Capítulo 45

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Lovely Walker.

Desequilibrio.

Se supone que debería estar arrepentida que debería odiar al hombre que es, debería tomar mis cosas y escapar, ocultarme del mundo. Buscar refugio en un pueblo renegado, pero no puedo.

¿Cómo le dices a tu mente que deje de hacer lo que hace?

Cómo ahora que estoy frente a él, oliendo su perfume, ahora que acaricio sus labios mientras duerme. Acaricio su barba ligeramente crecida, castaña y perfecta como sus pestañas, su nariz y el mantón. Se ve tan tierno y frágil durmiendo.

Sería más fácil elegir a Damon, decir que lo amo y que me entregué a él, pero... ¿cómo lo hago sin sentir asco de mí misma por desearlo a él?

El estómago se me retuerce por el bombeo que hay en mi pecho mientras lo escucho respirar, su tórax se eleva de manera apacible mientras acaricio su cabello castaño oscuro, hay mechones más rubios que otros, pero la manera en que cae a su frente. Su piel es suave aunque si veo su pecho encuentro cicatrices y tatuajes, como las pequeñas líneas de raíz que abrazan su nuca.

—Creo que sí podría llegar a quererte —susurro—. Me da mucho miedo amarte.

La emoción me sube hasta las mejillas mientras el miedo de que esté escuchando, se me revuelve el estómago y me tiemblan las manos con el calor que me sube al cuerpo. Me acerco a él, tanto que puedo aspirar su aliento fresco. Humedezco mis labios hambrientos y coloco mi mano en su mejilla con la emoción que me recorre.

Una electricidad pasa de estar en mi columna a en cada célula de mi cuerpo, como si fuese a probar un veneno, la boca se me seca con la necesidad. Me aprieto a su pecho y hundo mis labios. Los poros se abren, la sangre fluye, el hormigueo en mi entrepierna, la saliva se me vuelve agua, el oxígeno es su aliento y ahora parece que no puedo estar sin él. Mi pecho se desboca, mi cuerpo vibra y trato de despertarlo de esa manera, quiero que sepa pero no... eso sería demasiado vergonzoso hasta para mí.

Paso mi mano por su abdómen y la jeringa se me mueve cuando pongo distancia.

—Porquería —gruño en susurro y volteo a ver cómo sigo con suero, llevo dos días en cama desde que me trajo. Sólo voy a la escuela y vuelvo.

—Ven —gruñe somnoliento.

El pecho se me comprime por el miedo.

—¿Te desperté? —pregunto en un hilo de voz.

—Me desperté cuando no te sentí —dice y me busca con las manos se acerca hacia mí para no lastimarme la mano—. ¿Qué hora es?

Miro el reloj que está en el buró. 9:40.

—Son las 7 —miento. Me acurruco con él nuevamente.

Después de horas vuelvo a despertar sin él y eso es agobiante. Pronto volveremos a la rutina de odiarnos, de hacer cosas que lo molesten, y verlo besar a otras, escuchar como las folla. Algo se me atraganta con el sentimiento de celos pero los entierro limpiando mi rostro.

Quito el suero como él me lo indicó y me percato de que son las tres de la tarde.

—¿Qué haces de holgazana, descarada mentirosa?

Algo me revolotea el estómago cuando lo veo saliendo del baño con una toalla en la cadera, cabello húmedo y ojos oscuros.

—¿Qué? —frunzo el ceño—. ¿No pudiste ir con tu esposa?

—¿Celos?

Niego poniendo una bandita en el punto de inyección.

—Necesito que dejes de meterte porquerías —se sacude el cabello con una toalla pequeña y después la pone como una pequeña capa—. No quiero eso en tu sistema.

𝓝𝓮𝓰𝓪𝓬𝓲ó𝓷 3(+21) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora