CAPÍTULO 4

175 28 3
                                    

"Por eso mismo"

MEGAN

Me sentía extraña sentada frente al tocador, arreglándome para una fiesta. El labial rojo que estaba aplicando se convertía en el centro de atención en mi rostro, dándome una confianza que necesitaba.

El teléfono vibró encima de la cama. Me levanté y lo tomé. Era Liana.

― ¿Estás lista? Estoy fuera de la mansión.

― Ya salgo.

Me acomodé la chaqueta de cuero. Mi vestuario era sencillo y cómodo: un vestido corto y botas largas, negras. Saldría de fiesta por primera vez desde que volví de Canadá.

Liana me había invitado a un club. Acepté su invitación porque quería desestresarme y beber demasiado, esperando que así podría sacar de mi mente al imbécil que me había roto el corazón.

Tomé mi bolso y metí el celular en él. Salí de mi habitación y me encontré con Dulce en la entrada.

― Mi niña, estás hermosa.― me dijo.

Le sonreí. Ella siempre era tan dulce como su nombre.

― Gracias, Nana. No me esperes despierta. Me quedaré en el departamento de Liana.

― Está bien.― se acercó y me besó en la frente.― Cuídate y diviértete mucho.

― Gracias, Nanita.

Salí de la mansión y me subí al auto de Liana. Me sorprendí al ver la marca. Era un coche deportivo, lujoso y reluciente, que hacía juego con la noche.

― ¿Aston Martin?― le pregunto con una gran sonrisa.

― ¿Te gusta?― preguntó Liana con una sonrisa traviesa mientras encendía el motor.― Me di un pequeño capricho.― Se encoje de hombros.― Fruto de mi esfuerzo.

― ¡Me encanta!― respondí con entusiasmo, sintiendo cómo la adrenalina empezaba a fluir.

― Gracias, jefecita, pero hoy es nuestra noche. Quiero beber hasta perder la razón. Es viernes, y este hermoso cuerpo lo sabe.

Solté una risa ante su ocurrencia.

― Bueno, entonces hagámoslo.

― ¿Quién eres tú?― se burla.― ¿Qué has hecho con mi amiga? Sabes, dudé al invitarte. Pensé que te negarías. Al parecer, el año en Canadá te cambió mucho.

― Solo quiero divertirme más, eso es todo.

― Me parece bien. Me gusta verte feliz.

En pocos minutos, ya estábamos en el estacionamiento del club.

Nos bajamos del coche y caminamos hacia la entrada, pero unos guardias que parecían gorilas nos detuvieron pidiéndonos identificación.

Liana les entregó unas tarjetas doradas, y la expresión de los guardias cambió al instante.

― Pasen, señoritas. Bienvenidas.

― Gracias, muñeco.― Liana no perdió la oportunidad de tocarles los brazos al pasar.

― Controla esas hormonas.― le recriminé, divertida.

El lugar estaba lleno y la energía se sentía desde el momento en que entramos. Una música electrónica vibrante nos recibió. Todos bailaban y gritaban, y Liana me arrastró hacia un palco, donde no había mucha gente. Pero dos personas llamaron inmediatamente mi atención.

Adrien estaba besando apasionadamente a Romina, quien estaba sentada en sus piernas.

Sentí una punzada en el corazón. La escena me dolía. No hacía mucho que me había dicho que me amaba, y ahora estaba con la persona que había sido cómplice de tanto dolor.

Más allá del contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora