CAPÍTULO 20 2/2

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El silencio que sigue es profundo. Nadie se atreve a hablar. Mis manos permanecen bajo la mesa, temblando ligeramente, pero siento una oleada de alivio al escuchar a Aslan defenderme de esa manera. Hay algo en su tono, en la forma en que se enfrenta a su padre, que me hace sentir protegida, aunque sea solo por un momento.

Finalmente, Zeynep rompe la tensión con una sonrisa suave, pero sus ojos están llenos de orgullo mientras mira a su nieto. 

La señora Zeynep me mira con una sonrisa cálida y, en medio del silencio incómodo que aún flota en la mesa, me pregunta suavemente:

― ¿Cuántos meses tienes, querida?

Aparto mis pensamientos de la tensión en la sala y la miro, agradecida por el cambio de tema. Siento la necesidad de relajarme un poco, aunque mi mente sigue en alerta.

― Cuatro meses.― respondo con una sonrisa tímida, mi mano descansando de manera instintiva sobre mi vientre.

La conversación parece fluir de forma natural, pero puedo sentir cómo algunas miradas se clavan en mí. Zeynep, siempre tan atenta, sigue con su curiosidad maternal.

― ¿Ya saben el sexo del bebé?

Antes de que pueda responder, Aslan, que hasta ese momento había permanecido callado, interviene con entusiasmo. Sus ojos se iluminan, y su voz suena con una mezcla de orgullo y emoción.

― Es una niña.― dice con una sonrisa que no puedo evitar notar. Sus ojos brillan con un orgullo que casi me desarma.

Zeynep da una pequeña palmada de felicidad y su rostro se ilumina aún más.

― ¡Una niña! Qué bendición más grande.― exclama con sinceridad.― Esa pequeña será tan bendecida. Y con una madre como tú, Megan, será tan hermosa.

Siento un rubor subiendo por mis mejillas. No estoy acostumbrada a recibir cumplidos, menos en un entorno tan tenso como este. Aslan, sin apartar la vista de mí, toma mi mano con firmeza y la acaricia suavemente mientras me mira directo a los ojos.

― Será así.― afirma con una voz suave pero firme. 

Su mirada me atraviesa de una forma que me deja un poco expuesta. Siento que, por un segundo, todo lo que nos rodea se desvanece. El peso de su mirada me calienta el pecho, y aunque estoy sonrojada, no puedo apartar la vista de él.

Pero entonces, una risa seca y cortante resuena en la mesa, rompiendo el momento como una ventana estallando en mil pedazos. Es el padre de Aslan, quien se inclina hacia atrás en su silla, con una sonrisa de desprecio en sus labios.

― ¿Niña?― dice, su voz goteando sarcasmo.― Debes apresurarte en darme un nieto varón. No creo que quieras que una mujer sea la que continúe nuestro linaje. El negocio debe mantenerse, y ya sabes que una mujer no está hecha para eso.

Sus palabras caen sobre mí como un balde de agua fría. Mi pecho se aprieta con furia, la sangre sube a mi cabeza, y todo mi cuerpo se tensa al instante. Mi hija no va a ser parte de ese mundo sucio. Mi hija no será criada para seguir los pasos de esta familia corrupta. Algo dentro de mí se rompe, y sin pensar, me levanto de golpe, empujando la silla hacia atrás con fuerza.

― ¿Se volvió loco?― grito, mi voz vibrando con furia mientras lo enfrento sin titubear.― ¡Mi hija no será una delincuente como ustedes!

Toda la sala parece congelarse. Los ojos de todos están fijos en mí, pero no me importa. Estoy ardiendo por dentro, incapaz de contener la rabia. No me importa quién es este hombre. No me interesa que sea el mismísimo hijo del diablo. Nadie va a decidir el futuro de mi hija.

Más allá del contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora