PRÓLOGO

900 47 1
                                    

Amber Miller ganadora de un nuevo premio

Amber Miller, posición número uno en los Billboard

Amber Miller, un billón de visitas en su último video

Amber Miller, la estrella del momento

Las noticias sobre ella eran infinitas y su club de fans ascendía a varios millones; la pelinegra estaba en la cima de su carrera y todos veían su vida como un sueño; sus fans la amaban, el público siempre clamaba su nombre; las noticias no paraban de alabarla y con el sold out de la última gira se había convertido en una de las mujeres más poderosas de la industria, pero detrás de las puertas su vida era un infierno.

Amber llevaba años con el mismo hombre; cuando se conocieron todo parecía brillante y emocionante; ella lo amaba y había intentado todo para hacerlo feliz, pero poco a poco las cosas habían cambiado y ahora temía la hora de volver a casa; Troy ya no era aquel chico dulce del cual ella se enamoró, ahora era despiadado y cruel; pero también era el quarterback de los Miami Panthers y era un perfecto manipulador; ante las cámaras y los reflectores se comportaba como el mejor novio que pudiera existir; siempre estaba ahí apoyándola y animándola, decía ser su fan número uno y manejaba a la prensa para siempre salir beneficiado, así que ella le creía cuando decía que si ella lo dejaba, su carrera se iría en picada; ¿Quién iba a creerle que él le hacía daño? ¿Quién le creería que él la lastimaba? Francamente estaba segura que él encontraría la forma de dejarla cómo la villana si las cosas se salían de control y tenía demasiado miedo no solo de enfrentarlo, si no de lidiar con las consecuencias.

La primera vez que le gritó, él pidió perdón de rodillas y le juró que no volvería a hacerlo, pero volvió a suceder y siguió pasando hasta que ella simplemente lo vio como algo normal; lo amaba y era la única familia que le quedaba, así que lo perdonó en cada ocasión, pero después del primer golpe, ella debió de largarse y ahora lamentaba no haberlo hecho.

La insultaba, la celaba, la perseguía y acusaba de cientos de cosas; siempre dudaba de ella y terminaba atacándola; la sujetaba con fuerza, la lastimaba y desde hace un tiempo, la forzaba a corresponderle cada vez que él tenía ganas de tenerla en la cama; estar con Troy era un inferno y no importaba cuanto intentara detenerlo o razonar con él, nada funcionaba y las cosas solo terminaban por empeorar; pero siempre se aseguraba de no causarle lesiones que fueran fáciles de ver y de una u otra forma siempre hacía parecer que todo había sido culpa de ella y por más que ella estaba segura que no había hecho algo malo, tampoco podía llevarle la contraria y para este punto, estaba tan acostumbrada a su maltrato que en ocasiones se encontraba justificando lo injustificable.

Su vida era una pesadilla y ya no podía soportarlo, pero tampoco tenía el valor para salir de ahí; Troy era fuerte y alto; era encantador y te envolvía con sus palabras; tenía cientos de fanáticos que lo idolatraban y por más que fuera despota, engreído y francamente insoportable, ni un miembro de su equipo se atrevía a desafiarlo, aunque varios de ellos se habían metido en medio cuando Troy perdía el control e intentaba atacarla estando ellos presentes; sin embargo, estaba segura que si bien lo sospechaban, ellos no creían las cosas que él era capaz de hacerle, después de todo; llevaban años siendo pareja y ante el mundo entero, él la amaba.

La verdad es que ya no le quedaban esperanzas; estaba tan casada del ritmo que había tomado su vida que francamente ni siquiera le quedaban fuerzas para luchar; él era su dueño y lo había dejado bastante claro en tantas ocasiones que ya lo tenía grabado en la mente y muchas de sus palabras siempre las llevaría en la piel; a veces quería alzar la voz, gritar por ayuda o salir huyendo al otro lado del país, pero el miedo la paralizaba y ya no podía verle el final a este cruel tormento; lo único que la consolaba era su música y las únicas veces en que se sentía feliz, segura y viva era cuando estaba cantando, pero en ocasiones eso no era suficiente.

Cuando cerraba los ojos las pesadillas la perseguían y cuando despertaba, la pesadilla se volvía real; no podía descansar, no podía tener un minuto de tranquilidad; no podía ser sincera y por supuesto, no tenía ninguna libertad; estaba atrapada y cada vez era más difícil ver la luz al final del túnel; no había salida, no había forma de escapar de la prisión en la que había quedado encerrada; simplemente no había forma de que las cosas fueran diferentes y cada día un fragmento más de ella se hacía pedazos.

KICK OFFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora