Capítulo 32

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Tayler Aragon.

¿Infiel?

Está débil en su habitación y me da una extraña sensación de que mis problemas apenas comienzan. Odelia está arreglando las cosas y yo no le quito el ojo de encima mientras acomoda mi despacho. La casa está lista desde hace una semana porque, ¿por qué no? Ella lo quería así, y no me cuesta nada complacerla cuando para ella lo único que existe es estar sobre de mí.

Por otro lado no puedo quitarme de la cara a los hombres que maté, y la razón fue ella, no me interesa hacerlo, pero ahora saben que tengo una debilidad, antes creían que era un capricho, algo de hombres, pero ya no, saben que la tengo y que si ella lo pide le pongo la bomba a un recién nacido. Dios no ha existido para mí pero estoy apunto de hacerme catolico para pedirle que me la saque cinco segundos de la mente. Sin embargo sigo anotando químicos y fórmulas para poder matar a la perra que pasea mi despacho. Morirá lentamente, y me complace decirlo. Puede que la encierre en el cubo de cristal, sería divertido.

Tengo ganas de matar a la mujer que acomoda todo, y es que aún no me cabe en la cabeza lo que ha pasado con ella, me ha visto crecer... ella... no puedo creer que cada ser al cual le he tenido aprecio en la tierra me ha traicionado como se les antoja. A todos los he matado, menos a mi encantadora, y eso me hace pensar en si realmente vale la pena quitarle la vida a alguien o perdonársela sólo por su beneficio.

Al menos eso es lo que debería pensar, pero no, estoy viendo la cámara de la habitación en la que ahora duerme mientras me lleno de trabajo antes de ir a ducharme. Miro el artefacto que guarde en mi cajón sin que Odelia lo vea. Tengo pensado planear su muerte e investigar el porqué de su traición hacia mi legado. Por ahora la envenenaré.

Abro tal cosa cuando se marcha sin hacer mucho ruido y detallo los pétalos que adornan lo que al parecer será mi condena de muerte. No tengo más opciones y no me molesta, pero necesito hacer algo antes de que esto sea la noticia.

Guardo todo, y tomo mi auto después de darle un beso a Eliot no sé porque y también a la loca que ahora tengo durmiendo con mi ropa. No respeta mi privacidad.

—¿Adónde vas? —dice somnolienta.

—Con otra —digo lacónico, y ella se ríe estirando la mano para que la tome.

No sé porque le hago caso. Algo me hace sentir culpable.

—Te hice una sorpresa —susurra, me acerco a ella y me siento a su lado en la cama.

Enciendo la lámpara y me topo con la mujer más hermosa de ojos grises y cabello rojizo que el mundo a sostenido; la tengo en mi cama, sonriendo mientras rebusca en le gaveta de al lado, quito los mechones necios de su rostro para apreciarla más, y sus labios rojos me ponen mal.

Me voy contra ella quitándole un suspiro del beso que la toma desprevenida, sabe a pasta dental y cereza como siempre, al igual que huele a rosas y un toque de vainilla. Sus suaves labios son eléctricos, apasionados, y jugosos. Me rodea el cuello mientras doy un beso el cual no sé qué es. Es suave, y me da la necesidad de acunarla como le gusta. Me separo y está aturdia sin quererme soltar, respira con dificultad. Un escalofrío interno me hace querer vomitar con este sentimiento, no puedo respirar, no sé porque, desliza su mano por mi mejilla provocando que mis ojos se cierren al sentir su delicada piel. «Algo frío», le detengo la mano y veo que tiene algo entre los dedos. Lo que sacó de la gaveta.

—Te hice una sorpresa —me dice. Sus ojos grandes me observan haciéndome sentir vulnerable—, siempre te vas a trabajar por las noches, y yo estoy aquí. —me muestra una pulsera hecha de piedreria que compró—. Si la llevas puesta siempre estaré allí.

𝓝𝓮𝓰𝓪𝓬𝓲ó𝓷 3(+21) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora