ㅤ ₍ 32 ₎ ¿Amor u obsesión? ?ˀ

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— ¿Acabas de invitarme a comer con tus padres?

— Te prometo que todo saldrá bien. – dijo Max del otro lado de la línea mientras masajeaba el puente de su nariz.

Max tenía algunos minutos tratando de convencer al azabache de asistir a la comida familiar que se daría en su hogar al día siguiente. Justo después de la pequeña discusión que tuvo con su padre, corrió hasta su habitación donde tomó con rapidez su teléfono celular, llamó al jóven que había ido a visitarlo con esperanzas de que ya estuviera en su propio hogar, y así fue. El pecoso apenas había puesto un pie en su habitación cuando ya estaba atendiendo aquella llamada.

— No.

— ¡Por favor, Sergio! ¡Te digo que todo saldrá bien!

Sergio dudaba en aceptar la propuesta, pues a lo que Emilian le había dicho sobre su padre semanas antes lo había hecho temer del hombre adulto. La voz de su amado tratando de endulzar sus oídos lo estaba venciendo, con todo y su estúpido miedo que incrementó al ser descubierto casi besando al rubio optó por aceptar.

— ¿A qué hora? ¿Estás seguro que será comida? Debo buscar algo adecuado para ponerme.

Max sintió un alivio gigantesco al oír la positiva del otro lado de la línea. Sintió casi que sudaba frío del alivio que sintió. – Te enviaré la hora más tarde.
– No te preocupes por eso, te ves espectacular con cualquier cosa.

— ¡No te atrevas a piropearme después de ignorarme una semana!

Sergio con cambios de humor constantes estaba de vuelta y eso de laguna forma le agradaba el neerlandés. Los dos adolescentes hablaron por un par de minutos más, los reclamos débiles por parte del pecoso continuaron hasta el final de la llamada donde se despidieron con timidez ante la situación.

Sergio estaba muriendo de nervios, quería llorar, gritar y patear todo a su alrededor. Conocería formalmente a los padres de su amante, no tendría problema alguno sí la primera impresión que su queridísimo suegro tuviera de él no hubiera sido la que fue. Rezó, rezó para no ponerse a llorar frente a la puerta del hogar de los Verstappen antes de entrar para llevar a cabo la reunión. Jamás se había sentido tan nervioso, molesto y feliz a la vez.

El hogar de los Pérez Mendoza estaba tan desolado como un decierto. Al parecer sus padres y hermanos habían salido una vez más sin notificarle. El pobre adolescente tenía el resto de día libre, no saldría más lejos sin el permiso de sus padres, salir con sus amigos fue una idea que descartó al instante. Acababa de terminar la llamada con su querido amor, no tuvo las agallas para llamar de nuevo e invitarlo a salir. Con la invitación que recibió, el apetito apenas naciente en su sistema se esfumó como el humo, no parecía que estuviera en ayuno desde hace casi un día entero. Decidió que lo mejor para matar el tiempo sería dormir. Dormir para matar su ansiedad.




 Dormir para matar su ansiedad

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