Capítulo 22: Una telenovela para vivir.

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Pov Percy

Siempre me había sentido mucho más cómodo bajo el agua. Desde que mamá me bañaba de niño mientras Gabe apostaba en la sala. Por supuesto que en aquel entonces no sabía del porque me gustaba tanto, pero en ese momento lo sentía como un escape. Como hundir la cabeza en la bañera y que todo quedara en absoluto silencio. 

Y bueno, ahora mismo no hice una excepción.

Había ido al lago tan pronto se dio a conocer la noticia de Quintus. Quería un lugar alejado y tranquilo dónde nadie me molestara o me mirara para poder lamentarme y maldecirme yo mismo. Pero no importaba cuánto me sumergiera, no podía escapar de la sensación de fracaso que sentía.

¿Cómo no dije algo antes? 

Estaba más que claro. Desde el día uno que había algo extraño en él. ¿Cuántos semidioses pueden llegar a una edad tan avanzada? ¿O cuantos pueden tener un sabueso del inframundo de mascota? Bueno, si quitamos a Euritión, solo uno, y ahora se había escapado.

Si hubiese dicho algo antes. Si le hubiese avisado a Quirón, a Annabeth, a quien sea, podríamos haberlo evitado. Podríamos haber prevenido que Quintus escapara, que en realidad era un espía. ¡Era más que obvio, Dios!

Dejé que mi cuerpo flotara lentamente hacia la superficie, saliendo a la luz del día. Me dejé llevar por la corriente, acostándome boca arriba mientras contemplaba el cielo infinitamente azul sobre mí. Mis ojos se perdieron en las nubes, y por un momento, mi mente divagó hacia Alex.

Alex... ¿Qué hubieras hecho? Probablemente habrías saltado a su garganta desde el primer momento. Era lo más cercano.

Pero después de todo, ¿qué podía hacer yo?

Pasaron los minutos mientras me dejaba llevar por la corriente, sintiendo el peso de mis pensamientos sobre mis hombros. Entonces, incliné la cabeza hacia atrás y vi una figura de pie en la orilla. Una sorpresa momentánea me invadió al reconocerla. Zoe Belladona.

Zoe me miró desde el borde, y sentí su mirada pesar sobre mí. Dejé que una pequeña corriente de agua me guiara de vuelta a la orilla, hasta quedar cerca de ella. Tan pronto salí del agua, estaba seco de vuelta.

Nos quedamos unos segundos en silencio, como si ambos estuviéramos tratando de encontrar las palabras adecuadas para romper la tensión. 

-Hola...- Dije, y salió más seco de lo que planeaba.

Ella hizo una mueca.

-Hola.-

De nuevo silencio. No había hablado con ella desde antes de entrar al Laberinto. No es que tampoco pudiese acercarme. Ella había pasado esta última semana en el campo de tiro, practicando sin parar. Creo que nadie estaba muy entusiasmado de hablar, en realidad. 

-¿Cómo estás?- Pregunté, rompiendo el silencio con un tono suave.

No se porque, creí que había hecho una pregunta estúpida. Ella era una cazadora de más de dos mil años.

-Igual que todos. Intentando mantenerme firme.- Dijo en un tono más suave. -¿Y tú?-

La miré, y recordé un momento en el que habíamos discutido con los demás el uso de su vocabulario. A decir verdad, se había adaptado bastante bien a los modismos del siglo veintiuno. Ya nada de "Usted", o "menester".

-No tan bien.- Respondí sinceramente. -Siento como si hubiera dejado que todo esto pasara. Debería haberlo detenido antes.-

-No podrías haberlo sabido.- Dijo ella de inmediato, a lo que bufé por la nariz. -Percy, nadie supo nada de Quintus. No puedes...-

-Imprudente.- "La Batalla del Laberinto." (Saga Percy Jackson x Oc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora