CAPÍTULO 25

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"¿Me estas amenazando?"

MEGAN

Camino por el pasillo con pasos vacilantes, mi mente agitada, mi corazón acelerado. Miro al frente, observando la puerta al final del corredor como si fuera el umbral de algo inminente, algo que cambiaría muchas cosas. Con cada paso que doy, mi estómago se retuerce. Siento el peso de lo que estoy a punto de hacer, y me pregunto si realmente es lo correcto. Cuando llego a la puerta, respiro hondo, intentando calmar el torrente de emociones que me invade, y la abro despacio.

Liana está allí, sentada en un pequeño sofá, rodeada de cuatro paredes que parecen apretarla. Sus ojos, apagados al principio, se iluminan en cuanto me ve entrar. No sé si esperaba verme, pero definitivamente no esperaba esta situación.

―¿Megan? ―pregunta, confusa, como si no pudiera creer lo que está viendo.

Le sonrío, pero es una sonrisa triste. Una sonrisa llena de todo lo que no puedo decirle aún. Ella se levanta de inmediato, casi corriendo hacia mí. Me rodea con sus brazos en un abrazo desesperado, y en ese instante me doy cuenta de lo mucho que extrañaba esto, la calidez de una amiga, el consuelo de alguien que me conoce desde siempre.

―¿Cómo llegaste hasta aquí? ―me pregunta mientras me sostiene con fuerza. ―Megan, tenemos que salir de aquí, unos hombres me secuestraron. No sé qué está pasando, pero tenemos que escapar antes de que vuelvan.

Liana toma mi mano, tratando de arrastrarme con ella hacia la puerta, pero yo no me muevo. La dejo intentarlo un segundo más antes de que se detenga, notando mi inmovilidad.

―Liana... ―digo en un susurro, mi voz teñida de culpa y tristeza. ―Yo... fui yo quien te mandó a secuestrar.

Liana me mira con ojos muy abiertos, su confusión convirtiéndose rápidamente en incredulidad. Se acerca a mí, su rostro buscando respuestas, como si mis ojos pudieran revelar algo que mis palabras no logran.

―¿De qué estás hablando, Megan? ―me pregunta, todavía asimilando mis palabras.

Intento mantener la calma, pero sé que nada de esto se siente bien. Lo hago por su seguridad, pero aún así, no puedo evitar sentirme como una traidora.

―Quería verte. ―le explico. ―No había otra forma, no puedo arriesgarme a estar expuesta. No quería que te hicieran daño, por eso... te traje aquí.

Liana me observa en silencio, como si estuviera esperando que dijera que todo esto es una broma. Pero no lo es. Me quedo quieta, viendo cómo intenta procesar lo que le estoy diciendo.

―Ven conmigo, te lo explicaré todo. ―le digo, suavemente.

Sin decir más, abro la puerta y salgo del cuarto. Liana me sigue a regañadientes, con pasos cautelosos. Cuando salimos al pasillo, ella se detiene al ver a Aslan esperándonos. Su confusión crece aún más, y puedo ver cómo sus ojos van de mí a él, buscando respuestas.

―¿Qué está pasando aquí? ―pregunta, sus palabras cargadas de desconfianza.

Aslan le dedica una leve inclinación de cabeza, como si estuviera saludando formalmente, pero su rostro sigue serio.

―Bienvenida. ―le dice con una voz profunda y tranquila.

Liana lo mira con desconfianza, luego vuelve a mirarme. Sé que quiere respuestas, y sé que está asustada, aunque trate de ocultarlo detrás de su actitud desafiante.

―Te lo contaré todo. ―le digo. ―Pero primero quiero que estés cómoda. Te llevaremos a una habitación donde podrás descansar.

Caminamos por el pasillo hasta llegar a otra puerta. La abro y le muestro una habitación elegantemente decorada, con una cama grande y muebles que parecen haber sido seleccionados meticulosamente. Aslan había mandado a comprar ropa para Liana, todo colgado perfectamente en el armario, esperando por ella.

Más allá del contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora