CAPÍTULO NUEVE

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Sunghoon Park, o el hombre que era conocido como Sunghoon Park, rara vez se sentía aprensivo por hacer todo lo que estaba a su alcance por el éxito de una misión. Habían pasado años desde que algo lo había hecho dudar.

Esa era la razón por la cual una parte de él se sentía incrédula, porque se negara a considerar la opción que haría mucho más sencilla su misión. Era inútil negar que prestarle el chico a Brylsko, sería la forma más fácil de saber dónde guardaba el USB. Sin mencionar que cambiarlo por el falso sería algo mucho más fácil si estuviera... distraído.

Distraído.

La mera idea hacía que los dedos de Sunghoon suplicaran por un arma, un cuchillo. Cualquier cosa.

Mierda. Esto era inaceptable. El chico no debería haberle importado. Había hecho cosas mucho peores, en nombre de la Reina y del País, que sacrificar la salud mental de un adolescente. No era como si Brylsko fuera a matar o a dañar físicamente al chico. Era solo sexo. Un intercambio de fluidos corporales. No era como si el mismísimo Sunghoon nunca hubiera tenido que follarse a personas a las que aborrecía por el éxito de su misión. Entonces, ¿por qué no podía dejar que el chico lo hiciera? Le había advertido a Jake que no era un trabajo para alguien con el estómago débil. El chico había ignorado su advertencia, y ahora debía lidiar con las consecuencias. Simple como eso.

Excepto que no importaba lo que Sunghoo se dijera a sí mismo, eso no cambiaba nada. Sabía que no permitiría que Jakey lo hiciera, fin de la historia. Y le enojaba.

Este... proteccionismo era inaceptable. Peligroso.

—Estás muy callado —dijo Jakey, inclinándose más cerca de él, su mano apretando la parte superior del brazo de Sunghoon.

Sunghoon miró alrededor de la cubierta, buscando cámaras de seguridad. No podía ver ninguna, pero incluso si alguna le pasaba desapercibida, era muy poco probable que los escucharan por encima de la música alta que sonaba en el bar. No había pasajeros lo suficientemente cerca de ellos. Era tan seguro hablar como podría serlo.

Miró al chico. Sus ansiosos ojos verdes lo estaban estudiando.

—¿Algo va mal? —dijo Jakey.

Sunghoon negó con la cabeza. Dificilmente podría decirle al chico en qué estaba pensando. Jake probablemente se horrorizaría si descubriera que Sunghoon había estado tratando de convencerse a sí mismo de hacer lo más inteligente y usar el cuerpo del chico para obtener la información que necesitaban.

Por otro lado, tal vez debería decírselo a Jakey. No había escapado a su atención que el chico se había enamorado un poco de él. Probablemente debería cortarlo de raíz y liberar al chico de la ilusión de que era una especie de caballero de brillante armadura. La mera idea casi hizo reír a Sunghoon. Él no era más que un arma. Algunos lo llamarían un asesino a sangre fría. Algunos lo llamarían un bastardo de dos caras y manipulador. No estarían equivocados.

—Bien, el silencio es un poco siniestro —dijo Jakey con una sonrisa, sus ojos brillantes de curiosidad.

Cristo. El chico era desagradablemente entrañable.

A Sunghoon le gustaba. Realmente le gustaba, y ese era el quid del problema. Eso no le pasaba a él. Había aprendido hace mucho tiempo a mantener distancia emocional con otras personas durante sus misiones. No eran más que objetivos y daños colaterales.

Pero este niño... Jakey lo miraba como si fuera el sol, no un cínico agente del gobierno con demasiadas caras y las manos sucias. Le hacía querer hacer algo cruel, para borrar esa mirada de la cara del niño.

Excepto que... le gustaba. No era más que una fantasía, pero a él le gustaba, le gustaba que Jakey pensara que era un hombre mucho mejor de lo que era.

—No deberías estar enamorado de mí —dijo Sunghoon.

Mayormente los pelirrojos no se sonrojaban pero, de alguna manera, este sí.

Para crédito de Jake, él ni siquiera intentó negarlo.

—Lo sé —dijo con un suspiro—. También me molesta. No te preocupes, estoy seguro de que pasará pronto. Soy un adolescente. Me enamoro una vez cada dos semanas.

Sunghoon se rió entre dientes, dejando caer un beso en la frente de Jakey.

—Nada de qué avergonzarse, Bambi. Me halaga.

Jake medio frunció el ceño, medio sonrió.

—No estoy avergonzado. Solo molesto ¿Sabes cuánto apesta estar enamorado de un tipo heterosexual? ¿Por qué no me emparejaron con alguien feo?

Sunghoon se rio. En realidad, no era tan gracioso, pero la expresión molesta y atormentada de Jake era increíblemente adorable. Adorable no era una palabra que hubiera estado en su vocabulario, pero le quedaba bien a este chico.

—No es gracioso —dijo Jakey, frunciendo el ceño.

Era tan intimidante como el ladrido de un cachorro.

—Te presentaré al agente Lee cuando volvamos — dijo Sunghoon, todavía sonriendo débilmente—. Es gay, tiene más o menos tu edad y mide uno ochenta. Estoy seguro de que lo superarás en poco tiempo.

—Uno ochenta—se quejó Jake— ¿Te has visto en el espejo?

Por primera vez en mucho tiempo, Sunghoon no supo qué decir. Sí sabía cómo se veía, por supuesto. Hubiera sido ridículo afirmar que no estaba al tanto de algo que solía usar si una misión lo requería. Pero esto no era un objetivo. Este era un chico que le gustaba. A pesar de tenerlo en cuenta, Sunghoon sabía que los enamoramientos no correspondidos podían hacer mucho daño cuando uno era un adolescente.

Jake se rio.

—Detente. Puedo oírte entrar en pánico. No te amo ni nada por el estilo. Te lo dije... me enamoro cada semana. Una vez, me enamoré de un sacerdote que había sido muy amable conmigo. Me convencí de que estaba trágicamente enamorado de él, pero luego vi una película con Tom Hardy y me olvidé por completo de mi amor épico por el sacerdote.

—Eso es tranquilizador —dijo secamente Sunghoon. Pero lo era. No quería que Jakey cayera profundamente enamorado de él. No quería que el chico se lastimara.

Esta protectividad no era exactamente nueva. Se había sentido protector con el chico (aunque, ciertamente, no hasta este punto) incluso en su primera reunión... cuando había visto la emoción y el anhelo en los ojos de Jake al preguntarle a Sunghoon si tendría su propio lugar si aceptaba el trabajo. Desde su primer encuentro, Sunghoon había sentido algo de cariño por el muchacho, que podía ser engreído y desvergonzado en un momento y tímido y vulnerable al siguiente. Quería proteger al chico, incluso de sí mismo. Quizás especialmente de él mismo.

—Aunque me encantó chupar tu polla —dijo Jakey con nostalgia.

—¿Acaso tienes algún filtro del cerebro a la boca? — suspiró Sunghoon.

—¿Un filtro del cerebro a la boca? ¿Qué es eso? — sonrió Jakey.

Nada que necesites, pensó Sunghoon, viendo la cara sonriente del chico. Quizás por eso le gustaba tanto Jakey. Era algo fresco y genuino en un mundo que era todo menos eso.

No shame |Sungjake|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora