CAPÍTULO 7

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AMBER

"Lo más doloroso es perderte a ti mismo en el proceso de amar demasiado a alguien, y olvidar que tú también eres especial" - Ernest Hemingway

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Estaba llorando en los brazos de un desconocido, aunque bueno, no era un completo desconocido

Nathan Wright

Su nombre era bonito y sus ojos seguían pareciéndome preciosos; hace mucho tiempo que nadie me escuchaba como él lo había hecho; hace demasiado tiempo que nadie me miraba cómo él lo hacía, por eso me abrí y respondí sus preguntas, pero en el segundo en que mencionó los moretones que cubrían mi piel, entonces todo se rompió.

Me sentía como una cobarde, como una tonta que no podía controlarse, pero es que, en verdad, no podía dejar de llorar y cuando creía que las lágrimas se habían terminado, entonces volvían a empezar.

Me sentía como una represa que se estaba desbordando y no tenía idea de cómo volver a contenerme; había pasado tanto tiempo fingiendo que todo estaba bien que ahora que alguien mencionaba que no lo estaba, no tenía idea de que hacer.

Durante estos años, me había roto en pedazos un número incontable de veces, pero siempre encontré la forma de volver a encajar los trozos que quedaban rotos y solía esperar que eso me hiciera más fuerte, pero, al contrario, me debilitó, hasta el punto en que me costaba pensar en razones lo suficientemente buenas para seguir respirando.

Tal vez eso significaba que finalmente había tocado fondo; porque hace mucho que el amor se había esfumado y hace mucho que comprendí que, si estar enamorado significaba sufrir, entonces estaba equivocada y jamás debí haberme enamorado.

Pasé años disculpando su mal humor, sus arranques de ira, su mal carácter y todas las palabras crueles que me decía cuando algo no era como él quería; soporté demasiado, esperando que él se diera cuenta de sus errores y lo disculpé muchas veces, esperando que las cosas fueran diferentes; creí que me amaba lo suficiente para cambiar, para ser mejor, por mí, por él, por nosotros, pero jamás sería diferente y eso es lo que finalmente me había agotado; el entender que las cosas solo iban a empeorar.

Mi vida se estaba tornando pesada y gris; los únicos momentos en los que me sentía viva o mínimamente feliz eran sobre el escenario, pero incluso eso se estaba terminando; ¿Cómo cantar cuando ya no podía sentir nada por dentro? ¿Cómo escribir canciones de amor si el único amor que había sentido me estaba destrozando?

Nadie podía saberlo, pero, ante todo, mi mayor miedo era lo rota que estaba por dentro y lo mucho que me aferraba a ocultarlo; tenía demasiados secretos y me había ocultado detrás de demasiadas máscaras que incluso ahora, fingir que todo estaba bien parecía más fácil que admitir la triste verdad, pero al parecer, Nathan era capaz de ver a través de esa máscara y mi sonrisa no lo convencía.

Él me había visto cuando nadie más lo hacía; había observado a la verdadera yo, no a la cantante famosa que brillaba con sus canciones de amor; no, él me había visto a mí, había visto mis heridas y mis miedos; Nathan me estaba viendo a mí y quizá por eso finalmente había derramado todas esas lágrimas que llevaba tanto tiempo conteniendo; quizá por eso estaba dejándome ir, aunque todavía no fuera capaz de admitir la verdad en voz alta.

-        Estrella, mírame – pidió tomando mi rostro y a pesar de las lágrimas, fijé mis ojos en los suyos – Todo estará bien, te lo prometo, encontraremos la forma de que todo este bien

Quería creerle, en verdad deseaba con todas mis fuerzas, creerle; pero como hacerlo si sentía que las cosas nunca iban a ser diferentes; me sentía atrapada, encerrada en una torre muy alta con barrotes a mi alrededor; me sentía sola y sin salida; quería creer que las cosas eventualmente podrían cambiar, pero, ¿en verdad eso era posible?

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