ㅤ ₍ 39 ₎ Girasol ?ˀ

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— ¡Te odio!

— ¿Qué dices? ¡Sí tú me amas!

A corta respuesta el azabache le mostró el dedo medio al jóven europeo quien solamente respondió de vuelta con una gran carcajada. El pobre de Sergio apenas había logrado ponerse de pie, pues acababa de ser derrumbado en el piso, por suerte o tal vez no, cayó en un montón de hojarascas y finos rebanes de madera muerta.

Mientras trataba de quitar cada hoja enganchada a sus prendas, sintió un fuerte jalón de las mismas que lo obligó a caer de nuevo.

— ¡Cabrón! – dijo alzando la voz con cierta molestia fingida.

Max lo había vuelto a derrumbar, lo hizo caer justamente a su lado. Mientras Max reía, Sergio trataba de levantarse por segunda vez, cosa que le fue imposible hacer.

La suave pero contagiosa risa de Max hizo la diminuta llama de molestia que sentía extinguirse. Detuvo sus intentos de alejarse, aquel timbre de risa lo hizo incluso relajarse.
Max no solía reír fuertemente, siempre eran pequeñas risas, leves y breves. Nada que ver con la fuerte carcajada que había dejado salir en aquel momento. Las escasas veces que el rubio había dejado salir su timbre real, Sergio pudo jurar sentir encerrarse en una burbuja donde solamente existían él y la risa del neerlandés envolviendolo por completo.

A los pocos segundos, Max llevó ambas de sus manos a su estómago presionandolo levemente por el ligero dolor que ya comenzaba a sentir. Su risa cesó. Pequeñas lágrimas adornaban sus delicadas pestañas inferiores. Soltó un suspiro final y entonces preguntó:

— ¿Te dolió la caída?

— ¡Deja tus vulgaridades! – aprovechando las posiciones, logró dar un pequeño golpe en el pecho del rubio. – ¿Cómo voy a quitar todo esto? – dijo pasando con fuerza sus manos por su torso cubierto con prendas.

— Se te ve mejor así.

— ¡No voy a ir caminando así por todo el parque!

— Entonces quítate la camiseta y ya.

Sergio frunció las cejas y volvió a dejar un suave golpe en el mismo sitio de antes. Al ser con la palma abierta, ésta vez logró sacarle un quejido al contrario.

— ¡Auch! – soltó aquel quejido para después reír una vez más.

Pasaron los siguentes cinco minutos discutiendo a modo de juego. Por un lado, Max quería seguir disfrutando de la inmensa comodidad de estar sobre el montón de hojas, y por el otro Sergio casi rogaba por ir a los sanitarios del lugar.
Ambos jóvenes comenzaban el camino hacia los sanitarios después de que el rubio recibiera uno que otro beso en las mejillas como forma de convencerlo para que se pusiera de pie.

Sergio no tardó en adentrarse en uno de los cubículos. Max, quien esperaba pacientemente al frente de los fregaderos, sofocado por el lugar tan pequeño decidió salir y continuar con su espera fuera de los sanitarios.

El clima era bueno, una suave brisa hacía revolotear los cabellos del neerlandés. Cerró los ojos en busca de disfrutar un poco más. Al abrirlos se topó con un pequeño grupo de arbustos bajos que detrás escondían hermosas flores doradas. Eran girasoles.

¿Cómo es que no notó aquellas enormes flores antes? Quizás iba tan perdido en la breve charla que mantuvo con el mexicano camino a los sanitarios que no prestó atención a sus alrededores.

Fijó su vista en una de las tantas flores. Era enorme, sus pétalos brillaban, eran de un color amarillo brillante con un pequeño degradado en tonos naranjas. Incluso su tallo podía verse más saludable que el resto. Resaltaba a simple vista. Aquella flor desprendía tanto color que los tricomas ni siquiera lograban darse a la vista.

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⏰ Última actualización: Jun 07 ⏰

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