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Si existe algo que detesto con todas mis fuerzas es el maldito sonido de la alarma. Todos los días suena a las seis de la mañana y yo debo resignarme a salir de la cama, sin importar la lluvia o el frío. Tengo que mantenerme en movimiento.
Apago el despertador sin mucho ánimo y miro el techo unos minutos. Suspiro. Si todo sale bien, mañana a esta hora estaré despertando en la aldea, este pensamiento me tranquiliza un poco. Salgo de la cama y alisto mi bolso con las pocas pertenencias que conseguí sacar de la cueva.
Bajo las escaleras y me encamino a la recepción del pequeño hostal.

—Son doce con cincuenta —me dice la muchacha que está sentada detrás del escritorio.

Saco las monedas correspondientes y se las entrego. Las cuenta y cuando termina de hacelo, me sonríe, dando a entender que ya puedo marcharme.
La saludo con un movimiento de cabeza no muy marcado y salgo por la puerta principal. El ambiente frío de la mañana me induce a pensar que quizás debería haberme quedado unas horas más en la cama, pero mi ansiedad fue más fuerte.

 El ambiente frío de la mañana me induce a pensar que quizás debería haberme quedado unas horas más en la cama, pero mi ansiedad fue más fuerte

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Suspiro, en un intento de ignorar el frío, y comienzo a caminar dejando atrás la cabaña.
Es muy temprano, y la aldea no está tan lejos, debería estar en Konoha antes del atardecer. Espero que el Tercero no me guarde rencor y me deje quedarme allí. No tengo un plan b. Siendo sincera, pienso en muchas cosas. Pienso en Kakashi, pienso en como puedo contribuir y ganarme mi lugar, me preocupa donde viviré, ya que no es como si tuviese una casa propia... Pienso en Sasuke, en si estará feliz de verme o tal vez enojado.
Muevo mi cabeza de un lado a otro tratando de concentrarme. Camino a un paso constante, subo a los árboles cuando siento que alguien está cerca, no me gustaría que me viesen y les advirtieran de mi llegada. Odiaría que me estuviesen esperando como a un enemigo.
Sin mayores imprevistos, más que el hambre y los insectos molestos, llego a la dichosa aldea.

—Buen día —saluda el ninja encargado de custodiar la entrada.

Me acerco a la ventana de la pequeña oficina con tranquilidad. El muchacho me entrega una hoja de papel y una pluma para registrar mis datos.
Finjo rellenar todo, aunque sólo completo el espacio destinado para mi nombre, y se la entrego. Una vez que comienza a leer y se distrae, me muevo velozmente para huir de allí y ocultarme detrás de una columna que no está muy lejos.

—Olvidó... —dice, quizás intentando recordarme que falta mi apellido, pero se detiene.

Mira a su alrededor sorprendido, está buscándome. No tengo mucho tiempo antes de que de aviso de mi presencia, tampoco quiero recorrer la aldea sin tener permiso de poder quedarme, permiso que solo puede darme el Hokage, asi que me dirijo a su despacho.
Siento sus miradas, sus pasos ruidosos, sus voces susurrando. Ya han sido advertidos y están comenzado a seguirme.

Me siento afortunada por no haber sido detenida antes de llegar al edificio principal

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Me siento afortunada por no haber sido detenida antes de llegar al edificio principal. Subo las escaleras exteriores, camino por el pasillo y suspiro antes de golpear.

—Adelante —dice desde dentro.

Abro la puerta despacio y con algo de miedo, lo veo sentado detrás del escritorio.
Veo como deja caer unas hojas en cuanto nota que se trata de mí. Su rostro está más arrugado, hasta podría decir que más cansado. Cierro la puerta detrás de mí y doy unos pasos hacia él. Juro que intento ocultarlo, pero no puedo, estoy temblando.

—Vaya... No miento cuando digo que eres la ultima persona que esperaba recibir —dice con una sonrisa casi burlona.

—Lord Hokage —digo haciendo una reverencia que parece causarle gracia.

Se aleja del escritorio para poder recostarse en la silla, se cruza de brazos y me mira muy atentamente. Está expectante, quiere saber qué estoy haciendo aquí, aunque no me lo pregunta.

—He sido liberada —digo luego de unos segundos de inquietante silencio.

—¿De veras? ¿Y piensas volver así sin más?

Mantengo mi semblante tranquilo, no quiero parecer ansiosa, respiro profundamente y agacho la cabeza. Sé que esto puede parecer muy irrespetuoso y atrevido.

—Necesito volver... No tengo a donde ir. No puedo quedarme en la Aldea del Sonido, y no puedo pisar la Aldea de la Arena.

Creo que se compadece un poco de mí, lo noto en su expresión. Recuerdo que durante mi viaje se me cruzó por la cabeza que quizás me recordaría la última vez que me encontré con ninja de la hoja. Tenía que sustraer unos pergaminos con información valiosa, no me había parecido algo complicado hasta que vi que debía enfrentarme a Asuma Sarutobi y su equipo de recién graduados. ¿Cómo terminó todo? Conmigo huyendo, pero con los pergaminos en mi poder.

—¿Cuál es tu plan? —pregunta al fin haciendo que mi mente vuelva a la realidad.

Sacudo mi cabeza para despertarme un poco, estoy exhausta y no estar en movimiento solo empeora la situación.

—Empezar de cero. La marca de maldición está desactivada, o al menos eso creo, y fui liberada —repito.

En ese momento, una brisa trae consigo a cierto varón de cabello gris. Está en cuclillas sobre el marco de una ventana, su expresión es tranquila, o al menos lo que logra verse. Nunca he entendido ese afán de ocultar su rostro.

—Vaya, vaya... Así que es cierto.

Kakashi da un paso dentro de la habitación y posa sus manos en la cintura mientras se endereza. Trato de hacer un movimiento para acercarme a él, pero dudo y en vez de ir hacia adelante, doy un paso hacia atrás.
No lo he visto en muchos años, pero sigue siendo Kakashi. Sonrío y no tengo que pensarlo más, corro hacia él. Todo esto ocurre en una fracción de segundo que para mí es eterno. Él abre sus brazos antes de que me choque con su pecho y sólo ríe. El Tercero mira la escena.

—No tienes apellido, ¿eh? —comenta.

Me separo de él y le regalo una pequeña sonrisa. Sí tengo apellido, su apellido.

—¿Acaso importa? No pertenezco a ningún lugar.

Kakashi pone su mano en mi cabeza y me despeina un poco. Esta simple acción me trae muchos recuerdos y despierta algunas emociones que parecía haber olvidado.

—Déjame hablar con Lord Hokage, quizás pueda hacer que eso cambie.

Asiento a sus palabras con algo de esperanza mientras que afirmo el bolso en mi hombro para poder retirsrme. Saludo con otra reverencia al Tercero antes de caminar hasta la puerta.

—Katsumi —me llama Kakashi antes de que la abra—, deberías ir al campo de entrenamiento. Él está allí.

Escucho mi corazón latir con fuerza. No me giro, odiaría que viera mis mejillas rojas.

—¿Quién? —pregunto sabiendo perfectamente a lo que se refiere.

Entre sombras y recuerdos (Naruto Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora