One Shot.
Advertencias: Angst, Drama, Muerte de un personaje.
Cuando Hangeng entro a la organización más grande de Corea sabía a lo que se atenía. Matar, dejar huérfanos a muchos hijos y sobre todo torturar personas, muchas cosas que a sus cortos 19 años terminarían con la inocencia que lo caracterizaba.
Todo para salvar a su familia de la ruina, todo para ayudarlos a sobrevivir.
Entrar no era sencillo ni mucho menos salir pero aun así estaba decidido.
Fue vendado de los ojos y amarrado de las manos dejándolo en un cuarto obscuro, parte de su iniciación, horas más tarde una golpiza fue lo que recibió, si sobrevivía seria admitido, si no sería una muerte más a manos de ellos.
–Hey ¿sigues vivo? –pregunto tímidamente un chico de mediana estatura y piel blanca como la leche.
Hangeng seguía recostado en el piso de aquella inmunda casucha no podía moverse pero aun respiraba, eso ya era ganancia.
–Vamos, te ayudare a levantarte –Heechul con cuidado hizo que se incorporara, con mucho cuidado retiro la venda que cubría sus ojos –Felicidades amigo, bienvenido a los liquidadores –felicito el chico coreano al contrario quien sonreía con dificultad por el dolor que atacaba su cuerpo completo.
Y así fue como lo conoció, Heechul o Rella como era conocido por la mayoría de los liquidadores; era uno de los asesinos a más sanguinarios de toda la organización, su arma era la katana, tiempo después supo que esta se debía a la obsesión del chico por Japón. Siempre usaba una máscara negra que ocultaba sus divinas facciones.
Él nunca lo había visto hacer un trabajo, ellos realizaban sus actividades por separado. Nunca juntos.
...
–Tengo muchos enemigos, no me conviene tener amigos... –le decía el castaño mientras limpiaba restos de sangre de su katana –...pero tu podrías ser una excepción –sonrió sin dejar de hacer su trabajo.
...
Y así fue como se hicieron inseparables, cuando no había misiones se dedicaban a platicar de cualquier tema banal simplemente iban al techo del enorme almacén en donde Vivian para mirar el cielo durante la noche.
–Tendrán una misión... junta... Hangeng, ya es hora de que empieces a practicar lo que has aprendido, esto no será fácil –Kangin les arrojo una carpeta con las indicaciones del trabajo que tenían que hacer.
...
–¡No voy a hacer esto Heechul! –Grito exasperado Hangeng mientras el otro releía aburrido las especificaciones que les habían dado
–Trabajo es trabajo –contesto el otro recostándose en el viejo y mullido sillón
–No le voy a quitar la vida a una niña ¡Tiene 4 años! ¡No soy un monstro! –sí, sabía que ese mundo era así, pero jamás pensó que debía hacer algo como esa monstruosidad –No, no lo hare – decreto serio.
El coreano se levantó de golpe mirándolo seriamente –No es una pregunta, si no te quieres manchar las manos simple, no lo hagas pero no interfieras en mi trabajo –tajo Heechul dejando la habitación.
¿Cómo podía ser tan frio? ¿Dónde quedo aquel chico dulce con el que compartía tantas buenas cosas? ¿Ese era el verdadero Heechul? Estaba tan confundido, tenía tanto miedo y estaba por volverse loco.
Llegaron a una residencia muy grande, llena de guardias.
–No creo que podamos pasar –susurro el chino a su compañero.