𝐌𝐨𝐨𝐧𝐟𝐥𝐨𝐰𝐞𝐫 𝐯𝐚𝐥𝐥𝐞𝐲 (𝐩𝐭.1)

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Un mes puede irse en un parpadeó, o en el lapso del aleteo de una mariposa.



Rafayel había pasado de compartir tiempo con el sonido del océano y la brisa del mar, a tener a cierta persona a alrededor casi todos los días; ya sea ordenando un poco el estudio o llevando materiales nuevos que él le pedía, creando pigmentos durante las tardes, caminando por la playa o por alguna plaza en Linkon city en busca de inspiración, descubriendo lugares nuevos para comer y relajarse, ella parecía estar pegada a él como una luciérnaga que seguía felizmente la luz.

Perla era silenciosa mientras trabajaba en su arte, pero durante la comida podía hablar cada tres bocados; le había mostrado su folio de trabajo, lo cual le había sacado un par de sonrisas al ver cómo, con mucho cariño, guardaba imágenes de sus primeras creaciones. Rafayel ya sabía que Perla era pulcra con la escultura, su habilidad era el fruto no solo del talento, sino también de su perseverancia.

— Este de aquí está en la universidad ¿Verdad? En la bodega. — Rafayel señaló una de las imágenes y Perla siguió la dirección de su índice, asintiendo como si le hubiese dicho un sinsentido.

— Si, por eso está en mi portafolio. Fue mi proyecto integrador del año anterior. Gané el segundo lugar, pero no tenía donde guardarla así que preferí dejarla en la universidad, no quisiera moverla demasiado. — su explicación fue vaga, deslizando la yema de su dedo por los bordes de la foto. — No recuerdo que me inspiró, honestamente. Pero la angustia es una emoción que funciona mucho en mi trabajo. — volteó el rostro en dirección del pintor que alzó sus cejas como si no esperara algo como eso.

— Te ves más del tipo de jardines encantados y bodegones.

— No me gustan los bodegones.

— Pero te encanta comer.

La peliblanca negó con la cabeza, riendo por la audacia de Rafayel que siendo flexible y espontáneo, también encontraba encontraba diversión en comer y explorar lugares inesperados.

Ambos habían aprendido una o dos cosas del otro durante el primer mes de vacaciones. El tiempo con otras personas fortalece los vínculos, eso solían decir. Para Perla, no había nada más afortunado que seguir a su lado. Ya sea como una amiga o una sombra. Incluso una simple alumna.

Todo eso estaba bien para ella. Todo menos volver al fondo del océano, en medio de la oscuridad. Sin él.

— Bueno, pero no estábamos hablando de comida, concéntrate. — Fue Rafayel quien volvió a encaminar la conversación mientras le daba un golpecito en la frente.

— Fuiste tu quien comenzó.

— Y ahora quiero que me sigas contando sobre tu interesante trabajo.

— ¿Que quisieras saber?

— ¿No usas tu nombre para firmar tus trabajos? ¿Cómo comenzaste a interesarte en el modelado y la escultura? — aunque en la foto no se veía el nombre de quien la firmaba en la placa, Rafayel estaba seguro de no haber visto el nombre de Perla en él.

El sol estaba cayendo lentamente fuera, en los ventanales y las cortinas blancas reflejaban los rayos del sol y los colores del cielo que creaban un carmesí impresionante. La brisa del océano aliviaba un poco del calor de la costa y susurraba oscilante en medio de ambos.

— Uso mi nombre, nada más cambia el idioma. — Perla buscó una hoja en blanco, escribiendo Xiao Zhènzhú en ella. — mis padres me dicen así.

Rafayel no dijo nada, esperando que continuara. No había notado que poco a poco había invadido el espacio personal de su acompañante y que esta parecía no darle importancia en absoluto. — Pequeña Perla.

𝐏𝐞𝐪𝐮𝐞𝐧̃𝐚 𝐏𝐞𝐫𝐥𝐚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora