La quinta taza de café de la noche.

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Cinco minutos para las cuatro de la mañana y no había dormido nada. Suspiré y me levanté a preparar la quinta taza de café de la noche. En serio quería terminar la investigación ya.
Tenía listas las entrevistas desde hace dos semanas, sólo me faltaban los expedientes y determinar un culpable. Ya lo tenía. Había estado trabajando desde las doce del día y no había descansado para nada, podía terminar los expedientes mañana a primera hora y mandarle todo mi trabajo a Maxwell a más tardar a la mañana del día siguiente.

De camino a casa iba pensando seriamente en dejarle a otro la investigación, pero es que ese había sido mi sueño desde que entré al FBI, es decir, tener un caso de esta magnitud. Hace tres años todas mis ilusiones pasaron de ser una persona, a una investigación, no entendía cómo de repente, de un día para otro, en un minuto habían cambiado los papeles de nuevo.

Mi investigación era una de las más importantes debido a que envolvía a cierto grupo de narcotraficantes, eran la tercera de las bandas delictivas más peligrosas del país y necesitábamos atraparlos de una vez por todas. Cuando empecé mis expedientes ya sabía que el criminal era alguien mucho más fuerte que todos los que alguna vez había logrado encerrar pero no me imaginaba cuanto. Al final, de los dos sospechosos que me quedaban hace dos semanas, el que más inocente se veía fue el culpable de todo, si algo había que aprender de mi profesión era que nadie, en lo absoluto, era confiable una vez que su expediente estaba en uno de los escritorios de la oficina en la que trabajaba.

Después de media taza de café y dos cuartillas de mi expediente más decidí que era suficiente, necesitaba dormir. Cerré el portátil no sin antes guardar el documento, dejé mis lentes de contacto al lado y me deslicé lentamente a lo largo de mi cama cerrando los ojos por la sensación tan placentera que causaban las sábanas blancas al tocar mi piel. Mis huesos tronaron y los músculos se relajaron de inmediato. Apagué la pequeña lámpara que aún estaba prendida sobre la mesita de noche que quedaba a mi lado.

Era increíble cómo después de tanto tiempo, antes de dormir veía un futuro junto a alguien, es decir, en estos años lo recordaba, todo el día para ser exacta pero ya no tenía esperanzas. Ya no tenía nada. Sonreí y recordé la noche anterior, ahora entendía a lo que Niall se refería cuando me dijo que tenía algo que hacer.

*Flashback*

- No puedo.

Estallamos los dos en carcajadas, doblé el abdomen y me recargué en su hombro mientras él también me usaba para apoyarse. Estaba entrando a un estado de simpleza absurda que no me dejaba pensar con claridad, los dos reíamos con tanta fuerza que terminé acostándome en la cama a un lado de él sin saber cómo, tal vez mientras intentaba no caer debido al movimiento de suelo que me provocaba su presencia fui cambiando de lugar hasta caer en el mueble.

Después de unos segundos nos relajamos, controlé por fin la respiración aunque mi pecho seguía bajando y subiendo frenéticamente, dejamos de reírnos y todo se quedó en silencio, nos quedamos viendo al techo, recuperando el aliento, el abdomen me dolía y la luz lograba encandilarme pero sabía que jamás iba a tener un momento igual a ese, ni siquiera parecido.

Tomé valor y volteé a verlo.

- Estoy enamorada de ti Niall Horan- susurré.

Volteó y me vio a los ojos. Su mirada lo delataba, tenía la certeza de que él sabía que esas palabras le pertenecían pero no reaccionó como yo esperaba, sólo se quedó serio por un momento y después sonrió.

- ¡Así se hace Jane! ¿Era tan difícil?- vi al techo de nuevo y suspiré.

- Es que creo que estas cosas sólo surgen así, naturales, no tienes que forzarlas.

- Exacto.

De repente su mano y la mía se rozaron y sentí una gran necesidad de entrelazar mis dedos con los suyos. No me reprimí, estaba preparada para que el apartará el amarre pero no lo hizo, en su lugar me regaló un apretón reconfortante que además de brindarme confianza me erizó la piel y me llenó de una sensación abrazadora demasiado cálida.

- Niall ¿qué harías si justo ahora te digo que el chico por el que he estado esperando tanto tiempo eres tú?- suspiró y volteó a verme.

- No lo sé, tal vez te besaría- hizo una pausa corta mientras se mordía el labio inferior despacio- otra vez.

En serio me iba a morir, los nervios escalaron las puntas de mis pies, llegando a mi estómago con facilidad, causando un cosquilleo agradable y no pude evitar soltar una risita tonta, de esas típicas que hacen las adolescentes. Él se rió conmigo. Aparté la mirada y pensé que había quedado claro, pensé que en cualquier momento sus labios capturarían los míos y pasaríamos toda la noche así, envueltos en besos y pláticas profundas que determinarían nuestro futuro, un camino sin dirección que al menos sería ameno porque estaríamos juntos, pero en su lugar su voz irrumpió en mis oídos.

- No es cierto, no lo sé, solo sé una cosa.

- ¿Qué?

- Me gustaría que, si alguna vez encuentro a mi chica indicada, me lo dijera justo como lo hiciste tú, espontáneo, viéndome a los ojos ¿te digo algo demasiado loco?

- ¿Qué?- volteó a verme a los ojos.

- Por un momento creí que era real, que en serio yo era Nicholas y que sentías todo eso sólo por mí- me quedé callada. ¿Cómo le hacía para decirle que era real? A fin de cuentas lo era, lo había sentido.- En serio te inspiraste.

Suspiré pesadamente, ¿por qué no podía entenderlo? ¿Por qué no se daba cuenta de que me estaba costando bastante trabajo el decirle la verdad?

- Bueno, es que creo que también depende mucho del entrenador ¿no es así?

- Claro, soy muy buen entrenador.

Me empecé a reír y le aventé una almohada.

*Flashback*

Abracé con fuerza una de mis almohadas. Me estaba fallando a mí misma pero es que no podía evitarlo, era imposible no sentir algo por él, debí saberlo desde un principio. Estaba segura de lo que sentía, de que él también pudo sentirlo y de que debía decirle en cuanto lo viera pero es que era demasiado difícil. Escuché el sonido de la lluvia de nuevo, me dejé llevar por él y así fue como me quedé dormida.

El timbre del teléfono de casa comenzó a sonar e irrumpir en mis oídos, al principio era un tono bajo y agradable, luego se convirtió en una verdadera pesadilla haciéndome sobresaltar. Parpadeé un par de veces y vi el reloj, eran las seis con treinta y siete minutos, murmuré algo sin sentido y me senté en la orilla de la cama, tallé mis ojos sin cuidado y descolgué el teléfono que me estaba volviendo loca.

- Thompson- la voz de mi jefe inundó la línea y mi cabeza punzó con fuerza.

- Buenos días Maxwell.

- Acabo de recibir el correo con tus expedientes y la investigación terminada, muy bien hecho Jane, te dije que no estaba pidiendo imposibles- curvé los labios reprimiendo un bostezo y esperé a que continuara- los revisaré y en unas dos horas te mando la respuesta y los datos que necesitas para el trabajo esta tarde.

- ¿Está tarde?- abrí bien los ojos y los tallé nuevamente.

- Si, no sé que quiera hacer Horan hoy, necesito investigar primero.

- Oh- eso sólo significaría una cosa: ¡volvía a resguardarlo!

- Bueno Thompson, te dejo, hasta luego.

- Adiós Maxwell, gracias por todo.

Colgué el teléfono y me acosté de nuevo. Tenía el sueño bastante trastornado ya, es decir, después de haber dormido al menos cuatro horas al día, y en este ocasión apenas dos horas debía ser así. Cerré los ojos otra vez y me quedé dormida.

Impredecible. (Niall Horan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora