CAPITULO 32 - HUBIERA

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ALEXANDER

Vulnerabilidad era algo que no debía entrar en mi vocabulario, lo viví toda mi niñez, lo sentí cuando la perdí a ella, cuando mi padre se alejaba de casa más y más e inundaba sus preocupaciones con trabajo, lo sentí cuando perdía la conciencia en momentos inesperados, lo sentí cuando la conocí a ella, aquella chica pelirroja de cabello ondulado, bajita y de contextura un poco gruesa, la vi con ese vestido de flores que le caía hasta los pies. Me perdí en el momento en que la luz del sol le golpeo el iris de sus ojos verdes como un verde jade, como la esmeralda y como ahogarse en el mar o flotar en él, así me perdí en ellos

Luego llego el...Él y su forma de hacerla sentir tan pequeña y la esencia de ese alguien que un día fue, se esfumo. Sufrí al sentir que perdía tanto de ella, que poco a poco alejaba ese brillo que encontré años atrás, me hubiera encantado tener el valor de acercarme aquella tarde que la vi, tal vez hubiese dicho algo estúpido, tal vez no hubiera pasado nada, tal vez hubiera pasado todo... tal vez... tantos tal vez que me hicieron pensar en como hubiera sido todo si hubiese sido tan valiente.

Esa mañana desperté mas temprano que ella, descansaba a mi lado, su pelo enmarañado le cubría la cara mientras ella dormía boca abajo, la sabana que compartíamos le cubría hasta la cintura y una pequeña parte de la espalda, si esa no es la mejor manera de empezar el día ¿entonces cual sería? Me levante de la cama rogando nuevamente por volver a su lado, besarla como hace pocas horas lo había hecho, sentirla dentro de mí, acariciarla por completo y no sentirme mal por desearla como lo hago. La chica que me gustaba, a la que le dedicaba canciones cada vez que salía al aire, la que esperaba de madrugada solo para sentirla cerca estaba aquí conmigo y yo no quería que ese momento acabara.

Fui a darme una ducha y a prepararle el desayuno, por primera vez sentía que sería un día maravilloso

—Buenos días— escuche una voz un poco disfonía, pero dulce susurrando al otro lado del mesón, usaba la camisa azul que llevaba anoche, le quedaba un poco grande, le llegaba debajo de los muslos y su cabello engajado como la melena de un león, se veía perfecta

—Buongiorno farfalla —salude estirando un plato al mesón y haciéndole seña de que se acercara a desayunar

—espero no te moleste —dijo señalando la camisa—la tuya es mucho más cómoda

—te queda mejor a ti

—¿seguro? Porque podría jurar que se te veía muy sexo anoche— ¿saben la diferencia entre un tomate y yo? Ninguna, no había ninguna, ella tenia un don para debilitarme, enamorarme, enloquecerme y excitarme como nadie en la vida lo había hecho — ¿qué has hecho de desayuno? — pregunto y estaba muy seguro de que era para evitarme la pena de tener que responder lo que había dicho antes

—Un delicioso Cruasán con Capuchino, pero si no te gusta podemos pedir...

—tranquilo tranquilo, me encanta

Desayunamos en silencio, pero sin sentir tensión, era más como sentir la compañía de la persona sin hablar con ella, era una conexión que no todos tenían, una que nosotros compartíamos

—Me gustaría tener nuestra 4 cita hoy ¿te parece bien?

—¿eh?

—nuestra cita #4, aun nos faltan 2 ¿recuerdas? — me miro extrañada — hemos acordado 5 citas para que me digas si puedes estar conmigo, no voy a romper esa promesa, pase lo que pase

—está bien ¿Cuál es el plan de hoy?

—haremos maletas

—¿maletas? ¿nos vamos fuera de ginebra?

—vamos fuera de Suecia

—pero ¿estás loco?

—no, quiero enseñarte el lugar donde nací

—no, no me digas que...

—sí, vamos a Italia                                                                                   

Constelación de mariposas - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora