MATTEO

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Avanzamos por los oscuros pasillos de la catedral, con la incertidumbre pesando en el aire como una losa. Mis pasos resonaban en el silencio mientras nos acercábamos a una puerta de hierro macizo. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, mientras mi mente buscaba desesperadamente una solución a los desafíos que se nos presentaban.

Al llegar a la puerta, mi mirada se detuvo en la cerradura, y un destello de reconocimiento cruzó mi mente. Aquella cerradura me resultaba extrañamente familiar, como si la hubiera visto antes en algún lugar.

— Esta cerradura me es conocida. — dije en voz baja, mi mente corriendo para recordar dónde y cuándo.

Entonces, un destello de comprensión iluminó mi mente. Recordé la llave que Ivan había encontrado hace tiempo, una llave que parecía encajar perfectamente en la cerradura de esta puerta. Sin perder un segundo, saqué la llave de mi bolsillo y la introduje en la cerradura con manos temblorosas.

Con un clic suave, la cerradura cedió y la puerta se abrió lentamente ante nosotros, revelando un pasillo aún más oscuro y misterioso. Un escalofrío recorrió mi espalda mientras avanzábamos hacia lo desconocido, con la esperanza y el temor luchando en mi interior.

— Vamos. — dije, tratando de infundir determinación en mi voz. — No sabemos qué nos espera al otro lado, pero debemos seguir adelante.

Avanzamos con precaución por el pasillo oscuro, solo iluminado por el débil resplandor del mechero que sostenía en mi mano. Las sombras danzaban en las paredes, dándole al lugar una atmósfera aún más misteriosa. A medida que avanzábamos, mis ojos capturaban destellos de figuras antiguas talladas en las paredes, como si estuviéramos caminando a través de la historia misma. Reconocí patrones y símbolos egipcios, tallados con una precisión que sugería una mano experta.

Mientras observaba las paredes con asombro, noté que Susane estaba tensa y temblorosa a mi lado. Su respiración era rápida y superficial, y su mano se aferraba a la mía con fuerza. Me agaché para estar a su altura y le sonreí con ternura, tratando de calmar sus temores.

— Está bien, Susane. Estamos juntos en esto y te protegeré, lo prometo —dije en voz baja, tratando de transmitirle seguridad con mis palabras.

Ella asintió con timidez, pero aún así, su mirada reflejaba el miedo que sentía. La abracé con ternura y continuamos avanzando por el pasillo, con la esperanza de encontrar respuestas en este lugar misterioso.

A medida que nos adentrábamos más en la oscuridad, el sentido de urgencia crecía en mi interior. Sabía que no podíamos detenernos ahora, que debíamos seguir adelante y descubrir qué secretos ocultaba este lugar antiguo. Con cada paso que dábamos, la intriga y la incertidumbre aumentaban, y yo me preparaba para lo que fuera que encontráramos al final de este camino oscuro y peligroso.

De repente, un ruido sordo resonó en el pasillo, rompiendo el silencio sepulcral que nos rodeaba. Mis sentidos se agudizaron instantáneamente, alerta ante cualquier amenaza potencial. Levanté una mano en señal de alto, deteniendo a Leyre, Susane y Ramiro, quienes se tensaron ante el sonido inesperado.

— ¡Todos, escóndanse! — ordené en un susurro urgente, mientras buscaba rápidamente un lugar donde refugiarnos.

Leyre y Susane se agacharon detrás de una columna cercana, mientras que Ramiro se ocultó detrás de un antiguo pedestal. Me aseguré de que estuvieran protegidos antes de sacar mi fusil equipado con un puntero láser de mi cinturón. La luz verde del láser iluminaba el pasillo oscuro, listo para apuntar en caso de peligro.

Los segundos parecían eternos mientras esperábamos en silencio, escuchando los sonidos que se acercaban cada vez más. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, preparado para lo que fuera que nos esperara.

Dangerous: Juego TóxicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora