𝐃𝐢𝐚́𝐟𝐚𝐧𝐨

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La luz puede llegar a los lugares
mas oscuros del alma.



Cerca de las cinco, Zhēnzhū llegó a la exhibición que se encontraba abierta al público en el museo de Arte contemporáneo de Linkon city. Demian T. era un egresado de la facultad de Bellas Artes en la que estudiaba, había dejado dos trabajos bastante impresionantes que seguían expuestos en zonas estratégicas. Ahora, con una gran oportunidad en la puerta, había organizado una exposición de sus trabajos más recientes, los cuales llevaban como nombre Diáfano.

Perla avanzó lentamente, la sala tenía zonas donde la oscuridad se volvía más densa, apoyando a los reflectores que apuntaban con su luz hacia los cristales, creando sombras de colores traslúcidos y figuras que se proyectaban. Eran pocas las personas en esos momentos, y el silencio era interrumpido únicamente por el sonido de pasos y la música ligera de fondo.

Las formas eran asimétricas, ascendiendo y descendiendo. Le traían a la mente la imagen de las raíces de un árbol, o las ramificaciones que crecían sin un orden específico. Del techo, como atrapasueños, flotaban mariposas y aves creadas con colores corales y lavanda. Algunos cuadros compartían espacio con la frágil creación de Demian, pero todo convergía en una armonía absoluta.

Cerca del final del recorrido, un enorme vidrio dividía dos secciones, una donde las sombras eran cortadas por los colores iridiscentes que se proyectaban a través de su materia cristalina, y otra dónde la claridad era más evidente y bailaba con las sombras de su contraparte.

Zhēnzhū siguió avanzando, apreciando los detalles en relieve y las proyecciones que daban la apariencia de polvo cayendo lentamente. Estaba tan concentrada que al inicio no notó que una persona caminaba del otro lado, casi de manera paralela.

Sucedió a mitad de camino, volteando su rostro en el momento justo en el que el otro la observaba atentamente. La impresión hizo que saltara ligeramente hacia atrás, colocando su mano sobre la zona del corazon. Cuando volvió a hacer contacto visual, una nueva sensación de nerviosismo se instaló en su estómago y fue difícil respirar por la repentina presión en sus pulmones.

¿Qué tipo de coincidencia extraña era esta? Del otro lado, vio como Rafayel parecía tan sorprendido como ella antes de desviar su mirada. Ahora que podía observarlo un poco más de cerca, notaba lo realmente alto que era, y las sombras delicadas de su rostro que eran alumbradas por tenues destellos azules.

Rafayel no volvió a mirar, pero aún podía ver los mocasines moverse a la par que él, y las curiosas medias altas con diseños de "La noche estrellada".

Generalmente, no observaba fijamente a menos que tuviese curiosidad, o que sintiera que estaba viendo algo realmente inspirador. No era lo segundo, pero si lo primero. Cómo si ya se hubiesen visto en otra parte.

Tal vez solo estaba delirando, así que apresuró sus pasos. Evitaría el momento incómodo y solo saldría de las instalaciones cuánto antes.

Estuvo a punto de lograr su cometido cuando unos pasos rápidos seguidos de una voz agitada, lo pararon en medio del estacionamiento.

— ¡Señor Qi!

¿De verdad lo había llamado de esa forma?

Rafayel golpeó despacio su frente con su diestra y luego giró, preparándose para establecer contacto visual una vez más.

Perla estaba un poco agitada, su rostro se encontraba rojo por la vergüenza. Sin embargo, lo primero que hizo fue sonreír como si su interrupción fuese lo más natural del mundo.

Vaya, pensó Perla.

¿Se habría visto así hace tantos siglos atrás? ¿Tendría el mismo color de ojos, de cabello? ¿Su rostro habría sido así de expresivo? Habría llorado si el simple hecho de hacerlo no fuese extraño e incómodo.

— ¿Nos conocemos de alguna parte, señorita?

Perla abrió sus labios y luego los cerró con indecisión. Era entendible que la situación fuese incómoda. Tal vez no debió lanzarse precipitadamente.

— Soy Perla. — Su respuesta fue lo más parecido a un silencioso “pequeña perla de mar” — asisto a la universidad de bellas artes en Linkon City.

Rafayel siguió con su fachada desconfiada, aún cuando el brillo e ingenuidad en los ojos azules de Perla le indicaban que no había peligro.

— En ese caso lo siento, este es mi día libre, no me encuentro trabajando. — Perla se sorprendió y luego rió, algo aliviada. Rafayel sintió sus orejas cálidas ¿Por qué se sentía avergonzado de repente?

— Lamento incomodar, pero creí que si no me acercaba ahora, jamás tendría la oportunidad. — el silencio se volvió profundo por unos segundos. Sus palabras seguían siendo extrañas frente a él.

Y aún así ¿Por qué la felicidad se extendía como un río refrescante a través de sus venas? Era alivio, el logro de una vida esperando. De siglos rezando.

— Admiro su trabajo desde hace un tiempo y tenía la esperanza de que tal vez, algún día... podríamos hablar sobre arte, sus técnicas... y sobre Lemuria.

Era cierto.
La luz siempre encontraba como filtrarse en medio de la oscuridad.





Nota de autor:

Este capitulo está listo desde hace tres días, o más, y olvidé subirlo. Pero por fin, POR FIN puedo suspirar de alivio porque estos dos se conocieron.

Si están por aquí, les agradezco si dejan una estrellita, de verdad.  🩷

Tengan linda noche. ✨

𝐏𝐞𝐪𝐮𝐞𝐧̃𝐚 𝐏𝐞𝐫𝐥𝐚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora