Capítulo XXI

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La respiración era muy delicada, y el simple hecho de abrir los ojos, me mataba. Literalmente.

Escuchaba una calmada respiración a mi lado, junto a un pitido de una máquina.

-Hoy es el veinteavo día, y no me rindo, no pienso hacerlo. Como cada día, extraño tu presencia, tu voz, tu mirada, pero sobre todo, tú sonrisa. Tú manera de decirme, "Natalia, atiende en clase, luego dices que te tienen manía" -Dijo imitando mi voz burlonamente. -Extraño tú presencia-.

Mi respiración se fué acelerando, y aunque me doliese todo el cuerpo, solo quería decirle que todo estaba bien, que su Alba, su Albi, su pastelito, estaba allí con ella.

-Mis heridas ya han sanado, aunque como era de esperar, tengo una cicatriz en mi brazo. Y bueno, aquí, en la mano, sigue sin curarse. -Noté como agarraba mi mano y la pasaba por su mano. -Quiero que llegue ya el día en el que abras esos ojitos y vuelvas a darle sentido a mi vida-.

-Natalia, te llama mamá-.

-Vale, ahora voy. -Respondió. -Nos vemos ahora rubia. -Escuché como se levantaba. -Te quiero. -Susurró antes de impactar sus labios sobre mí frente-.

Mi corazón comenzó a latir, y la maquina comenzó a sonar un poco más rápido.

La voz de varios personas aparecieron en la zona.
Ninguna reconocía, pero si entendía lo que decían.

Parecían ser médicos. Con lo que yo... Estaba... ¿En coma?

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En la tare

La puerta se volvió a abrir, y su olor invadió mis pulmones.

-Ya estoy aquí. Era la reina, Rafaela... Quería saber sobre mis heridas. -Agarró mi mano. -Y después me ha llamado María, te echan de menos, y todos los días preguntan todos por ti. Siempre es la misma respuesta, pero... -Su voz se fue quebrando poco a poco. -Al menos estás aquí con nosotros-.

Haciendo un esfuerzo monumental logré apretar un poco su mano.

-¡Ey! -Escuché como se levantaba corriendo. -Me escuchas. Me estás escuchando ¿Verdad?. -Comenzo a llorar-.

Claro que te escucho Natalia.

-Por favor -Lloriqueaba. -Eso ha sido que realmente me escuchas, o ha sido...-.

Volví a apretar su mano como pude, escuchando aún más fuerte el llanto.

-Me escuchas, estás aquí. Aprieta si me escuchas, dos veces-.

Me dolía mucho apretar su mano, pero merecía la pena.

Apreté su mano una vez, y a los pocos segundos lo hice de nuevo.

-Natalia, que pasa. -Se adentró alguien a la habitación-.

-Alba, está aquí, me escucha, nos está escuchando, Marina. -Decía sollozando-.

-Natalia, no...-.

-Te lo prometo, ven, agarra su mano-.

Ay, no nat, me duele todo el cuerpo.

Al momento noté el agarre de Marina.

-Si nos escuchas, aprieta la mano-.

Con mucho dolor, apreté su mano.

Eyes Colors 「Albalia」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora