CAPÍTULO 17

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ASLAN

Lo perdí.

Esas palabras me retumban en la cabeza desde el instante en que escuché la confesión de Megan...

«Estaba empezando a enamorarme de ti...»

Mi corazón se detuvo, y en ese momento supe que todo se vino abajo. Lo peor es que no fue el odio en su voz lo que más me dolió, ni siquiera la bofetada que aún siento arder en mi rostro. No. Lo que me destrozó por completo fue esa confesión. Se estaba enamorando de mí. Y ahora... la perdí.

Intento acercarme, intentar explicarle, pero no hay nada que pueda decir que repare el daño. Megan sigue hablando, gritando, y veo la rabia en su rostro. Cada palabra es una daga que se clava en mi pecho, pero me quedo ahí, sin moverme, porque me lo merezco.

De repente, la veo tambalearse. Su rostro cambia, y algo en su expresión me alerta. Megan... Su cuerpo se desploma antes de que pueda reaccionar.

― ¡Megan!― grito, lanzándome hacia ella.― ¡Triana! Vladimir!― mi voz es un rugido desesperado.

Megan no responde, su cuerpo está inerte, y mi corazón late con fuerza descontrolada, como si intentara compensar por los latidos que el suyo ha perdido.

Vladimir aparece casi de inmediato, pero estoy demasiado concentrado en ella. La sostengo con cuidado, mi mente gritando que necesito llevarla a un hospital, ahora.

― Hay que llevarla al hospital. No hay tiempo.― digo, levantándola sin esfuerzo, pero Vladimir me detiene.

― Aslan, espera. Será mejor llamar a un médico aquí, es más seguro. No la muevas.― ordena con calma, pero su mirada es grave.

― ¡Triana, llama a un doctor!― grita Vladimir hacia la puerta. Triana aparece corriendo, y sale de inmediato a hacer la llamada.

Me quedo solo con Megan en mis brazos, su respiración es débil, casi imperceptible.

Todo esto es mi culpa.

La llevo rápidamente de vuelta a nuestra habitación, la acuesto con delicadeza sobre la cama. Miro su rostro pálido y me siento impotente. No sé qué hacer. Lo único que puedo pensar es en ella, en su bienestar, en todo lo que he hecho para llegar a este punto.

Minutos después, Triana entra a la habitación, su rostro está tenso, preocupado. Se acerca a Megan, observándola.

― Aslan...― comienza a decir, pero hace una pausa, como si estuviera eligiendo sus palabras con cuidado.― Deberías llevarla al hospital. Ella está embarazada, y esto podría ser peligroso si se queda aquí.

― No sé qué hacer.― mi voz se quiebra, el peso de la culpa es insoportable.

Triana me mira con enojo, sus ojos ardiendo de frustración.

― ¿Qué le dijiste?― su voz es dura, acusatoria.― ¿Qué le dijiste para haberle causado un disgusto así?

No respondo.

¿Qué podría decirle? ¿Qué todo es un malentendido? ¿Qué no quería lastimar a Megan? Ninguna excusa tiene sentido ahora.

― ¡Aslan, responde!― grita Triana, su enojo explotando.― ¿No te cansas de hacerle daño? ¡Debes pensar en su salud y en la del bebé! ¡Estoy harta de verte destruirla!

― ¡Yo la amo!― grito desesperado, las lágrimas cayendo antes de que pueda detenerlas.― No puedo perderla, Triana. No puedo.

― ¿Y entonces por qué le causas tanto daño si la amas tanto?― me increpa, sus palabras duras, pero llenas de verdad.― Si la amas, ¿por qué siempre terminas lastimándola?

Más allá del contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora