Capítulo 10

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Su destino

Esa respuesta sorprendió demasiado a Silje, no se esperaba algo así. Moa... la mujer con la que había hablado ayer, la que trató de matarla, ¿había muerto?

—¿La Señora Moa está muerta? —preguntó atónita, aún no terminando de procesar la información.

Ragna sólo asintió ante la asombrada pregunta de la chica, sin regresar la mirada hacia ella. Ambas mujeres permanecieron en silencio unos segundos, hasta que finalmente Ragna habló:

—Sus doncellas la encontraron ayer por la noche en el piso de su salón privado —contó la mujer con voz apagada—. Fue un suicidio.

Esa palabra resultó extraña para Silje, nunca antes la había escuchado.

—¿Suicidio?, ¿qué es eso?

—Ella misma se quitó la vida —explicó Ragna, sorprendiendo aún más a la joven—. Junto a su cuerpo había un frasco, del mismo que puso en tu taza de té, era el veneno —nuevamente ambas se sumieron en un corto silencio.

—¿Por qué?, ¿por qué haría algo así? —habló Silje. Ragna regresó la mirada hacia ella, esta vez la joven tenía la mirada fija en su desayuno.

—Ella sufrió mucho, Anty —Silje la miró—. Como te dije, la mujer que conociste no se parece en nada a la joven que llegó a esta casa hace diez años.

Ragna mantuvo silencio un momento, después continuó hablando:

—Ansiaba ser madre, estuvo muy feliz en su primer embarazo, y sufrió mucho cuando perdió al bebé en una etapa avanzada —nuevamente la mujer desvió la mirada—. Supongo que creía en aquel cuento de que cuando los hijos llegan al matrimonio comienza la verdadera felicidad. Sólo deseaba tener una familia numerosa. Ansiaba nombrar a sus hijos como los personajes de sus libros favoritos. Deseaba tener al menos una hija a la cual enseñarle a tejer y a bordar. A ella nunca le habían permitido cabalgar en su infancia a diferencia de sus hermanos, decía que, si su hija deseaba aprender a cabalgar, ella no se lo impediría.

»Después de perder a tantos bebés comenzó a apagarse. Al llegar a este lugar tenía sólo diecinueve años, deseaba sentir el calor de un hogar; una verdadera familia. Fue algo que tuvo muy poco tiempo al lado de Clemens, hasta que el tema de no poder tener hijos comenzó a molestarlo.

Silje escuchó atentamente todo lo que Ragna decía, parecía conocer mucho sobre Moa, por la tristeza en su rostro y el lastimero tono de su voz, la joven pensó en que la muerte de la Señora realmente le había afectado.

—¿Le tenías un gran aprecio verdad? —inquirió Silje.

La mujer dirigió la mirada hacia la joven un poco sorprendida por la pregunta, supuso que estaba siendo muy obvia. Le era difícil disimular lejos de las demás sirvientas lo mal que se sentía al respecto. Sobre todo, después de la última conversación que habían tenido.

—Estuve a su servicio durante varios años, de la misma manera que Kaira y Aina contigo. Y sí, le tuve un gran aprecio —admitió la mujer con un dejo de tristeza—. No merecía pasar por todo ello —de nuevo ambas mujeres se hundieron en el silencio—. Anda —rompió el silencio Ragna—, debes tomar tu desayuno.

Silje tomó un pedazo de pan y cuando estaba por llevárselo a la boca un preocupante pensamiento pasó por su cabeza, bajó el pan y miró hacia la mujer frente a ella.

—Ragna, ¿qué pasará conmigo ahora? —la joven se vio notablemente angustiada—. Se suponía que la Señora Moa tenía que ser la madre de mi hijo. Si ella ya no está ¿qué va a pasar ahora con mi bebé?

SiljeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora