ㅤ ₍ 37 ₎ Buenos días para mí ?ˀ

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Tuve que cambiar absolutamente todo el contexto del capítulo, ya había sido publicado con anterioridad pero al parecer ocurrió un problema en el que ni siquiera podían abrir el capítulo.

Quiero pedirles una disculpa por la tardanza.



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La mañana siguiente llegó velozmente. Sergio fue el primero en abrir los ojos, por costumbre trató de levantarse y despojarse de su cómoda manta. Al apenas girarse algo lo detuvo, su preciado novio había pasado la noche entera pegado a su brazo, no hubo un sólo momento en el que le dejara libre. Volteó para poder ver al causante de su aprisionamiento, encontró el rostro tan relajado y cómodo de aquel neerlandés, tan dulce y tranquilo.

Las cejas del rubio se encontraban en paz total, su pecho se inflaba con lentitud, para sorpresa del mismo pecoso no escuchó ni un ruido proveniente de su acompañante. Pasaron una cómoda y relajada noche juntos, durmiendo por supuesto.

Con todo el pesar Sergio tuvo que despertar a Max, quien solamente se quejó y en lugar de liberar al mexicano lo aprisionó aún más acercándolo aún más a sí mismo. Al tener al pecoso a su lado una vez más, restregó su rostro entre los cabellos negros que le quedaban a justa altura.

— Oh Max, déjame, tengo que ir al baño. – casi exigió mientras se removía buscando salir del agarre, realmente debía ir al baño.

— No.

— ¡Por favor! ¡Me estoy orinando! – soltó con poca molestia.

Max bufó, decidió soltarlo. Entonces Sergio salió casi disparado al cuarto de baño de su habitación, realmente necesitaba ir.

Max se quedó donde mismo, descansando cómodamente. Su cabeza reposaba sobre las suaves almohadas de Sergio, podría sonar un poco muy exagerado pero juró que el suave olor del pecoso aún se escondía por ahí. Miró fijamente al techo perfectamente liso y blanco, se entretuvo viendo las hastas del ventilador pegado al techo girar cientos de veces.

¿Había dormido con Sergio? Se sentía tan irreal. Tan feliz, tan cómodo, tan querido. Había pasado la noche entera al lado del que comenzaba a ser el amor de su vida. Pensó lo que pareció una eternidad, pensó en Sergio y en lo mucho que lo amaba.

¿Cómo fue capaz de esperar tanto? pensó Max.

Él mismo no se creía capaz de esperar por el cariño de la persona que decía amarlo.

¿Realmente Sergio también lo amaba? Decenas de preguntas similares se amontonaban. Fue sacado de aquellos tormentosos pensamientos al escuchar un suave bostezo a su lado. Sergio había regresado.

— Buenos días.

— Buenos días, Max.

Giró levemente su cabeza a la izquierda encontrándose con el pecoso tallando sus ojos. Entonces notó su relajado rostro.

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