Pequeño Azira, pequeño Crow

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Crowley tocó repetidas veces la puerta de Anathema hasta que ella le abrió un poco asustada, el otro le observó notando que no le dejaba entrar.

— Anathema.

— ¡Crowley!

— ¿Me dejas pasar? Vine a por Aziraphale.

— Jajaja, ya lo sé pero... Es que surgió un inconveniente.

— ¿Qué clase de inconveniente? —alzó una ceja—. Déjame pasar.

— Verás, no fue algo que hice a propósito, jeje, Newton preparó un té para Aziraphale, y sin querer usó las pócimas que tenía en una estantería —rió por lo bajo—. Algunas cosas, cambiaron.

— Okay, ¿y eso qué? Ahora déjame recoger a mi esposo —le apartó adentrándose mientras llamaba al otro—. Aziraphale, vine a por ti vámonos.

— ¡Es que Aziraphale se transformó en un niño! —exclamó antes de que apareciera el susodicho.

De la cocina salió un pequeño de mejillas sonrosadas y dulce sonrisa, llevaba un traje parecido al que Aziraphale tenía al llegar a la casa de Anathema, tendría unos doce años y comía una galleta. Crowley quedó impactado al ver aquello, demasiado lindo pero... ¿Cómo demonios había sucedido?

— Oh, es Crowley —sonrió corriendo a abrazarlo—. Aww, te ves tan alto querido.

— ¡¿Azzzziraphale?! —siseó, muchísimo más preocupado que sorprendido—. ¿¡Ángel como diablos lograste quedar así!? Si espero a que te hagas adulto una vez más se me irá la vida.

Le cargó en sus brazos recibiendo un beso en la mejilla de su pequeño esposo, Crowley le abrazó sintiendo que acababa de fastidiarse el día.

— El efecto sólo dura veinticuatro horas, para mañana ya habrá vuelto a la normalidad —intentó suavizar Anathema.

— Los dejo solos una hora, ¡UNA HORA! Y mira lo que hacen, ¿dónde está Newton? Voy a arrancar cada uña de sus dedos.

— Tranquilo querido, mañana estaré otra vez como antes.

— Justo ahora estás, literalmente, como antes —gruñó, recibiendo un besito en su nariz de parte del pequeño Aziraphale, esto lo suavizó un poco—. Me dan ganas de comerte a besos... Pero es tan ilegal en estos momentos.

— Es una lástima que no podamos —susurró Aziraphale—. Y justo hoy, cuando había preparado tu apartamento para ello.

— Aún puedo escucharlos, y suena muy mal, así que por favor lárguense y ni siquiera piensen en hacer algo indecente hoy.

— Nunca le haría nada a un niño —contestó algo incómodo, saliendo de allí con Aziraphale.

Le dejó en el asiento copiloto de su auto y comenzó a conducir pensando en lo fastidioso que era aquello, tantas cosas que habían pensando para aquél día y Newton lo arruinó con una pócima. Aziraphale dejó su mano sobre el muslo de Crowley, este le dio un vistazo de reojo deteniéndose en un semáforo, no iba a saltarse el semáforo con un menor en el asiento.

— ¿Sucede algo?

— No recordaba que tener doce años era tan fastidioso, te veo y me siento demasiado enamorado, como sólo mi cuerpo cambió de seguro las hormonas se revolucionan con mis pensamientos de adulto.

— Ángel, adoraría hacerte mil cosas, pero te aseguro que en estos momentos no me inspira tocarte siendo tan pequeño —dejó un beso en su frente, volviendo a conducir—. Esperemos que mañana regreses a la normalidad.

Aziraphale hizo un puchero acomodándose en su asiento, se detuvieron en una tienda para comprar ropa cómoda al menor, mientras Crowley compraba se sintió acosado por el pequeño Aziraphale, este garró su mano con firmeza al ver como una mujer se le acercaba al pelirrojo con otras intenciones. La dama se quedó muy cerca de ellos, hasta que se decidió a hablar, Azi la fulminaba con la mirada.

One Shots Good OmensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora