Capítulo 43

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Tayler Aragon.

Por ti.

No puedo explicar nada, de hecho no es como que me interese mentir, es obvio lo que hacía, por suerte era la última vez. Sólo eso necesitaba, y como siempre el Yakuza me ayudó. No es que sea problema para mi matarla a golpes, o dejar que me la chupe, pero sin duda el asco es sumamente repulsivo.

No puedo ir tras ella, no me apetece hacerlo, no porque no la necesite si no que tengo todo encima, problemas con la nueva mercancía, no he podido hacerlo. No he producido una mierda y por eso he trabajado toda la madrugada después de salir de ese cuarto de hotel.

Ahora el maldito del bufón es el que se encarga de reparar el daño que le hizo Odelia al sistema de mi encantadora. Esa imperativa caprichosa, le hemos suministrado discretamente una nueva fórmula, porque la abstinencia en ella se nota, la manera en que bebía y buscaba tomar algo más, ella piensa que son ataques, pero aparte de eso sólo quiere estar tranquila.

No me interesa su tranquilidad por ahora, porque tengo la daga en el cuello gracias a ella.

—¿Cómo vas? —pregunto dejando ir una gota a la mezcla en el laboral.

—¿Qué color debe tomar? —titubea con voz suave.

Tallo el puente de mi nariz tratando de agarrar paciencia y me dirijo a él que tiene un vaso precipitado en lugar del embutido de decantación.

—¿¡No estuvimos juntos en clase!? —evoco sus palabras y lo empujo.

Vuelvo a hacer todo de nuevo, ya son más de las cinco y no me interesa, he estado más días sin dormir en la guerra. Pongo el líquido espeso en un inyectador en una chica que es el ratón blanco.

Si muere... entonces no servirá. Pero, si vive, se lo daré a mi mujer. Necesito que deje de intoxicar su maldito cuerpo y que ese utero esté listo para mí. Y nuestros hijos.

Salimos de mi laboratorio, que está en mi fortaleza. Aún recuerdo cuando la traje y maté a ese perro maldito.

Me quito la bata y los guantes de látex mientras dejamos a la chica siendo monitoreada. Me quedaría pero mi Watch me dirá si muere o no.

—Tengo ganas de una hamburguesa —habla el bufón mientras salimos bajando las escaleras.

—Te felicito.

¿A mí qué me importan sus necesidades gastrointestinales?

—Pásamos por Carls y vamos a la central, necesito una que otra cosa —me cuenta su día a día como si me importara—. ¿Has sabido algo de Vanessa y Ostin? Se supone que ya estarán en marcha con la infiltración en los calaveras de Chicago.

Yo que mierda voy a saber de gente que no me interesa. Yo no trabajo en la central.

Entro al auto ignorándolo porque no tengo ni un mensaje suyo reclamándome. Por alguna razón me pica el pecho.

—¿Por qué sabría yo eso? —cierro la puerta y él después de mí.

—¿¡Será porque... son sus amigos!? —saca su teléfono mientras yo enciendo el auto.

—¿Los vagabundos que parecen súbditos de mi mujer? —digo confundido. No tenía idea.

—¿Te dijo algo tu mujer?

No respondo porque no tengo ganas de pensar en sus berrinches. Hoy la llevaré a comer para que se le baje, tengo una reservación en uno de los mejores restaurantes pero lo reservé para nosotros cambiando las luces por rojas. Un dólar menos en mi bolsillo, y todo lo que tengo es para gastarlo con ella.

𝓝𝓮𝓰𝓪𝓬𝓲ó𝓷 3(+21) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora