CAPÍTULO DOCE

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Jake intentó enojarse con Sunghoon, pero no era realmente alguien que guardara rencor. Ahora se sentía algo deprimido y algo estúpido. El Agente 11 hacia su trabajo cuando lo besó. No era la intención de Sunghoon seguir adelante. Jake no tenía motivos para estar enojado o molesto. No fue culpa de Sunghoon que Jake se enamorara de él... en realidad, de un hombre mayor y heterosexual que estaría fuera de su liga de todas formas. Estaba siendo estúpido e irrazonable. Debería centrar sus esfuerzos en hacer el trabajo y terminar la misión. Cuando la misión terminara, probablemente no vería mucho a Sunghoon de todos modos. Los agentes especiales normalmente tenían poco que hacer con los novatos.

En lugar de tranquilizarlo, la idea hacía que una bola de ansiedad se asentara en la boca de su estómago.

Jake esperaba poder ocultar lo mal que se sentía, pero, por supuesto, Sunghoon lo notó.

—Estás enojado —dijo cuando se unió a él en la ducha esa tarde.

Jake mantuvo sus ojos fuera del cuerpo de Sunghoon. No tenía ganas de ser humillado de nuevo por obtener una erección inapropiada.

—Un poco—admitió con una sonrisa triste, enjuagando su cabello y mirando a cualquier parte menos al otro hombre—. No importa.

Sunghoon tomó su barbilla e inclinó su rostro hacia arriba.

—¿Qué pasa, Jakey?

A Jake nunca le gustó que lo llamaran otra cosa que no fuera Jake. Pero le gustaba la forma en que Sunghoon le decía Jakey... cálido, afectuoso y suave. Parecía cariñoso.

—Háblame —dijo Sunghoon, mirándolo atentamente—. Tú puedes decirme cualquier cosa. Somos un equipo, ¿recuerdas?

Jake lo miró y no supo qué decir. Todo lo que quería en ese momento era esconder su rostro contra el cuello de Sunghoon y dejar que Sunghoon lo abrazara y le acariciara el pelo. Cristo, esto estaba jodido. Lo suyo por Sunghoon era la mezcla más extraña de capricho, deseos básicos y una infantil necesidad de comfort.

—No es nada —dijo Jake, bajando la mirada y odiándose a sí mismo por ser tan crío al respecto.

—¿Esto es por el beso?

Sorprendido, Jake lo miró y se sonrojó bajo la mirada comprensiva de Sunghoon.

Sunghoon murmuró:

—No deberías dejar que algo tan superficial como un enamoramiento te deprima cuando lo estás haciendo tan bien.

Jake arrugó la nariz y se rio entre dientes.

—Podrías haber tenido la decencia de fingir que no notaste nada, ya sabes. Esto se está poniendo mortificante.

Sonriendo, Sunghoon lo besó en la nariz.

—Nada mortificante al respecto. Yo también tuve dieciocho años. Recuerdo cuánto apestaba.

—No te creo —dijo Jake, apoyando su mejilla recalentada en el pecho mojado de Sunghoon—. Posiblemente también estabas super caliente a los dieciocho años. Todas las chicas probablemente irían tras de ti.

—Bien —dijo Sunghoon— ¿Me creerías si dijera que tenía granos?

—No —dijo Jake, sonriendo a su pesar.

Sunghoon dejó caer un beso en la parte superior de su cabeza.

—Pasará, Jakey.

—Lo sé —Jake suspiró—. Pero todavía apesta. No puedo esperar a superar esto —Desesperado por un cambio de tema, dijo— ¿Tuviste la oportunidad de revisar las cámaras en la habitación shibari?

—Sí —dijo Sunghoon, sus manos enjabonadas se deslizaron sobre la espalda de Jake—. Hay tres. No son infrarrojas. Hay dos puntos ciegos en la habitación, uno detrás de la columna y el otro a la izquierda de la puerta.

Jake cerró los ojos, tratando de imaginarse la habitación en su mente. La había visto solo fugazmente, pero tenía un recuerdo bastante bueno.

Excepto que tenía problemas para concentrarse. Las manos de Sunghoon lo distraían demasiado. Lo extraño era que el toque de Sunghoon no se sentía impersonal y desapegado. Sunghoon estaba lavando a Jake como si tuviera todo el derecho a tocarlo, con sus manos confiadas y gentiles... Conocedoras.

Jake tiró de sus caderas hacia atrás. La situación era bastante embarazosa.

—Debe ser la columna —dijo, aclarando su garganta. El USB que le había dado el MI6 podría ser pequeño, pero el resplandor de su pantalla lo delataría en una habitación oscura, a menos que Jake lo usara detrás de la columna. Frunció el ceño— ¿Estamos seguros de que el programa puede descifrar la contraseña de la memoria USB en unos minutos?

—No es la primera vez que lo uso. El programa fue desarrollado por nuestros mejores hackers. Hay muy poco que no puedan descifrar.

—¿Muy poco? Eso no es muy tranquilizador.

Las manos enjabonadas de Sunghoon se movieron hacia la parte inferior de su espalda.

—Los hackers confían en que funcionará. Además, Brylsko no es el tipo de gente que emplea programadores informáticos de primer nivel. Está demasiado paranoico de que lo apuñalen por la espalda y le roben todo su dinero.

—Entonces, ¿cuándo vamos a hacerlo? —dijo Jake, tratando de ignorar el peso perfecto de las manos de Sunghoon en su espalda baja. Dios, se sentía... Su agujero se apretó, su polla se volvió dolorosamente dura cuando imaginó los largos dedos de Sunghoon deslizándose más abajo y acariciando entre sus mejillas.

—Cuanto antes, mejor —dijo Sunghoon, sus manos enjabonadas bajaban, rozando sus nalgas y muslos—. Así que esta noche.

Jake ya no podía concentrarse en la conversación.

—Está bien—logró decir, alejándose. No pudo mirar a Sunghoon a los ojos mientras se apresuraba a salir del baño.

En serio, apestaba su vida.

No shame |Sungjake|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora