Capítulo 35

1.4K 86 60
                                    

Días antes.

Vanessa Jonson.

Rubia y vikingo.

«El número que marcó no existe o se encuentra fuera del área de servicio». Es algo que llevo escuchando los últimos meses, no me contesta, no me manda un mensaje, sólo sube fotografías a Instagram cada dos mil años mientras la cojonuda cordura me dice que debo dejarlo ir.

—¿Qué tanto piensas? —pregunta mi compañera Sharon. Está arreglándose para una cita.

El proyecto fue una porquería pero lo terminamos. Y si te pones a averiguar todo, resulta que te es más confuso todo, en lugar de resolverlo lo huecos se hacen más profundos.

—Que debí elegir modelaje. —resoplo guardando mis cosas. Envío un mensaje a Elton diciendo que pasaré por Ostin—. Estos casos me revuelven el estómago.

—Ni digas —abre la puerta de su casa—. ¿Quieres que te vaya a dejar?

—No, debo pasar por unos condones.

Me pongo mi mochila mientras acomodo mi falda y suéter. No tengo idea qué tanto duré haciendo esto pero Jesús ya pasan de las once.

Camino hacia la tienda y compro unos condones que ya no tengo. Compro una bebida de té verde y camino hacia la avenida. Las calles están oscuras, y aunque parece raro no me da miedo. Después de un rato noto una presencia detrás mío, giro y me topo con un hombre alto qué pasa de largo haciendo que casi me orine. Río para mis adentros pasando las manos por mi rostro.

Camino hacia la estación que está más lejos de lo que creí andando. Mi pecho retumba con fuerza diciéndome qué hay peligro. Saco mi shock de la mochila discretamente sin voltear.

—Será mejor que guardes eso zorrita. —su voz gruesa y profunda me hace girar instantáneamente.

Suelto mi mochila, trata de darme un golpe, y oprimo el shock en sus bíceps ganándome un golpe que me hace ver estrellas, el calor en mi boca se intensifica cuando la sangre la abunda, me arrastro en el suelo. Me arrastra del tobillo y giro dándole una patada.

—¡Deja de pelear! —se sube sobre mi inmovilizándome.

—¿Vikingo? —es lo único que puedo articular antes de recibir un golpe que me deja ciega.

Si estoy muerta dejan que me muera. Una oleada de cambio térmico me cala cuando el agua helada estrella con mi piel. Trato de abrir los ojos, no enfoco ni reconozco, las ganas de gritar con fuertes, y me arrepiento tanto de llevar un caso tan extremo como el de esa muchacha. Un ardor sonoro me saca de mi sordera y ceguera cuando una cachetada palmea mi mejilla.

Trato de respirar y saber qué diablos está sucediendo.

—Creo que ya se murió —carcajea uno.

—Márchate —pide la misma voz que me dejó inconsciente.

Mis ojos se enfocan, estoy atada en una silla conductora de electricidad, hay cables pegados a ella, y mis pies están llenos de agua.

—¿Me vas a decir porque me tienes aquí o cumplemente me vas a matar? —alzo la mirada topándome con el miedo en persona.

Si no fuese evidente la demencia diría que es el maldito hermano perdido de ese bastardo que se robó a Love. Pero este tiene barba, cabello largo, los vaqueros se le ciñen en las piernas torneadas, y el chaleco de cuero está abierto dejándole ver su abdomen marcado.

—Eres demasiado cotorra como para mi gusto —me escanea, toca mi rostro el cual le niego. «Huele a cedro».

—Y tú eres muy poco para mí, ya estamos a mano. —le sonrió—. Si planeas que te ruegue que entregue a Love estás muy equivocado.

𝓝𝓮𝓰𝓪𝓬𝓲ó𝓷 3(+21) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora