Fiesta sorpresa

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Observé con detenimiento las manos de mamá al aferrarse a la cerradura de la puerta mientras forcejeaba contra ella para que finalmente se abriera. Se hizo a un lado y de repente empezaron a salir personas que conocía de hace tiempo. Me habían hecho una pequeña fiesta de bienvenida.
Era todo muy tierno, la sala estaba llena de globos de colores, mi hermana sostenía un pastel en sus manos y los niños aventaban confeti. Era como en una de esas típicas películas. Sonreí, estaba en mi hogar.

- ¡Hey!- Volteé y ahí estaba mi mejor amiga.

- ¡Hola!- Me abrazó y correspondí. Desde que me fui a estudiar a Nueva York no la había visto y eso ya era demasiado. Sus brazos eran bastante cálidos y casi sentí cómo una parte del pequeño cristal que se había roto dentro de mi pecho comenzaba a ceder.

Mi madre entró y cerró la puerta, volvió la vista hacia mí y sonrió.

- ¡Bienvenida!- Me envolvió en sus brazos fraternalmente y frotó mi espalda con cuidado.

Las personas que estaban ahí, que eran muchos familiares y unas cuantas amigas, me abrazaron y entregaron algún detalle de bienvenida. A decir verdad estaba cansada pero había pastel de chocolate y nadie, absolutamente nadie se puede resistir a eso.

Dejé las maletas al lado de uno de los sillones que decoraban la sala y me senté frente al comedor, todos hablaban sentados ya, se escuchaban los murmullos de los niños y de los adultos que después de algún tiempo apenas se veían. Mi hermana dejó el pastel en el centro y cargó a una de sus hijas, la más pequeña, tenía apenas cinco años. Mi madre se paró detrás de mí y apretó ligeramente mis hombros, volteé a verla, me sonrió y luego vio a todas las personas que estaban sentadas. Ya sabía lo que quería que hiciera. Me paré llamando la atención de todos y aclaré mi garganta.

- Hola.- Sonrieron y me sentí esa chica insegura de dieciséis años a la que no le gustaba para nada dar discursos.- Bueno... quiero darles las gracias por estar aquí, saben que significa mucho para mí.- Sonreí, junté mis dos manos y las froté con cuidado. Vamos tú puedes, diles algo más.- Emm en realidad no vengo por mucho tiempo aunque es indefinido, regresaré a Londres pero dudo mucho que sea pronto.

- ¿Pasó algo delicado?- Una de mis tías, bastante parecida a mamá preguntó.

- No, claro que no.- Aclaré mi garganta nuevamente y comencé a explicar.- En el FBI durante cinco años de trabajo te ofrecen seis meses de vacaciones que tú vas acomodando conforme a tus actividades, así que yo pedí un tiempo, indefinido como ya lo dije.- Todos asintieron.- Bueno, ahora hay que disfrutar ¿no es así?- Se escuchó un gran entusiasmo en la mesa y empezaron a comer. Me senté llena de alivio.

De repente sentí un ligero apretón en la rodilla, era Rosie, la hija menor de mi hermana.

- Hey ¡hola!- La saludé, sólo la conocía en fotografías, en realidad cuando nació yo ya no vivía con mi madre. Curvó sus labios, definitivamente ella no me conocía.- ¿Quieres pastel?- Asintió y la subí a mis piernas.

- Mi mamá dijo que viniera contigo.- Por fin se dignó a hablarme. Sonreí.

- ¿Oh si?- Curveó ligeramente sus labios, otra vez.- Bueno, entonces yo te cuidaré mientras mami no esté, ¿está bien?- Ahora sonrió y asintió.- Muy bien, tu mami me contó que ya vas a la escuela y que eres muy inteligente.

- Si, me gusta mucho.

- Eso es muy bueno.- Sonreí acercando el tenedor lleno de chocolate a su diminuta boca.

Pude sentir como relajaba los hombros y se recostó en mi pecho, mi cuerpo se llenó de tanta ternura que si no fuera porque estaba sentada ya me habría derretido. Visualicé una figura pequeña caminar hasta mí. Era Mauricio el hermano mayor de Rosie.

Impredecible. (Niall Horan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora