Capítulo 60

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Lovely Walker.

Amazona 1.

El viaje a sido largo, le pagamos a dos hombres para que nos trajeran hasta aquí, pero aún falta media hora para llegar o quizá medio día. No sé cuánto tiempo hemos navegado pero el océano me marea más de lo que creí, sin embargo, es más hermoso de lo que parece.

Así como escalofriante a decir verdad. El frío es mucho más intenso. Relajo mis pies sobre el sofá que tiene el barco, ya que, el señor humilde no podría estar en cualquier barco. Tiene dos habitaciones y un baño, el comedor, sala y cocina, también con una pequeña sala con mirador.

Su manera de pasar desapercibido obviamente no es lo suyo.

—Ven —ordena caminando hacia la salida.

Lo sigo como perro, subiendo las escaleras. Me espera y me da la mano para salir hacia la penumbra. El viento golpea su cabello y el mío, froto mis brazos mientras él tiene una camisa blanca de botones y su pantalón gris oscuro con zapatos finos.

—¿Qué...? —no termino de decir la frase cuando me gira el rostro hacia arriba.

Las constelaciones yacen frente a mí.

—Quédate quieta —ordena—. Te voy a pintar.

Enarco la ceja y me percato de que sí, efectivamente tiene un cuatro pequeño con una tabla de pinturas ya sobre su mano. Hay una pequeña alberca a mi lado con luz azul que ilumina mi camino.

—Quítate eso.

Deslizo el abrigo y me quedo en una bata roja ajustada a mi cuerpo de manera natural. Me indica cómo ponerme.

Sus dedos comienza a moverse sobre el lienzo, lo noto por el rabillo de mi ojo, de repente suena un pincel, y no entiendo cómo diablos lo hace, quizá es la luz de la cabina que lo deja ver, pero yo no veo una mierda.

El frío cala mi cuerpo, pero canto una canción en mi mente mientras imagino que después de la pintura vendrá a besarme por portarme bien.

Relámpagos estrellan contra mi piel avisando que una tormenta se acercará pronto.

—No te muevas —musita con voz profunda.

«sí, amo»

Su respiración es entrecortada, las cosquillas me viajan de la entrepierna hasta las manos, me vibra cada célula, me arde cada poro por la necesidad y la brisa choca con mi piel haciéndome jadear.

—Tócate —pide—. Sólo falta tu rostro.

Cierro los ojos haciendo caso a su orden, y meto mi mano debajo de mi bata corta. Su suspiro me hace tambalear, comienzo frotando, viendo las estrellas pero lo que quiero no lo veo.

—Imagina que soy yo, piensa que soy yo —dice aniquilándole el sentido—. Lleva esa mano hacia tus pliegues, y sepáralos.

Obedezco jadeando por la sensación de su orden.

—Buena chica. Inserta un dedo —hago caso y echo la cabeza hacia atrás reprimiendo un gemido—. Saca... —hago caso—, vuelvo a meter.

Lo hago una y otra vez mientras me lo dice y mi cabeza trata de mantenerse inmóvil pero ya tengo la saliva ahogándome mientras jadeo con la boca abierta.

—Despacio —pide cuando intensifico el ritmo—. Déjame eso a mí. Ahora, mete dos.

Hago caso y llevo mi mano a mi nuca tratando de mantener la compostura, mis dedos resbalan dentro de mí tan fácilmente que seguramente el cabría aquí sin problemas.

𝓝𝓮𝓰𝓪𝓬𝓲ó𝓷 3(+21) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora