XXI

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Cuando le escribió aquella carta a Historia avisándole que necesitaba ir a Paradis, se dio modos para enviarla lo más pronto posible. El tiempo apremiaba y esperó fervientemente recibir una pronta respuesta a su requerimiento, por lo que, para asegurarse de que eso sucediera sin inconvenientes, se tomó unos días del voluntariado y aguardó en la intimidad de su casa, haciendo uso de toda su paciencia hasta que, al cuarto día, hizo acto de presencia el cartero y le entregó la tan ansiada correspondencia.

Pasando por alto los saludos y todo lo que tenía que ver con la introducción protocolar, se enfocó en las líneas que hacían alusión al envío de un barco en una semana. Por supuesto, en primera instancia le pareció un período demasiado largo considerando lo urgente que era, a su criterio, el viaje a la isla, pero tras comprender la dificultad respecto a los mecanismos de gestión del transporte marítimo, no pudo más que apreciar los esfuerzos de la reina por cumplir con su petición con la menor tardanza posible, por lo que no existió reproche alguno y se dedicó enteramente a vivir sus días bajo la misma tónica habitual, procurando no prestar excesiva atención al transcurso de las horas para que no le jugara en contra...

Y viéndose finalmente en el amanecer del día que lo definiría todo.

Con una pequeña valija a mano, se dirigió a la zona portuaria de la ciudad y subió al navío que se elevaba imponente a orillas del muelle. No demoró en zarpar e iniciar la larga travesía en medio de la expectación que yacía latente en su interior, distrayéndose en reiteradas ocasiones con el vaivén sigiloso del mar y el vuelo de algunas aves que circulaban en perfectas bandadas, pero cuando vislumbró en la lejanía los primeros rastros de la tierra que resguardaba sus orígenes y las más ambivalentes experiencias, su corazón dio un vuelco y la emoción se tiñó de matices más intensas al ser consciente de que se acercaba de a poco a su objetivo.

Ni bien el barco atracó, salió a paso veloz y se encontró con Historia quien lo esperaba junto a algunos soldados. Para ella fue toda una novedad volver a verlo luego de tanto tiempo y su reacción no distó mucho de la de sus acompañantes, los cuales le mostraron los mismos respetos de cuando era capitán, pero apenas concluyó la bienvenida y le preguntó los motivos de su presencia allí, él contestó directamente que precisaba ver a Mikasa cuanto antes.

—Debo hablar de algo muy importante con ella.

A pesar de que aquellas palabras le causaron cierta intriga, no se aventuró en más averiguaciones y asintió para luego decirle a los soldados que prepararan un carruaje. Estos se retiraron a la brevedad y se volteó hacia el azabache para contarle que la ojigris residía en Shiganshina y que, por tanto, se requería de un medio particular para llegar allá de la forma más segura, por lo que agradeció las medidas tomadas en su favor y, en cuanto este apareció, se subió y se puso en marcha de inmediato.

No reparó en los contrastes del panorama ni en las cortas paradas para dar de beber a los caballos hasta que se vio atravesando las calles de la ciudad. Sus pálpitos comenzaron a acelerarse y casi desencadenaron una taquicardia cuando le anunciaron que habían arribado, pero respiró hondo para calmarse y se apeó si tomar su valija, pidiendo a los soldados que esperaran y echando un vistazo a la casa antes de acercarse a paso lento y decidido.

Aunque, al detenerse al frente de la puerta, le invadieron de repente unos nervios desconcertantes.

Permaneció algunos instantes paralizado en medio del más irrisorio de los debates. ¿A qué le temía? Ya había hecho lo más complicado y retractarse estando a nada sería inaceptable, por lo que despejó cualquier deje de duda irracional, volvió a respirar profundo y tocó tres veces, aguardando en silencio mientras movía incontrolablemente los dedos de su mano izquierda a un costado de su pierna...

🍃MY SECOND CHANCE🍃 (RIVAMIKA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora