MATTEO

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Me levanté de la cama con un humor de perros. Habría preferido dormir todo el día si fuera posible, pero no tenía esa suerte. Justo cuando estaba pensando en hundirme en las sábanas, Ramiro llamó, informándome de una nueva pista que requería mi atención inmediata.

Estaba harto de seguir pistas interminables. Solo quería encontrar ese maldito huevo y finalmente tomarme unas vacaciones. Llevo prometiéndome eso desde hace dos años, pero siempre surge algo que me impide hacerlo.

Ser el rey de la mafia implica mucho más trabajo de lo que la gente piensa. Planificar, aprobar, firmar cheques, contratar personal, eliminar amenazas... La lista es interminable.

Mientras recogía algo de ropa de mi maleta, Nicole me miraba con el ceño fruncido desde la cama. Opté por vestirme con estilo, eligiendo una americana gris y pantalones a juego, ambos de GUCCI, junto con una camisa blanca. Me calcé mis zapatos negros y ajusté mi peinado frente al espejo de la habitación.

— ¿Siempre tienes que ir de modo elegante? - me preguntó la castaña que estaba medio sin ropa en la cama ya que se estaba vistiendo.

— ¿Algún problema con cómo vista? — sonreí por el espejo y ella rodó los ojos.

— No sé para qué te arreglas el pelo si siempre lo llevas despeinado. — se levantó para acomodarme el cabello, pero me aparté.

— No me toques el pelo. — protesté, pero la hija de puta aún así lo hizo. — ¿No te piensas vestir? — suspiré mientras ella me arreglaba el cuello de la camisa. — ¿Ya, mamá? - ella me metió una suave cachetada en la cara.

— Si fueses mi hijo te hubiese abandonado hace mucho tiempo. — le lancé una mirada de advertencia y ella solo se río. — ¿A dónde se supone que vamos? — bostezó y le agarré del cuello y le giré la cabeza para ver la marca que le dejé, le sonreí satisfecho. — Deja de mirarme el cuello como un gili... — se calló porque le besé lentamente el cuello y suspiró. — Matteo... ¿Ya no? — suspiró alejándose, cosa que me dio gracia.

— Iremos a ver a los demás del equipo, dicen que saben cosas sobre la nueva pista. — dije acariciándole los labios. - Ahora sé buena chica y vístete. — sonreí y me tiró una mirada de póker.

— Encima me estoy quedando sin ropa. — suspiró y fruncí el ceño sorprendido. — Me estoy quedando sin dinero.

— ¿Tú? — me reí sin poder creérmelo. — ¿Sin dinero? Si eres una de las personas más millonarias del mundo.

— Era, me cancelaron todas las cuentas bancarias y solo me han dado siete mil dólares. — saqué de mi americana dos tarjetas de crédito y se las lancé en la cara, por suerte logró atraparlas antes de que se le caigan.

— ¿Pero qué haces? — chilló y me reí con ganas agarrándola del cuello y robándole un beso en los labios.

— Silencio. — ella se cruzó de brazos mirándome con desprecio. — Cada una tiene quinientos mil dólares. — contesté. — Siéntete millonaria. — ella me empujó de mal humor y me reí a carcajadas.

— No quiero tu estúpido dinero. — dijo seria y yo suspiré rodeando los ojos.

— Tendrás que acostumbrarte, y más cuando acabes casada conmigo. — ella se quedó pálida con la boca entreabierta y me reí con más ganas aún. — Ahora sé buena chica y hazle caso a tu papi, vístete. — la empujé contra la maleta.

— Trátame bien. — protestó mientras se vestía.

— Te trato como se me cante. — me metió una patada en la rodilla suavemente y la miré mal. — Agresiva de mierda.

Dangerous: Juego TóxicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora