Capítulo 22

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No todo es odio

Habían pasado sólo dos semanas desde que el romance entre Ylva y Clemens había sido expuesto. Silje trataba de no acomplejarse porque su esposo estuviera con la niñera, no obstante, con el pasar de los días, la angustia se acrecentaba.

Tenía sentimientos encontrados al respecto, el Señor Clemens debía seguir interesado físicamente en ella para estar segura de que aún la quería a su lado; que su posición no estaría en peligro, y cada noche esperaba que él decidiera buscarla, pero ni aun en las noches en las que estaba en cama desde la hora de dormir lo hacía. Y eso, así como la angustiaba, la aliviaba, si ella pudiera, no le permitiría tocarla jamás.

Constantemente su cabeza se hallaba en este dilema, molestándose consigo misma por esperar que él la tocara, así como por desear que no lo hiciera.

Pensaba en esto nuevamente mientras Kaira leía, estaban todas reunidas para leer esta tarde, desde aquel día en que supieron lo de Ylva, volvieron a su vieja habitación para pasar el tiempo. Aina lo había sugerido al día siguiente. Pasaban aquí el día, y Silje sólo dejaba a su hija en su habitación a la hora del almuerzo o la cena, y sólo en algunas ocasiones, ya que si la bebé había comido poco antes de que su madre tuviera que dejarla, Aina y Kaira cuidaban de ella aquí, incluso si la bebé estaba durmiendo, preferían dejarla en la cama de esta habitación, rodeada de almohadas. Justo en donde se encontraba en este momento.

—Creo que es hermoso que Rita haya esperado tantos años el regreso de Valter —habló Aina, sobre el capítulo que Kaira acababa de terminar de leer—. Estoy segura que esta vez lograrán regresar juntos a su hogar.

—Me estoy desesperando por llegar al final —dijo Kaira.

—¿Valter estaba vivo? —habló Silje.

—¿No estabas escuchando? —preguntó Aina.

—Lo siento... no pude poner atención —se disculpó.

Estaba muy perdida en esa historia, no lograba concentrarse en ello, no tenía mucha claridad en lo que ocurría en el libro desde más de la mitad de este. Dejó salir un fuerte suspiro, inclinándose hacia el frente. Todas se preocuparon por su actitud, notaron su expresión claramente angustiada.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó Ragna presionando su hombro.

—No lo sé... —murmuró—. Es que... —no sabía explicar su sentir; sus miedos—. No ha pasado nada.

—¿No ha pasado nada? —cuestionó la mujer, confundida por sus imprecisas palabras.

—Él no ha intentado acercarse a mí, y sigue buscando a Ylva —jugaba nerviosamente con sus manos mientras hablaba, y observó a su hija en la cama—. Sé que dijiste que no debía preocuparme, pero... no puedo evitar pensar que si se casó conmigo siendo una esclava nada le impide casarse con Ylva.

—Silje —la llamó Ragna—, ya te lo he dicho, es normal que los hombres tengan amantes, y siguen con sus esposas como si nada.

—Pero se casó conmigo —insistió la chica.

—Tú nunca fuiste su amante —negó la mujer—, no puedes comparar tu situación con la de ella. Aunque el mundo no te conozca tiene un registro de matrimonio, ya está casado. Además le diste un hija, la única forma en la que él podría volver a casarse es si no hubieran consumado el matrimonio, o no pudieras darle hijos, y eso implicaría rechazar una unión ante los dioses; es un sacrilegio.

—O si yo muriera —añadió la joven. Al oír lo que insinuaba ese comentario, Ragna se apresuró a hablar.

—Eso no va a pasar —aseguró—, Clemens es... muchas cosas, pero estoy segura de que no es un asesino.

SiljeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora