CAPÍTULO 14

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AMBER 

"Los traumas no desaparecen por desdeñarlos; son una medusa persistente que espera en la sombra y en la primera ocasión ataca con su cabellera de serpientes" - Isabel Allende

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Desperté en los brazos de Nathan y me quedé observándolo dormir; se veía tan tranquilo, tan firme, tan fuerte y sin poder evitarlo, levanté la mano recorriendo su rostro con mis dedos mientras observaba sus facciones con detenimiento.

-        Si sigues mirándome así, voy a desgastarme – lo escuché murmurar aun con los ojos cerrados y eso me hizo sonreír

-        Eres muy apuesto – dije sin pensar y fue su turno de sonreír

-        Y tú eres preciosa – respondió abriendo los ojos

-        No debo verme preciosa en este momento

Tenía el cuerpo magullado y seguramente un gran moretón cubría mi mejilla, pero antes de que pudiera seguir pensando en eso; Nathan tomó mi barbilla con delicadeza y volvió a sonreírme.

-        Para mi siempre serás la mujer más hermosa de esta tierra – dijo mirándome de una forma que me quitó el aliento

-        Tal vez deberíamos levantarnos – sugerí con nervios y él asintió antes de apartarse

Nathan siempre me daba mi espacio; nunca forzaba el contacto entre nosotros y eso me ayudaba a mantener la calma, aunque en ocasiones algo dentro de mí, deseaba más y tener miedo de dar otro paso hacía él, era frustrante.

Nathan me dejó en la habitación para que usara el baño y me vistiera mientras que él ocupaba el baño de visitas y una vez que estuve limpia, me sentí mucho mejor; todavía tenía varios moretones en el cuerpo y estaba adolorida, pero de alguna forma, me sentía más liviana y mucho más tranquila.

Me coloqué algo de ropa cómoda y peiné mi cabello en una trenza suelta que dejé caer sobre mi espalda; me maquillé un poco cubriendo levemente el moretón que se había formado en mi mejilla y después salí de la habitación para buscar a Nathan, pero en el momento en que entré a la cocina y lo vi de espaldas, tarareando una canción mientras preparaba el desayuno, me quedé apoyada en la puerta sin poder dejar de mirarlo.

-        ¿Puedo ayudarte? – pregunté avanzando hacia él y la sonrisa en su rostro cuando me vio, me enterneció el corazón

-        Claro que sí, ven – dijo haciéndose a un lado

Nathan se encargó de preparar los huevos revueltos y el tocino mientras yo preparaba el jugo de naranja; la escena se sentía tan cotidiana, tan común y corriente que no pude evitar sorprenderme, pero me gustaba y cuando nos sentamos a comer juntos en la mesa como si fuera algo de todos los días, me encontré sonriendo y riendo como hace mucho que no lo hacía.

Nathan siempre encontraba la forma de sacarme una sonrisa; ya fuera con comentarios dulces o palabras que me hicieran sonrojar; él siempre parecía saber que decir y cada vez que yo sonreía, algo en sus ojos brillaba; era como si verme feliz lo alegrara y eso siempre conseguía enternecerme.

Cuando terminamos de comer; ambos nos encargamos de recoger la mesa, pero mientras estaba lavando los platos, uno de ellos se resbaló de mis manos e impactó en el suelo rompiéndose en varios pedazos, lo que me hizo saltar hacia atrás.

-        Lo siento, lo siento, lo siento – comencé a repetir mientras me ponía de rodillas y empezaba a juntar los pedazos rotos que estaban en el suelo

-        Amber, tranquila – escuché decir a Nathan, pero yo no podía más que pedir perdón

-        Lo siento – seguí repitiendo

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