, pero la prueba está frente a mí.

Acurrucada entre las sábanas revueltas con tan solo una camisa mía y unas braguitas. Sus ondas azabaches esparcidas salvajemente sobre la almohada y sus mejillas ruborizadas. Aún sigue dormida y creo que eso es buena señal. Últimamente ha estado muy apegada a mí y no puedo evitar sentirme insegura. ¿Habrá algo que le preocupa? Si algo le pasase me lo diría...¿no? Eso espero.

Hoy hace un día lluvioso así que será mejor que nos quedemos en casa viendo alguna película de drama que tanto le gustan a Cora. 

Extiendo la mano y acaricio su cabello con mucha suavidad para no despertarla pero parece sentir mi tacto y rueda hacia mi para abrazarme. Yo le devuelvo el abrazo con todo mi amor y observo como abre los ojos lentamente.

-Buenos días, cariño.-  Le digo yo y le beso la frente. Ella sonríe en respuesta.

-Buenos días, amor.-  Responde ella acercándose todo lo posible a mí.

-Te amo, Coraline.-  Al fin murmuro esas palabras que tanto llevan amenazando con salir desde que la conocí.

-Yo también te amo, Zoe.-  Me responde ella y me besa con dulzura. Le ha salido tan natural...tan dulce...

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Por la tarde sigue lloviendo bastante y decido ir a la cocina a hacerme un café y a Cora un té. Unos minutos más tarde ella aparece pero... NO

No, no, no, no, no, no...

En sus manos lleva maletas. Las mismas con las que vino. Las mismas putas maletas.

-¿Qué haces con las maletas?-  Trato de parecer lo más tranquila posible pero no lo estoy.

-Zoe... He decidido que quiero volver a mi casa.-  Murmura ella con la misma frialdad con la que la conocí. No, esto no puede estar pasando. Comienzo a darle vueltas al anillo que ella me regaló ayer para calmarme.

-¿P-por qué?

-Porque tú y y no podemos estar juntas. Pertenecemos a sitios diferentes.

Se me hiela la sangre. Todo a mi alrededor se calla. Se hace el silencio. Se hace la oscuridad.

-Pero dijiste que no te importaba.-  Vamos Zoe. Todavía está a tiempo de hacerla cambiar de opinión.

-Ya, pero en todos estos días he descubierto que me he pasado de la raya. El amor no debería ser tan difícil, Zoe.

𝘌𝘭 𝘢𝘮𝘰𝘳 𝘯𝘰 𝘥𝘦𝘣𝘦𝘳𝘪́𝘢 𝘴𝘦𝘳 𝘵𝘢𝘯 𝘥𝘪𝘧𝘪́𝘤𝘪𝘭

Esas palabras me rompen en mil pedazos. A mí y a la taza de café que cae de mis manos. No, por favor.

-Pero nos amamos. Podemos con esto.

-No, Zoe. Lo nuestro no debería ser tan doloroso.

Una lágrima corre por mi mejilla. Seguida de otra y otra y otra...

-Te estás rindiendo. Hemos llegado tan lejos y te estás rindiendo ahora.

Sigo llorando. Y me rompe más el hecho de que ella no viene a abrazarme. No hace nada por consolarme.

-Eres la persona que más he amado en toda mi vida, Zoe. Te he amado con desesperación. Me has enseñado a vivir. A querer vivir. Has sido un destello de luz entre tantas tinieblas.

Se queda callada unos segundos que parecen interminables.

- Pero solo eres eso. Un pequeño destello de luz que me pareció divino entre tantas tinieblas.

Eso termina de romperme. Me retuerce, me aplasta, me golpea, y me hace pequeñita.

Cora, mi Cora. La persona que más he amado. Por la que lo dejaría todo. Me está dejando a mí. Y no consigo detenerla a tiempo cuando abre la puerta y sale a correr a través de la tormenta con las maletas.

Corro desesperadamente tras ella y consigo alcanzar su brazo que hace que se detenga y se vuelva a mirarme.

-Coraline... Por favor...-  Le ruego. Con mi corazón. Con mi alma que sin ella está vacía. No es posible que haya sido tan cruel. Esta no es mi Coraline.

Ella no me dice nada. Solo me mira fijamente por unos segundos y sale a correr zafándose de mi agarre con tanta brusquedad que me tira a la arena.

En mitad de la tormenta. La lluvia azotando mi cabello con fuerza y el viento zarandeándome de un lado a otro. Ahí me encuentro yo. Arrodillada ante la mujer que más me ha amado y que más daño me ha hecho. Mi perdición. Huyendo de mí como si fuese lo peor que le ha pasado en la vida.

Y grito y grito su nombre con desesperación. 

Pero no contesta.

No se vuelve.

Esto es un adiós.

Para siempre.

Y me quedo arrodillada gritándole hasta que desaparece.                                                  

                                                  

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FríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora