Percances para llegar.

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Desperté en un lugar muy poco acogedor, entraba la luz por la ventana y tuve que parpadear un par de veces para darme cuenta en donde estaba.

Me había quedado dormida sobre el teclado de la computadora. Vi el reloj, marcaba las siete con cincuenta y tres minutos. Lo volví a ver y la realización cayó sobre mí como un balde de agua fría ¡Mierda! Hoy conocería a los chicos y no estaba lista, mi cabello era un desastre, mi ropa estaba arrugada y para colmo, las flechas hacia arriba y abajo se habían quedado marcadas en mi mejilla, todo era un desastre total.

Agarré mi bolsa y eché lo necesario, suspendí la computadora, salí de la oficina y la cerré con llave.

- Buenos días Julie, en un rato regreso- casi aventé las llaves a su escritorio.

Ya no supe lo que me contestó porque salí corriendo disparada hacia mi auto. ¡Claro! Tenía que estar en el séptimo piso. Bajé las escaleras corriendo, estuve a punto de caer unas cinco veces y no podía darme abasto de aire para los pulmones, iba demasiado rápido y mis pantorrillas dolían demasiado.

Por fin llegué a la puerta principal del edificio y salí apresuradamente, divisé lo que quería y subí al coche cerrando la puerta con dificultad mientras metía la llave para arrancar al mismo tiempo. Después de unos segundos por fin terminé los malabares y moví el coche. ¡Mierda! Topé con la banqueta.

***

Me bajé del auto, nuevamente estaba frente al edificio, al menos había conseguido arreglarme y verme decente.

Faltaban cinco míseros minutos para las nueve y apenas estaba entrando por la puerta principal. La mejor idea era tomar el elevador, así que me dirigí al más cercano pero como parecía que últimamente el universo entero conspiraba contra mí, estaba demasiado lleno, volteé a todos lados con desesperación y por fortuna había otro. Caminé lo más rápido que pude y... Oops! demasiado tarde, ya iban todos apretados como sardinas.

Suspiré pesadamente y acepté que no tenía otro remedio, debía subir las escaleras hasta el séptimo piso. Maldita sea la hora en que decidí ponerme zapatos altos con plataforma. Estaba tratando de caminar lo mas normal posible pero es que simplemente no podía, era imposible. Así que me vi forzada a quitármelos, si ya lo sé, debía ser el espectáculo que cualquier tonto quisiera ver.

Corrí lo más rápido que pude escaleras arriba, no dejaba de ver el reloj de mano que traía puesto, tenía dos minutos. Me faltaba el aliento, no podía respirar correctamente, mi ritmo cardiaco estaba acelerado y mis pies suplicaban por un descanso. Las personas que se cruzaban en mi camino me regalaban miradas de disgusto, una que otra de diversión, y sólo una me dejó ver un rastro de comprensión en sus ojos color avellana.

Por fin llegué al séptimo piso y salí corriendo por el pasillo, pasé a Julie sin siquiera darle un 'buenos días' o alguna explicación y en el camino hasta la oficina del jefe podía sentir sus ojos en mí, no imaginaba cuán desconcertada estaría. Me paré frente al inmueble que me separaba de Maxwell y respiré hondo. Eche un último vistazo al reloj en mi muñeca izquierda, nueve con un minuto nada mal, curvé mis labios y traté de acomodar vagamente los pequeños mechones de cabello que se habían soltado de su agarre.

Toqué tres veces la puerta y recordé quien estaría ahí al abrirla.

- Adelante- la voz de Maxwell interrumpió mis pensamientos y los nervios invadieron mi sistema, saliendo a flote erizándome la piel.

Abrí la puerta y di un paso hacia delante.

- Buenos días- sonreí.

Todos voltearon a verme de arriba a abajo. Okay tal vez iba un poco fuera de lugar pero no era para que me estuvieran recortando desde un principio. El aire pareció acabarse y nunca en la vida había deseado tanto desaparecer por unos segundos como en ese momento.  Maxwell soltó una carcajada.

Impredecible. (Niall Horan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora