Te quiero

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Me estacioné afuera del aeropuerto y esperé unos minutos. Saqué mi celular y marqué el número. El tono que anunciaba que el teléfono al que estaba llamando sonaba se hizo presente del otro lado de la línea y respiré hondo, apreté mi mano libre contra el volante y mordí mi labio inferior. Los nervios no se hicieron esperar y comenzaron a a causar cosquillas en el fondo de mi estómago mientras pensaba seriamente si debía seguir esperando a que atendieran mi llamada o simplemente colgar y hacer como si nada hubiera pasado.

Los segundos transcurrieron lentamente y de un momento a otro una voz demasiado conocida inundó la línea, llenándome de recuerdos y provocando que mi corazón se estrujara de un lado a otro sin consideración.

- ¿Hola?

- Hola.- Mi voz estaba ronca a punto de quebrarse, era muy bueno escucharla de nuevo.

- ¿Eres...?

- Si, soy yo.- La interrumpí lentamente mientras sonreía. Casi pude observar la escena en la que se desarrollaba su ambiente y escuché el sonido de su garganta al carraspear por la sorpresa, no tenía ninguna duda de que había enarcado la ceja y una de sus cálidas manos cubría su boca sin poder creerlo.

- ¡Dios! ¿En dónde te has metido? Hace mucho que no me hablabas.- Cerré los ojos en cuanto su voz impactó contra mis oídos disfrutando la sensación que me inundaba por tantos recuerdos que salían a flote con tan sólo escucharla.

- Ya lo sé mamá, he estado muy ocupada con el trabajo.

- Bueno, al menos estas hablándome ahora.

- Claro. Escucha, me dieron vacaciones y quería ver si puedo pasarlas allá... con ustedes.- Pronuncié las últimas palabras casi con temor y sentí un ligero piquete en el fondo del pecho.

- Claro que sí. ¿Cuándo te vienes?-. Su voz se cortó de golpe y sonreí de nuevo.

- Mi avión sale en media hora, llegaré al aeropuerto de Guadalajara. Supongo que estaría aterrizando como a las 4 de la mañana, es un aproximado no estoy segura.

- Muy bien, ahí estaré.

- Bien, gracias, te quiero.

- Yo también mi reina. Te veo pronto.

- Si.- Cerré los ojos fuerte, reprimiendo las lágrimas e incapaz de colgar el teléfono. Sonreí al recordar el adjetivo que ella había utilizado al despedirse porque siempre me había llamado así, le gustaba hacerlo cuando llegaba contenta del trabajo con una sonrisa radiante mientras me hablaba para comer o cuando me enfermaba; siempre había pensado que esa era su forma de demostrarme su cariño.

Respiré hondo sacudiendo mi cabeza, alimentándome de la idea de que pronto la vería, que estaría con mi familia y podría salir de ésta sin tanto problema, tomé las llaves y me bajé del auto, lo rodeé hasta llegar a la cajuela y saqué mi equipaje cuidando que no quedará nada indispensable dentro.

Suspiré, entré por la gran puerta que tenía el nombre del aeropuerto en letras plateadas, era demasiado bonito y sin duda alguna lo extrañaría. Arrastré mi maleta pesadamente hasta llegar a la sala y me encontré con Maxwell.

- Thompson. ¿Estás lista?

- Si.- Sonreí recordando la llamada que se había prolongado tan sólo unos segundos antes.

- ¿Sabes que es por tu bien, verdad?

- Si, muchas gracias por todo Maxwell. Igual lo necesitaba, últimamente era mucho trabajo y estrés, supongo que regresaré mejor.

- Así es, yo te avisaré cualquier cosa y no te preocupes que podrás seguir con tus expedientes y todo.- Mis ojos se abrieron de par en par y una sonrisa grande se extendió a lo largo de las comisuras de mis labios.

Impredecible. (Niall Horan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora