CAPÍTULO VEINTICUATRO

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maratón 2/4...

Vicky Jang amaba su trabajo. La tienda era de lujo, por lo que rara vez estaba llena o era ruidosa. La mayoría de las veces se sentaba en el mostrador, leyendo revistas de moda o viendo gente, que era lo que le gustaba más.

Mira esa pareja gay, por ejemplo.

Bueno, Vicky supuso que eran pareja. Si fueran amigos, seguramente sería muy extraño.

El hombre de cabello oscuro claramente pertenecía a la clientela adinerada que frecuentaba la tienda. Era obvio no solo por el Rolex en su muñeca y su impecable traje oscuro, sino también por la forma segura en que se comportaba. Olía a dinero y poder, lo que no era tan inusual o notable; Vicky veía a diez hombres como él todos los días.

Era su compañero el que le parecía interesante.

Vicky no podía pensar en una razón por la cual un hombre así sería amigo del pelirrojo con esas ropas baratas, mal ajustadas y zapatillas gastadas. A decir verdad, el dueño de la tienda le había dicho a Vicky que se asegurara de que la gente pobre no "arruinara" el aspecto del negocio. Vicky no estaba segura de cómo se suponía que debía lograr eso incluso si estuviera inclinada a escuchar a su jefe. Además, tenía la sensación de que aún si intentara ser fría y condescendiente con el pelirrojo, no le gustaría la reacción del otro hombre.

Ella no creía que fueran amigos. Eran muy lindos y Vicky no se refería a su aspecto, aunque también lo eran. En opinión de Vicky, eran absolutamente adorables juntos. El hombre de cabello oscuro parecía muy insistente en comprarle a su compañero todo lo que al pelirrojo le llamaba la atención, sin ni siquiera mirar el precio, así que terminaron con una considerable cantidad de chaquetas, jeans, camisas y jerseys. El hombre, el pelirrojo, realmente parecía un poco abrumado cuando se acercaron al mostrador.

Vicky cerró su revista, se acercó a la caja registradora y agarró las pilas de ropa.

—Son 1942 libras.

El pelirrojo balbuceó, sus ojos verdes se agrandaron cómicamente.

Vicky sintió una punzada de incomodidad. Tal vez debería haberse asegurado de que el chico supiera que la ropa no era barata. Iba a ser incómodo como el infierno.

Afortunadamente, el otro hombre ni siquiera parpadeó. Sacó su billetera y le entregó a Vicky su tarjeta de crédito.

—Hoon, eso es demasiado —protestó el chico mientras Vicky educadamente fingía estar absorta empacando la ropa en bolsas— En serio, yo no...

—Está bien —dijo el hombre llamado Hoon, al final—. No te preocupes por eso.

—Pero...

—Jakey, no te preocupes por eso —dijo Hoon, su voz se suavizó cuando notó la incomodidad del pelirrojo—. Sé que te hace sentir incómodo, pero también me hace sentir incómodo verte en harapos mientras uso un traje de diseñador. Me hace ver como un idiota. La gente pensará que no te estoy cuidando bien.

Jakey resopló.

—¿Crees que no sé lo que estás tratando de hacer? — dijo, poniendo los ojos en blanco—. Y no es tu trabajo cuidarme.

—No es mi trabajo —admitió Hoon, mirándolo fijamente—. Quiero hacerlo. Por favor ¿me dejas disfrutarlo?

Vicky reprimió el impulso de sonreír cuando el pelirrojo se sonrojó y bajó la vista, sus largas pestañas revoloteaban sobre sus pálidas mejillas.

En serio, ¡Eran muy lindos!

—¿Victoria? —dijo Hoon, mirando su etiqueta.

Al darse cuenta de que todavía no le había devuelto su tarjeta, Vicky se sonrojó e hizo exactamente eso.

No shame |Sungjake|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora