Capítulo 68

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Lovely Walker.


Punto y coma.

Me tiemblan las piernas mientras paso de mesa en mesa saludando a los invitados, unos dan más miedo que los otros, pero no me interesa, acabo de matar a no sé cuántos malditos y me siento como si acabara de salir de un maldito hospital psiquiátrico.

—¿Adónde está Aragon?

—Preso —le respondo al hombre de barba que me pregunta.

Comienzan a carcajear y me limito a pensar en adónde diablos está Elton que desapareció antes de que pudiese ir por él. Me dirijo a la mesa del Yakuza que está con el dragón y Cho que bosteza.

—Pero miren quién apareció —dice Yukimura.

Sonrío y me siento a comer lo que reparten sus mujeres que son una que otra con piernas y brazos con prótesis eléctricas, me recuerdan al soldado del invierno.

—¿Qué se supone que haga ahora? —me desparramo en la silla viendo mis pies con los tenis que me trajo Félix.

No sé a quién dejó sin zapatos pero son cómodos.

—Pues aparentemente no morir —se ríe el dragón y acomoda su cabello lacio.

—Lo que quiero es una hamburguesa de pollo.

—Señora —me habla Félix y trae la hamburguesa que le pedí cuando llegue.

—Gracias. —sonrío dulcemente.

Nos la pasamos comiendo y yo bebo soda porque la inyección que recibí sólo funcionó para ponerme peor. Sin embargo, llegando a casa Ostin me pondrá otra dosis. Y este día no pudo salir mejor, porque aunque creí que moriría, salí victoriosa, lo cual me da la ventaja de hacer ahora lo que se me pegue la gana, estoy en mi territorio así que eso me basta.

Al finalizar simplemente me despido del Yakuza y Cho, pero aun con la mirada asesina de Greta. No me interesa la perra esa porque no se me olvida como se burlaba de mí, y eso no se olvida así porque si.

Llegamos al edificio y le digo a Félix que necesito un teléfono nuevo. Lo bueno que tengo un respaldo de todo y así podré recuperar mis cosas.

—¿Cómo supiste que no estaba? —le pregunto a Félix cuando bajamos hacia el edificio.

—Las camionetas y autos envían una señal de peligro cuando se sientan atacadas —explica abriéndome las puertas de cristal. Saludo con la cabeza al recepcionista.

—¿Mala noche, Joven ?

—Mala vida, Kike —resoplo.

Pasamos al ascensor. Mientras me cuenta qué hizo con los cuerpos cuando fue por mi hamburguesa. Necesito que los cuerpos de los calaveras salgan a la luz, que sepan que no fue Aragon, que fui yo la que los mató por decirle bastardo a mi pequeño rizos de oro.

—¿Cómo se siente? —el ascensor se detiene y salgo girando a ver cómo está en posición de descanso.

—Mejor, Félix, y gracias por confiar en mí para hacer esto.

Asiente y se cierra la puerta. El pecho se me comprime y me recargo de la pared. He tratado de ser fuerte todo el día, toda la noche, sonriendo y fingiendo que no me estoy muriendo de miedo, actúo como si estuviese bien, como si todo estuviese bien cuando no es así, cuando me tiemblan las manos y me arde la garganta por la necesidad de algo más, y ni siquiera las drogas me quitan su aroma de la piel, ni la sangre de mis enemigos lo hace.

Pero irme de aquí y luchar por el bienestar de de Eliot. Toco el timbre y rápidamente abre Ostin repasando con la cara de preocupación que siempre carga.

𝓝𝓮𝓰𝓪𝓬𝓲ó𝓷 3(+21) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora