CAPÍTULO 28

114 14 6
                                    

"Eso es..."

ADRIEN

El llanto del bebé atraviesa las paredes, resonando en mi cabeza como una maldita alarma que no deja de sonar. Son las tres de la mañana y ya es la cuarta noche consecutiva que Owen no me deja dormir en paz. Me levanto de la cama con frustración, sintiendo el cansancio pegado a mis huesos. Camino hacia la habitación de Romina, donde sé que está el bebé, gritando a todo pulmón mientras su madre duerme como si estuviera en una maldita playa.

Abro la puerta con brusquedad y, como lo imaginé, Romina está completamente dormida. Prendo las luces de la habitación con un chasquido fuerte y me acerco a la cuna de Owen, sintiendo mi sangre hervir.

― ¡Romina!― grito.― Levántate y dale de comer al bebé, ¡por el amor de Dios!

Romina apenas se mueve, pero cuando finalmente abre los ojos, me mira con una mezcla de irritación y cansancio. No hay ni rastro de preocupación en su rostro por el llanto de su propio hijo.

― Déjame en paz.― Responde con la voz adormilada, sin molestarse en levantarse.― Si tienes tantas ganas de que se calle, baja y prepárale un tetero. Déjame descansar, por una maldita vez.

Me quedo paralizado por un segundo, intentando contener mi enojo. ¿Cómo es posible que sea tan indiferente? Es su hijo, maldita sea. ¡Nuestro hijo! Siento la ira recorriéndome las venas.

― ¡Maldita sea!― gruño, apretando los dientes.

Sin más palabras, cierro la puerta con un golpe que sacude los marcos, con Owen en brazos. Sus pequeños ojos están rojos e hinchados de tanto llorar, y su llanto desesperado retumba en mis oídos.

Camino por la casa a oscuras, descendiendo las escaleras mientras el eco del llanto resuena en cada rincón de la casa. El cansancio y la frustración me consumen. ¿Cómo llegué a esto? ¿A tener que hacerme cargo de todo mientras Romina duerme como si no tuviera una sola responsabilidad en el mundo?

Llego a la cocina y, con Owen aún llorando en mis brazos, intento preparar el tetero con torpeza. El niño no para de llorar, lo que hace que mi nivel de frustración aumente cada vez más. Cada segundo que pasa me siento más desesperado, y el ruido del llanto parece taladrar directamente en mi cerebro.

― ¡Dios, cállate de una vez!― le murmuro, aunque sé que no tiene sentido. Él solo es un bebé, no tiene la culpa.

Finalmente, consigo preparar el tetero y reviso la temperatura. Está bien.

Me dejo caer en una de las sillas de la cocina y coloco a Owen en mis brazos, ajustando el tetero en su boca. En cuanto siente la leche, su llanto se calma de inmediato, y el silencio que sigue es un alivio tan grande que casi me hace suspirar.

― Eso es...― murmuro con un cansancio extremo.― Finalmente, silencio.

Observo al pequeño Owen mientras sus ojos, que han dejado de llorar, comienzan a cerrarse lentamente. Sus ojos azules, tan parecidos a los míos, me miran con una mezcla de curiosidad y cansancio infantil. Su cabello negro y suave me recuerda a mi propia infancia. A veces, cuando lo miro, es como si me viera a mí mismo, solo que en una versión más pequeña y vulnerable.

Cuando llegó la prueba de ADN confirmando que él era mi hijo, me negué a creerlo. Romina había demostrado ser cualquier cosa menos confiable. Pero cuando volví a hacer la prueba a escondidas, todo volvió igual. Owen era mío.

Era, o mejor dicho es mi hijo.

No puedo decir que me entusiasmara la idea de tener un hijo en este punto de mi vida, pero... aquí está. Y no tiene la culpa de nada. Es solo un bebé, una vida que depende de mí, aunque su madre no se digne a cuidar de él.

Más allá del contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora