MEGAN
Del siguiente auto, una anciana desciende con la ayuda de uno de los muchos hombres vestidos de negro que siempre están por aquí. ¿Guardias? Sin duda. Debe ser la familia de Aslan. Mi mirada sigue cada movimiento desde la ventana, observando cómo los dos coches que vienen detrás se estacionan en fila, uno detrás del otro.
Finalmente, lo veo. Aslan se baja de uno de los autos y se dirige directamente hacia la anciana. Sus movimientos son lentos, pero llenos de respeto. La abraza con cuidado, y veo cómo ella lo mira con cariño mientras él le besa la mano. Mi pecho se aprieta. Ese Aslan, el que muestra respeto y cariño, es tan diferente al que me deja llena de dudas y frustraciones. Después de saludar a la anciana, Aslan se gira hacia la otra parte de su familia. Les ofrece solo un asentimiento de cabeza, distante, pero cordial. Todo en él parece calculado, distante, como si se tratara de cumplir con un deber.
Los veo entrar a la casa, y mi primer instinto es apartarme de la ventana. Vuelvo a la cama, recostándome de nuevo entre las cobijas, tomando los palillos para seguir tejiendo. La lana se desliza entre mis dedos, pero mis pensamientos están muy lejos del gorrito que intento terminar. Aslan dijo que debía arreglarme, que tenía que estar lista para la cena con su familia. Pero ¿qué importa? No pertenezco a esta familia. No pertenezco aquí. No tengo por qué seguir sus órdenes.
Sigo tejiendo en silencio, cuando escucho un toque suave en la puerta. Mi corazón se acelera por un segundo, pensando que tal vez sea Aslan. ¿Ha venido a intentar hablar conmigo de nuevo? Pero no. La voz que escucho es diferente.
― Megan, ¿puedo pasar?― pregunta Triana desde el otro lado de la puerta.
― Entra.― Le respondo, sin mucho ánimo.
La puerta se abre despacio, y Triana entra con esa calma que siempre la caracteriza. Se acerca, y veo cómo sus ojos recorren la habitación antes de detenerse en mí. Mis manos siguen moviéndose, tejiendo despacio, pero sé que su mirada está juzgando el hecho de que aún no me he cambiado de ropa. Mi atuendo sigue siendo el mismo: un suéter holgado y pantalones de dormir. No tengo intención de vestirme para esta cena.
― ¿Por qué no te has cambiado aún?― pregunta con esa voz suave que siempre usa cuando intenta razonar conmigo.― En unos minutos será la cena, y es mala educación hacer esperar a la familia de Aslan.
La indiferencia en mi rostro no cambia. No levanto la mirada de mi tejido ni por un segundo. Mis dedos siguen trabajando, como si esa pequeña prenda fuera lo único que importa en este momento.
― No tengo por qué bajar si no lo deseo.― le respondo con frialdad.― No me interesa esta dichosa reunión familiar.
Triana parece sorprendida por mi respuesta, pero trata de disimularlo. Sé que no entiende por qué me siento así, pero tampoco me esfuerzo por explicárselo.
― Pero es la familia de tu esposo.― intenta decirme, su tono más firme esta vez.― Debiste haber bajado a recibirlos.
― Era Aslan quien debía recibirlos.― replico, mi voz cargada de ironía.― Esa no es mi familia.
La habitación queda en silencio por un momento, pero puedo sentir la incomodidad en el aire. Triana no está acostumbrada a verme así, tan determinada a mantenerme al margen. Pero no puedo evitarlo.
― Deberías bajar, Megan.― insiste, dando un paso hacia mí, como si eso pudiera convencerme.― No es bueno que estés aquí sola, alejada de todos. Aslan se enojará si no lo haces.
Levanto la vista por fin, mis ojos fijos en los suyos.
― No me interesa si se enoja.― le respondo con una frialdad que me sorprende incluso a mí.― Dile al señor de la casa que no pienso bajar y que me deje en paz.
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Más allá del contrato
RomanceMegan regresa de su año sabático con un plan de venganza contra Adrien, pero se ve envuelta en un torbellino de eventos cuando es secuestrada por un enigmático individuo del pasado.